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 domingo, 04 de enero de 2004

Novela
"Moncada": Aventuras argentinas en una insólita Cuba

Fernando Toloza / La Capital

"Moncada", la novela de Jorge Di Paola y Roberto Jacoby, es un irregular divertimento, que más que inscribirse en la tradición de John Le Carré y Graham Greene lo hace en el mundo de un Tom Clancy y en la televisión y el cine, en los exponentes más adocenados que tratan sobre espionaje, terrorismo y política, con una dosis extra de erotismo por momentos legible como parodia.

Dardo es un argentino que llega a la Cuba actual para asistir al Congreso de la Muerte. En el aeropuerto un ambiguo funcionario de migraciones le entrega -al ver que viene con el libro "Las palmeras salvajes" de William Faulkner- una pequeña pistola. Dardo se asusta de este contacto inesperado y huye. Siente que lo han confundido con otra persona. En su camino de huida aparece Moncada, que no es el fuerte que quiso conquistar Fidel Castro por mediados de los 50 sino una bella joven que se le ofrece sexualmente, y con la que nace una especie de amor que será el justificativo de la gran parte de la acción de la novela. Además de bella, es agente de las fuerzas de Castro.

Escrita en colaboración y a través del intercambio de e-mails, en "Moncada" se notan las huellas de esa manera y por momentos se parece a un cadáver exquisito. También, quizá por el mismo motivo, se ve el deseo de ser original, como si los autores hubiesen querido sorprenderse y complicarse la tarea con cada nuevo capítulo. El grado de complicación en el argumento abre demasiado la historia y ofrece cantidad de situaciones y personajes que no se sostienen, porque son inverosímiles, tanto si son personajes lineales como si se trató de un intento de parodia.

De todas maneras, hay algunas propuestas de la novela que atrapan: por ejemplo, que todo argentino más o menos intelectual que llega a Cuba sueña, en algún momento, con ser un Che Guevara. En ese sentido, la novela mantiene hasta el final esa idea latiendo y muestra cómo Dardo cree asumir ese destino, aunque en un espejo monstruosamente deforme. Otro de los motores de la novela es presentar al Caribe como una geografía llena de espías, donde vivir, de algún modo, es ser espía de alguien. El cuerpo de elite del servicio de inteligencia es otra de las sorpresas de la novela: no se trata de hombres superentrenados sino de bellas chicas que han triunfado en las Olimpíadas, y que se comprometen en cuerpo y alma con la defensa de su país, al mando de un entrenador rumano.

En gran parte, el imaginario de "Moncada" proviene del cine de acción de las últimas décadas. Igor, el gigante ruso con un falo asesino, es una versión un poco perversa de algún personaje de Arnold Schwarzenegger; la atlética Moncada remite a la "Femme Nikita" y buena parte de la acción se emparienta con el estilo de Tom Clancy y sus thrillers internacionales llevados a la pantalla grande. Para matizar, hay algunas reflexiones que recuerdan momentos de "Huracán sobre el azúcar", el texto que Jean Paul Sartre escribió tras su visita a la Cuba revolucionaria en su primer año. De hecho, la novela se abre con epígrafe de Sartre.

En cuanto a la diferencia entre "Moncada" y "Nuestro hombre en La Habana", de Greene, o "El sastre de Panamá", de John Le Carré, radica en cómo los autores se posicionan frente a los servicios de inteligencia. Para Greene y Le Carré, los servicios son peligrosos pero increíblemente idiotas: un vendedor de electrodomésticos y un sastre mitómano son capaces de engañarlos hasta la tragedia. Para Di Paola y Jacoby, en cambio, los servicios secretos son una maquinaria fatal que, como el mapa del imperio de Borges, abarcan todo el universo, en una última influencia mediática: la vida es un reality show observado por los grandes señores del mundo, dominadores no sólo del dinero sino también de la intimidad de las personas.

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