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 domingo, 01 de febrero de 2004

Leyendas. Exploraciones en un desolado paraje patagónico
Viaje a la tierra del diablo
El Bajo del Gualicho, al sudeste de Rio Negro, es el hogar de historias fantasticas y misterios no resueltos

Carlos Espinosa

¿Qué hacen un sociólogo y un geógrafo junto a un monolito de cemento, en medio de una inmensa salina, en ese rincón aislado de la Patagonia que recibe el misterioso nombre de Bajo del Gualicho, al sudeste de Río Negro?

Respuesta: observan la placa del mojón que señala que el sitio se encuentra 72 metros bajo el nivel del mar, según el registro efectuado por el Instituto Geográfico Militar durante un trabajo de investigación coordinado por ambos profesionales.

"Cada vez que puedo vuelvo, porque el lugar me gusta, porque la inmensidad de este mar fosilizado y el clima de misterios del Gualicho son estimulantes", dice el geógrafo Julio César Guarido. "Estamos acá porque elegimos al Gualicho para intentar desentrañar sus claves, pero también porque el lugar nos eligió a nosotros y nos hace volver", agrega el sociólogo Ricardo Freddy Masera.

Los dos son autores del libro "Bajo del Gualicho, una planicie patagónica bajo el nivel del mar" que apareció a fines de 2003 y trata de recorrer los 3.500 kilómetros cuadrados de superficie del área, ubicada a 54 kilómetros de San Antonio Oeste, es decir, del océano Atlántico.


una enorme depresion
El Bajo del Gualicho ("Gualicho" es el nombre del diablo, personaje que genera enorme respeto entre los pobladores) comprende una porción de monte patagónico achaparrado. Predominan chañares, piquillines y alpatacos, y se impone una gran salina de 290 kilómetros cuadrados, en cuya extensión no se advierte la presencia humana.

Desde el borde de la enorme depresión, apenas se deja atrás la ruta provincial 2, que corre entre San Antonio y Pomona, se divisa la superficie de la salina, que puede ser blanca, celeste o rosada, según las horas del día y el punto de refracción de la luz solar.

Sobre ese pretérito mar cristalizado, con más de 300 millones de años de antigüedad, se observan diminutos puntos que se deslizan como si fueran barcos. Son las máquinas cosechadoras y los camiones que trasladan la sal, después acumulada en enormes montañas de treinta metros de altura previo a ser industrializada.

Hacia el oeste un cerro al que llaman Chenque registra algo más de 80 metros de altura y es, según apunta Guarido, "el único lugar de todo el bajo que emergería en el hipótetico caso de que el mar, distante a sólo 50 kilómetros, inundara toda esta depresión".

Más allá, sobre el límite mismo del territorio, se observa la Puerta del Diablo, un apertura entre dos serranías de suave pendiente. Allí, de acuerdo con el testimonio de antiguos pobladores, se encuentran las cuevas de la Salamanca, "donde algunos hicieron pactos con Satanás", según relatos de la mitología de la zona.

El aire se sacude por el calor de la tarde estival. El termómetro marca casi 37 grados, distorsionando las imágenes sobre el horizonte. Cae el sol y cinco jotes (buitres) negros se posan en los chañares, haciendo una pausa en un constante sobrevuelo en busca de guanacos o liebres muertas para su alimentación.


Zona de misterio
"Hacía más de 30 años que venía escuchando historias fantásticas sobre pumas enormes, víboras gigantes y qué se yo cuántas cosas más; quería saber qué había de cierto", dice Guarido a propósito del libro.

Su compañero agrega que "antes de arrancar con la investigación ya sabíamos que la región tiene entidad suficiente, desde el imaginario colectivo, sobre todo porque se vincula con la figura del Diablo".

El abordaje investigativo se hizo con un enfoque multidisciplinario, con la participación de historiadores, ingenieros agrónomos, geólogos, biólogos, ornitólogos y veterinarios.

"Una de las conclusiones es que en el Gualicho existe una rica biodiversidad, oculta a simple vista pero presente en las huellas y rastros. Hay guanacos, zorros, gatos monteses, liebres, cientos de aves diferentes y otras especies entre pastizales y montes", describió Masera.

No faltan muestras fósiles de fauna marina, prueba evidente de que el lecho de la salina fue hace 300 millones de años un océano, como conchillas y caracoles diversos.

Para Guarido, "los misterios de los que tanto se hablan son propios de la inmensa soledad, de los sonidos que trae el viento, de los colores cambiantes de la salina y del temor a lo desconocido que anida en todos los seres humanos, cualquiera sea su grado cultural".

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La gran salina. Un yacimiento de 290 kilómetros domina el Bajo del Gualicho.

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