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 domingo, 04 de enero de 2004

Interiores: Inicio

Jorge Besso

Todo lo que comienza es nuevo por definición pero puede llegar a ser viejo por construcción. Cada año que iniciamos se renueva la opción, y en cierto modo como dice Serrat, en cada día está la ocasión. Lo cierto es que en los multitudinarios brindis de fin de año se piden los deseos para el nuevo año y el gesto configura un pedido y un momento muy especial porque es junto a otros, que se respaldan recíprocamente y silenciosamente en sus respectivos deseos.

Todo esto en una espectacular simultaneidad que sólo se da en ese momento único, universal, donde la humanidad brinda más allá de las diferencias horarias. En realidad la sensación de inicio no llega mucho más allá del brindis, ya que en el hemisferio sur se inicia el período de vacaciones, tanto para los que tienen vacaciones, como para los que no las tienen, con la diferencia que unos supuestamente las disfrutarán, mientras que los otros, seguramente, las extrañaran.

En el hemisferio norte tampoco se inicia nada salvo las vacaciones de invierno. Es decir que la verdadera sensación de inicio para nosotros es en marzo y para ellos en septiembre, que son las fechas de la iniciación escolar y lo cierto es que la escuela atraviesa de una punta a otra nuestro aparato psíquico, de forma tal que quedamos escolarizados para toda la vida como lo demuestra la clásica angustia del domingo a la noche.

Habitualmente masticada con pizza, ahora en versión delivery, pero que igualmente vienen en las inexpresivas cajas grises, ajustadas con un gomín, que es el único de los presentes que conserva elasticidad, ya que el resto del personal mastica la pizza y la grisura esperando el lunes, que finalmente resultará mejor que el domingo a la noche.

Iniciar es un verbo que lleva incorporado uno de los movimientos más difíciles para el sujeto, ya que implica la decisión y el despliegue de recursos para meterse en algo o en alguien, tareas muchas veces igualmente fatigosas, ya que suponen la combinación de dos tipos de resistencias:

uLas resistencias del otro, o las dificultades específicas de la materia en cuestión.

uLas resistencias propias, es decir las subjetivas.


Lo que resulta difícil se nos resiste, y se nos resiste fundamentalmente respecto de nuestros propósitos y nuestros deseos de dominación, del problema o de dominación del otro. Estos deseos por lo general vienen acompañados con una guarnición de ambivalencia, ya que como se sabe los humanos son bastante vuelteros. Muchas veces quieren lo que no tienen, o tienen lo que no quieren, o se aburren en casa pero extrañan cuando están afuera, o inician regímenes o proyectos para no cumplirlos, y demás dualidades tan típicas de los humanos, que no sólo no son de una sola pieza, sino que suelen ser de muchos ambientes, algunos de los cuales muchas veces no tienen nada que ver con la fachada.
En suma, que todos somos resistentes y resistidos. Se diga lo que se diga no son tantos los partidarios de lo sencillo, pues los hombres demasiados sencillos dejan a las mujeres sin conversación y los hombres, por su parte, no creen que existan mujeres fáciles, y si existen siempre están con la difícil. Claro que para ambos sexos existen los amantes, que es el típico emprendimiento que se sabe cómo se inicia pero no cómo se termina.

Aún así, con todas las excepciones propias del caso, los sexos suelen tener estrategias, conscientes e inconscientes, más o menos diferentes a la hora de iniciar la aventura, ya que las mujeres suelen buscar masculinos diferentes al que tienen en la cochera y los hombres en cambio, muchas veces, se preguntan cómo es que ahora las difíciles son dos.

Pero se sabe que todo esto es más que relativo ya que para todo el mundo lo único fácil en esta vida es complicársela. De todos modos los inicios tienen su pimienta particular ya que son tan esperanzadores como inquietantes, lo que vale tanto para el amor como para el trabajo. Ahora bien, es interesante que tanto en los inicios como en los finales, tanto en el amor, como en el trabajo de lo que se trata es de cruzar y de vencer una barrera. En un caso para entrar, en el otro para salir.

En este sentido la vida es una secuencia de inicios y finales en una sucesión de etapas, períodos, compromisos, costumbres, relaciones que se inician, relaciones que se terminan, trabajos que desaparecen, más las estabilidades que se puedan conservar. Es que, como se sabe, la vida misma en general es un largo recorrido, que sin embargo se termina bastante rápido, y que va desde un inicio a un final.

Desde un inicio del que no tenemos consciencia, aunque nos cuenten cosas y anécdotas de ese bebé que fuimos. Y de un final que en casi la totalidad del tiempo de vida no se sabe cuál será. Hubo un comienzo y habrá un final, en el medio es nuestro turno. Al menos conscientemente, pues si tenemos otra oportunidad, por caso, en el milenio que viene reencarnación mediante, de todas maneras, aunque estemos muy convencidos de esa segunda oportunidad o tercera, o acaso infinitas, lo cierto es que hoy no lo sabemos.

Lo que sí sabemos pero olvidamos, es que la vida es ahora. Esperando que las cosas lleguen, postergando para no iniciarlas o no asumiendo que se terminaron, se nos puede escapar nuestro único turno consciente de vida, ya que nadie en verdad, puede decir que en la próxima reencarnación será honesto, o será feliz. Por eso el tiempo más difícil es el presente, ya que el humano gasta mucho tiempo contando una y otra vez lo que hizo, o emplea mucho tiempo psíquico preocupado o incluso esperanzado, por lo que está por venir.

Lo bueno de los inicios es que el tiempo se hace presente. Razón por la cual cada día, en lo posible, tendríamos que hacer como en la escuela y al levantarnos decir: "¡Presente!". Y si tengo oportunidad, mañana decir lo mismo, pues demasiadas vidas transcurren en la ausencia.

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