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 domingo, 01 de febrero de 2004

Tesoros florentinos dependen de la paciencia de los restauradores para volver a brillar
Los especialistas luchan con las secuelas de una inundación que arruinó pinturas y esculturas invaluables

Los expertos dicen que el retrato de "La última cena" del artista renacentista italiano Giorgio Vasari es bellísimo, pero como otros innumerables "pacientes" en la clínica de restauración de Italia pasarán años antes de poder comprobarlo. Actualmente, el óleo que muestra la última cena de Cristo con sus discípulos es un desastre lleno de lodo, arruinado en 1966 por una enorme inundación que anegó a la ciudad de Florencia y causó la muerte de 30 personas.

Los restauradores trasladaron la pintura de un almacén a comienzos de este mes para eva luar la mejor manera de limpiarlo, pero Marco Ciatti, jefe de pinturas de los laboratorios estatales de restauración Opificio, dice que para tener el Vasari como era falta recorrer un largo camino.

"Es imposible decir cuánto tiempo tomará todo el proceso de restauración. Podrían ser 10 años, bien podrían ser 20", dijo Ciatti esta semana.

"Esta pintura ha estado en un almacén durante casi 40 años, pero no podemos hacer nada hasta que sepamos lo que nos espera", afirmó, rodeado de obras de arte afectadas colocadas en carritos como pacientes de un hospital.

La restauración comienza con una detallada revisión del estado de la obra, usando análisis químicos, rayos X e incluso escaneo técnico para medir la constitución de cada pintura y los efectos posibles de diferentes métodos de limpieza.

La gran obra de Vasari, que mide seis por 2,6 metros y fue finalizada en 1546, ha estado revestida de fango desde la inundación. La pintura se ha ampollado, su base protectora se ha desintegrado y el panel de madera en la parte trasera está doblado.

En la plaza central de Santa Croce una placa justo por debajo del primer piso de ventanas marca el máximo que alcanzó la inundación.

"Era una adolescente en ese tiempo y me presté de voluntaria para ayudar al rescate de libros y manuscritos en la Biblioteca Nacional, por lo que vi de primera mano el daño causado", dijo Cristina Acidini, directora del instituto de restauración desde el 2000.

Desde sus comienzos como un taller fundado en 1588 por los custodios de arte más famosos de Italia, la familia Medici, el Opificio se ha convertido en una clínica de tecnología avanzada para las obras de arte dañadas y los restauradores sostienen que la lista de espera es interminable.

Las pinturas yacen postradas bajo microscopios, los curadores con batas blancas de laboratorio extraen cada partícula de sucio con pinzas e hisopos, retocando la pintura con delicados golpes de pinceles.

La paciencia es una virtud, y el tiempo no es el único desafío.

Ciatti dijo que el creciente apetito público por el arte había desviado los recursos estatales de los proyectos de restauración hacia las exhibiciones. El ministerio de Cultura recortó el presupuesto de Opificio en 40 por ciento el año pasado. "Es una locura, incluso ni tengo una línea telefónica directa o acceso a la Internet", dijo Ciatti.

Además de esto, los patrocinadores privados son difíciles de dar apoyo, al preferir proyectos de alto perfil con resultados rápidos.

Pero la restauración lleva años y completar el Vasari bien podría estar a la altura de un puñado de aprendices de Opificio que pasaron cuatro años aprendiendo los métodos meticulosos de los restauradores.


Fascinación
"Estoy fascinada con el arte, y al hacer esto no tengo sólo contacto con lo académico sino también con lo físico", dijo Anna-Marie Hilling, de 26 años, quien junto a Paola Bracco trabajan sin descanso sobre una Madonna pintada por Botticelli.

No muy lejos de allí, la restauradora Elena Burchianti trabaja en una figura de Cristo tallada en madera, con el respaldo de varias placas radiográficas que revelan el estado del corazón de la estatua. La superficie es trabajada con pinzas y esponjas para liberar las partículas de polvo y las capas de suciedad.

Y aunque la inundación ya es historia, la herencia de Florencia está ahora bajo el ataque de la contaminación del humo de los vehículos.

Algunos críticos de arte argumentan que la restauración es mala y que el arte debería quedar sometido al desgaste natural de la prueba del tiempo, pero Acidini descartó esas críticas.

"Eso sería como conocer a alguien que tenga cáncer de piel y no ha hecho nada para combatirlo, por lo que lo vemos morir. La restauración es una responsabilidad que no podemos ignorar", afirmó. (Reuters)

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Braco y Hilling trabajan sobre un Boticelli.

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