Año CXXXVII Nº 48263
La Ciudad
Política
Información Gral
La Región
Opinión
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Educación 10/01
Campo 10/01
Salud 07/01
Autos 07/01


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 11 de enero de 2004

Lecturas
La originalidad samurai

Fernando Toloza / La Capital

"En construcción" (narrativa). Mori Ogai, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2003, 166 páginas.

El escritor japonés Mori Ogai nació en 1862 y murió en 1922. Lo remoto que hoy puedan parecer esas fechas no da cuenta de la modernidad del autor, que sobre todo en la obra escrita alrededor del año 1910 plasmó una serie de intereses enriquecedores para la relación literaria entre Oriente y Occidente. Después del 10, Ogai se dedicó a una obra que prestó atención a la tradición oriental, dejando de lado sus anteriores vinculaciones con la literatura occidental, especialmente la alemana, de la que fue gran conocedor y traductor.

Ogai pertenecía a una familia que se jactaba de su origen samurai. Por deseo de sus padres se graduó como médico y estudió en Alemania, donde tuvo un amor con una mujer a la que su familia se opuso. De regreso en Japón, llevó adelante su carrera como médico y escritor. Creo revistas de medicina y literatura, y estéticamente fue un tenaz opositor a la fuerza del naturalismo, que por su época se mostraba como la tendencia renovadora en la narrativa japonesa.

"En construcción", el volumen que presenta la editorial Adriana Hidalgo con selección de la especialista Amalia Sato, reúne textos escritos entre 1909 y 1912. La mayoría es de una originalidad sorprendente. Entre otros motivos, por su uso de las fuentes y por la incorporación de la literatura y la filosofía como elementos dramáticos.

En "Hanako", el primer relato del volumen, Ogai presenta como personaje al escultor Auguste Rodin, que decide pintar a una mujer japonesa, la bailarina Hanako del título. Como intérprete, ya que Rodin no habla japonés, oficia una suerte de escriba, un personaje que parece un retrato del propio Ogai. Lo singular de la situación se enriquece en la técnica cuando se advierte que para describir a Rodin el escritor ha usado fragmentos del famoso ensayo que Rilke escribió sobre el escultor. Ogai anuda de esa manera narración e inquietud estética, en una constante que recorre todos los textos (algunos llamables cuentos) de "En construcción".

El cuento "La moneda de oro" parte de la misma sensación que muchos años después usaría Albert Camus en "La mujer adúltera". Se trata de personajes que actúan instintivamente, respondiendo a un llamado que no pueden eludir: el personaje de Ogai se siente atraído por un oficial japonés y lo sigue a su casa, donde ingresa en la oscuridad, luego de una larga vigilia de observación. La mujer del cuento de Camus se escapa de su cuarto en la noche sahariana, sin saber del todo por qué se ha lanzado a hacer algo incomprensible. Luego los dos personajes vuelven a su vida común, y queda para el lector elucidar cómo los afectó esa noche de extravío.

En otros textos, Ogai pone como parte de las tramas discusiones del momento, como el anarquismo, un fenómeno que a principios del siglo XX tuvo parte de su apogeo. "Juego" relata las dudas de Kimura, un funcionario de gobierno y escritor, quien está al tanto de las génesis y teoría del anarquismo, a la vez que preocupado por no ser sólo un diletante de las artes.

Los textos de Ogai ofrecen la posibilidad de una lectura autobiográfica, que más que testimonio de la grandilocuencia del autor pueden ser una evidencia de su soledad en el panorama de la literatura japonesa de principios del siglo XX. En el dilema de qué actividad era más importante en su vida (la medicina, el ser funcionario y la literatura), el relato "La torre del silencio" puede ser tomado como una respuesta: Ogai pone en escena a la tribu "parsi", una comunidad que llega a matar por cuestiones de moralidad focalizadas en lo que leen.

Amalia Sato, responsable del volumen, dice que Ogai es un reflejo de la espléndida adolescencia intelectual de Japón a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. El término adolescencia no debe ser visto como peyorativo sino como un florecimiento, una capacidad para interesarse por el mundo, aunque también contenga ese esplín de lo que significa cambiar sin saber cuál será el rumbo del futuro.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados