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 domingo, 04 de enero de 2004

Memoria
Fernando Traverso: Entre lo corpóreo y lo intangible
Las bicicletas del artista plástico ganaron la calle con sus historias de ausencia y merecieron el primer premio del Salón Nacional de Rosario 2003

Rubén A. Chababo

Una noche de marzo de 2001 Fernando Traverso dejó estampada sobre las paredes de una casa aledaña a la suya la imagen de una bicicleta. Cuidó que nadie advirtiera su presencia para que a la mañana siguiente, al despuntar el alba, la gente se encontrara con esa imagen nueva aparecida en su paisaje habitual y cotidiano, puesta vaya uno a saber por quién. Casi tres años después, mientras abre un álbum donde guarda el registro fotográfico de cada una de esas intervenciones urbanas, Traverso recuerda aquella incursión nocturna como el inicio de un proyecto que lo llevaría a repetir trescientos cincuenta veces el mismo gesto sobre el mapa urbano de la ciudad.

Fernando Traverso viene de recibir por esa obra el Primer premio en el 57º Salón Nacional de Rosario, el más importante galardón del campo de la plástica local, un reconocimiento que el jurado conformado por especialistas y críticos no dudó en otorgar y que de algún modo confirma la calidad y la coherencia de su proyecto estético. "Yo no me propuse hacer arte urbano -cuenta Traverso- sino que fue algo que fue surgiendo de a poco. Venía trabajando con las bicicletas, tomándolas como un ícono desde finales de los años 90 y ellas mismas me fueron llevando a instalarlas en el espacio urbano. A medida que las iba plasmando sobre paredes, muros y esquinas de la ciudad, fui descubriendo de qué modo esas presencias que físicamente estaban en el límite de lo corpóreo y lo intangible, iban abriendo el sentido de diferentes historias e interrogantes para cada uno de aquellos que las veían. Pude así confirmar que su irrupción producía una modificación significativa en el paisaje cotidiano que invitaba a que quien las veía se preguntara por el origen y la razón de esa presencia enigmática: ¿quién dejó allí esa bicicleta?, ¿quién es o era su dueño?, ¿qué interrumpió su marcha?, ¿a quién espera allí detenida?, son algunas de las tantas preguntas que ellas provocan cuando se las descubre".

Las bicicletas de Traverso recorren casi todo el espacio urbano de la ciudad de Rosario, están puestas sobre el frente de escuelas, en las inmediaciones de fábricas abandonadas, en las paredes de lo que en algún momento fueron centros clandestinos de detención. Su presencia presentifica historias de ausencia que no son sólo políticas. "Siento que esas imágenes poseen una fuerte carga nostálgica, es indudable. Hay quienes al verlas evocan su infancia, en otros despierta el recuerdo de amigos idos. Hace un tiempo atrás un amigo que se había marchado al exilio me dijo que al verlas le recordaba aquella bicicleta que él había dejado en su casa familiar antes de emprender la huida. Otros no pueden dejar de vincularla con la historia trágica de Pocho Lepratti y los hechos del 20 y 21 de diciembre. Eso es lo maravilloso de esta obra, su constante capacidad de resignificación según quién la vea y en qué sitio de la ciudad la descubra. Su poder nostálgico oficia como un disparador de sentidos".

Traverso se formó artísticamente en nuestra ciudad mirando con atención a dos artistas que para él son una verdadera referencia: Juan Pablo Renzi y Graciela Sacco. Con ambos hizo clínica de obra y en sus talleres aprendió a conjugar de manera sutil los campos de la estética y de la política. "Puedo decir que fue Renzi, allá por los finales de los años 80, quien me ayudó a pegar el gran salto. A partir de él fue que pude pensar una obra que no tenía que resolverse necesariamente sobre la tela de un cuadro. Por otra parte, las intervenciones urbanas de Sacco abrieron también la dimensión de nuevas búsquedas y interrogantes".


Aquí y allá
La obra de las bicicletas genera constantemente historias. Traverso ya está acostumbrado a que suene su teléfono y le pidan que estampe una de sus imágenes sobre algún sitio en particular, en el frente de una casa familiar, sobre el muro de una fábrica. También las llamadas vienen de otras ciudades. Se trata de viajeros que pasan por Rosario y que al verlas quieren llevárselas a su propio paisaje. "Una de las pocas bicicletas que hay fuera de Rosario está en Retiro que es la puerta de entrada de aquel que llega a Buenos Aires, la puse allí a modo de clave, un guiño para los que salen de la ciudad y llegan a la capital, un modo de hacerles sentir a través de esa imagen la fuerza de una presencia conocida. Otra está en Resistencia donde tuvo lugar la masacre de Margarita Belén".

Desde hace años el artista trabaja además en un proyecto colectivo junto a dos artistas plásticos, Marita Prieto y Daniel Perosio. En trámite, tal es el nombre con que se dio conocer el grupo a partir del año 1999, es conocido por la construcción de estructuras en hielo dejadas en sitios significativos y que se van derritiendo lentamente frente a la mirada de los que pasan por el lugar donde ellas han sido instaladas. "Como las bicicletas, esa obra también habla de ausencias, de lo corpóreo y lo intangible y es, no cabe duda, profundamente urbana".

En estos momentos Traverso prepara la muestra individual que presentará en marzo del 2004 en el Museo Castagnino, una muestra en la que el protagonista central será el mismo público y que girará en torno a imágenes de bicicletas esta vez estampadas sobre telas a modo de estandartes. Un giro en torno a una propuesta suya que en estos días se está mostrando en el Centro Cultural Recoleta. Mientras guarda las fotos de su álbum reconoce que se siente feliz por todo lo que la obra ha despertado en la gente. "Ya hay estudiantes de comunicación social, cineastas, grupos de teatro y músicos que han tomado a mis bicicletas como tema. No cabe duda, cada una de esas bicicletas acodadas en los muros de la ciudad se ha echado a rodar en busca de su propio paisaje, de su propio rumbo. Van siendo apropiadas de las maneras más insospechadas. Vaya uno a saber las historias nuevas que me devolverán en su infinito recorrido".

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Pintada. Desde hace tres años, repitió 350 veces el gesto.

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