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 domingo, 01 de febrero de 2004

Ciudad natal. Desde hace dos años la Asociación Lazos reúne a 85 familias
Los padres también se juntan para no extrañar
Sus hijos están lejos, pero Internet los mantiene cerca

Eugenia langone / La Capital

Sus hijos están en Italia, España y Alemania. Esperan los llamados de los domingos casi como un ritual, aprendieron a usar el correo electrónico para poder estar en contacto y algunos mandan a pedir fotos de sus nietos. "Los extraño a todos, pero lo que mata es no ver crecer a mi nieta Camila. A veces por la calle veo nenas de su edad y me pregunto qué tan alta estará", confiesa Ingrid Siemienczuk, que tiene a su hijo Guillermo viviendo en Italia desde hace más de un año.

Una vez por semana Siemienczuk participa de las reuniones de la Asociación Lazos, una entidad creada en Rosario que desde hace dos años convoca a los padres con hijos viviendo en el extranjero y que reúne a unas 85 familias.

Es que ellos también tuvieron la necesidad de juntarse, al igual que sus hijos lo hacen con otros rosarinos en el exterior. "Es una forma de contención, una manera de encontrarse con gente que entiende lo que te pasa", señala la mujer.

La hija de David Glickman vive en Andorra (España) desde diciembre de 2001. "Se la extraña. El otro día nos reunimos a comer con mis otros hijos y pensaba qué bueno sería que estuviera Liza (26 años) con nosotros", dice David, que escribe religiosamente dos mails por semana, chatea con ella una vez a la semana y los domingos habla por teléfono.

Elsa Impalliari tiene a su hija Alexandra (25 años) viviendo en Alemania. "Yo sé lo que es vivir afuera, la nostalgia que se siente. Claro que las cosas cambiaron mucho porque hace 20 años las cartas de mi mamá tardaban más de quince días y ahora con el correo electrónico es más fácil. Cuando chateamos la veo por la camarita y todo", comenta la mujer.

Todos recuerdan como "shockeante" el momento en que recibieron de boca de sus hijos la noticia de que dejaban el país. Algunos dijeron irse para no volver, otros en cambio fueron para probar y finalmente se quedaron.

"Tenían el pasaje por tres meses y cuando me llamaron para decir que no volvían, me golpeó. Claro que extraño a mi hijo, pero él debe haber cambiado poco; en cambio mi nieta se fue con pañales y ahora habla en italiano", dice Siemienczuk.

Frente a estas situaciones, los que se quedaron en Rosario también tuvieron la necesidad de juntarse. Para recordarlos, para contenerse y acompañarse.

Glickman explica que la creación de la Asociación Lazos tuvo que ver con el momento que atravesaba el país. "Los chicos se iban en manada, era terrible. Entonces nosotros también teníamos la necesidad de estar con gente en la misma situación", recuerda.

Aunque dicen acostumbrarse de a poco, hay cosas que necesitan compartir. "Sentís que te falta algo: las llaves en un lugar de la casa, que suban corriendo las escaleras, esas cosas cotidianas", dice Impalliari.

Por eso, todos los miércoles, a las 19, se reúnen en la sede de la Asociación Empresaria (España 848). "Hablamos de todo, pero los chicos son nuestro tema central", admite Siemienczuk.

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