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 domingo, 01 de febrero de 2004

Charlas en el Café del Bajo

-Antes de hablar sobre Baruch Spinoza, deseo invitar a los lectores a leer sobre los estragos que causa el rencor en el organismo en el sitio www.charlasparalavida.com.ar donde encontrarán además bastante material de interés. A los amigos de la colectividad judía y a todos en general les informo que hay en el sitio algo sobre el antisemitismo tan preocupante en estos días y una interesante nota del periodista Lucas Carena, quien se refiere a los trastornos graves que provocan los plaguicidas en Rosario. El sitio se renueva todas las semanas. Bien, dicho esto arranco, Inocencio: Para comprender a un judío-cristiano (¿paradójico verdad?) sublime como Baruch Spinoza hay que trascender los dogmas y consustanciarse con la divinidad; para comprender a este espíritu sensible hay que estar como él, y como sostenía Novalis, "ebrio de Dios". De otra forma, se caerá en el error de aquellos rabinos medioevales que lo execraron por leer, estudiar e interpretar a Santo Tomás de Aquino, se producirá la tremenda injusticia de cercenar el vuelo hacia el conocimiento, hacia la verdad. Lo que los maestros judíos de aquella época no entendieron es que Baruch no buscaba esa verdad en el cristianismo ni siquiera, a fuer de ser sinceros, en el propio judaísmo ni en ninguna religión. Sólo se apoyaba en ellas para lanzarse hacia los brazos de un Dios que supera los límites impuestos por el hombre. Desde este punto de vista, Inocencio, Baruch Spinoza no era ni judío ni cristiano y era a la vez ambas cosas.

-Una definición que comparto absolutamente. Ahora ¿a qué viene este discurso sobre Spinoza y que me parece, naturalmente, interesante?

-A que un amigo, Aldo, nos ha pedido que hablemos de este judío español y a este lector le dedico pues estas palabras. Me permito, desde mi escaso conocimiento, trazar un perfil de este filósofo al que la humanidad debería acudir en momentos críticos en donde el egoísmo reina y el amor ha sido conculcado. Recordemos pues a Spinoza desde sus pensamientos.

-Aquí va el primero: "El mayor bien del alma y su suprema virtud es conocer a Dios".

-Esto corresponde a nuestras palabras precedentes: Spinoza encuentra el significado de la existencia en el encuentro con la divinidad, en la puesta en ejecución de sus principios. Por eso dice: "El amor hacia algo eterno e infinito llena el alma de alegría y la libera de tristeza, por eso debe ser deseado y buscado con todas nuestras energías". Para el pensador el hombre no alcanza la plenitud en su existencia sino amando, es decir ejecutando el principio de Dios. Pero el filósofo pone énfasis también en la responsabilidad determinante que le cabe al hombre de estado en la felicidad del alma humana y por eso expresa que "nadie podrá ser piadoso con el prójimo si no concilia su piedad y religión a la utilidad pública".

-Entramos aquí en un principio claro, taxativo, el del amor entre todos y el del Estado y de las jerarquías sociales hacia toda la comunidad. Sólo por este amor la humanidad puede alcanzar la paz colectiva y la paz individual. Un amor que, como decíamos anteriormente, hoy está sometido. Este avasallamiento del principio del amor ya lo observaba Spinoza en su tiempo y por eso plasmó una frase que cae justo en nuestros días: "Quienes administran el Estado o tienen el poder, siempre se ocultan tras la justicia o tratan de convencer al pueblo de que actuaron honradamente. Y lo consiguen cuando la interpretación del derecho depende sólo de ellos".

-Para Spinoza, como vemos, el hombre no puede realizarse sino a través de Dios o lo que es lo mismo, por el amor. "No son las armas las que vencen a los corazones, sino el amor y la generosidad", dice. En esta cita advertimos no sólo el mensaje Evangélico, sino el mensaje Mosaico establecido en La Torá. Porque para Baruch, como para muchos pensadores, "la voz de Moisés y la vos de Jesús fue, es y será, la voz de Dios". Por eso decimos que Spinoza tomó de cada religión lo mejor para moldear con su pensamiento un maravilloso puente hacia Dios. Si el ser humano no se decide a transitar por este puente su destino será irremisiblemente la perdición. Hay quienes se ríen o se burlan de estas aseveraciones avalados por una sociedad en donde en apariencia logra éxito el que transgrede la ley del amor. Aquellos que, como Spinoza, sólo "pulen lentes" sin buscar otra riqueza más que la verdad y la caridad, aguardan con sosiego porque han obtenido "un nuevo orden en sí mismos" y porque saben que un nuevo orden en el mundo será irreversible.

Candi II

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