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 domingo, 04 de enero de 2004

Neuquén
Tarzán de Villa La Angostura
Un sistema colgante permite deslizarse entre la frondosa vegetación del cerro Belvedere

En el cerro Belvedere de Villa La Angostura, en Neuquén, fue instalado el primer circuito "canopy" del país, un sistema colgante de observación de los bosques o las selvas que viaja por debajo de la copa de las árboles y por encima de piso. La atracción se puede disfrutar desde el viernes pasado.

El deporte canopy, muy difundido en la selva de Costa Rica, brinda la posibilidad de mirar desde un lugar privilegiado la vegetación y las aves con sus nidos, aparte de poder disfrutar del paisaje cuando la frondosidad abre su espesura.

El canopy es una especie de cable carril individual que transporta a los aventureros ladera abajo por entre las ramas y las hojas. Las personas van sujetas por un arnés, que los hace sentir herederos de Tarzán deslizándose de liana en liana hasta la próxima rama.

El sistema está instalado sobre diez plataformas de madera adosadas a otros tantos árboles, que son las etapas del descenso zigzagueante de 1.600 metros sujetado a una polea y al arnés de seguridad.

Canopy Argentina es un proyecto ambientalista que se propone mostrar en el descenso cómo es el bosque virgen y lo diferente que se ve cuando fue alterado por el hombre.

Previo a la experiencia canopy, está previsto recorrer un sendero de 180 metros que va desde la base del cerro hasta una vieja cantera de piedra volcánica, diseñado por un ambientalista, donde se pisa sobre maderas y otros elementos no contaminantes. El paseo es una clase de ambientalismo.

La primera de las plataformas está ubicada en la cima del cerro Belvedere. Es la base donde comienza el viaje. Con guantes y cascos para proteger la cabeza, se inicia el descenso, un trayecto corto, de apenas treinta metros, que transporta al deportista suspendido en el aire hasta la segunda posta.

En los primeros tramos del descenso -la velocidad promedio es de 23 kilómetros por hora- se podrá observar el bosque virgen, nunca transitado por el hombre, y las ramas altas de los coihués. Los guías anticipan que el aire es purísimo y el silencio insondable.

Desde la base que rodea al único ciprés -las restantes se montaron en torno de coihués- se divisa el lago Correntoso y desde otra más abajo el azul profundo del Nahuel Huapi.

En las últimas plataformas, ocultas entre las ramas altas, el bosque de cambiantes colores deja de ser virgen y de a poco aparecen los indicios de la presencia humana, que alteró el orden natural del ecosistema.

Una hora y media se necesita para completar el circuito y llegar hasta la base del Belvedere, donde los responsables del original emprendimiento instalaron una cafetería y una tirolesa para chicos.

El país pionero de este deporte en América latina es Costa Rica, donde actualmente en sus selvas tropicales funcionan sesenta y ocho canopys. También se encuentran estos emprendimientos en los bosques de Canadá.

Para la construcción del circuito, que se inició hace tres meses, se contó con el asesoramiento de José Flaqué, un pionero de la especialidad, quien viajó a la Argentina para capacitar a unos seis jóvenes, que además serán los encargados de explicar a los turistas el funcionamiento de canopy.

Para más información contactarse con la página de Internet: www.canopyargentina.com.ar

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