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 domingo, 28 de diciembre de 2003

Balance 2003. Inflación, ajuste de tarifas y frenar la caída del dólar ocuparon al gobierno. Fue el año del acuerdo con el FMI. Se disparó la Bolsa y volvieron las inversiones
La economía pegó un rebote que superó toda expectativa
El país comenzó a recuperarse tras cuatro años de crisis. El agro y la industria exportadora fueron protagonistas

La economía argentina experimentó este año una recuperación que superó los pronósticos más optimistas, después de la caída récord de 2002 y terminó así con cuatro años consecutivos de una crisis desvastadora.

No obstante, sus efectos siguen castigando a más de la mitad de la población, que continúa por debajo de la línea de pobreza.

Empujada por una coyuntura externa extraordinariamente favorable para el agro y un despegue incipiente de la industria de exportación y sustitución de importaciones, la actividad cerrará el año con un crecimiento superior al 7 por ciento, más del doble de lo que esperaba el gobierno a principios de año.

El sector agropecuario siguió motorizando la economía y la soja se consolidó como la producción estrella del campo argentino.

El complejo sojero agroindustrial sumó exportaciones por 16.300 millones de dólares y aportó más de 6.000 millones de pesos en tributos vía retenciones e impuestos internos.

Después de haber caído en 2002 un 10,9 por ciento, el mayor derrumbe del PBI desde que se cuenta con estadísticas serias, y tras la debacle del sistema financiero, al cual todos daban por muerto por largos años como consecuencia del corralito, la mayoría de los analistas esperaba un lógico rebote de la economía argentina, pero no de la magnitud del que sobrevino.

Nadie podía prever que las tasas de plazos fijos bajarían al nivel actual, ni que los bancos recuperarían su liquidez al punto de disponer hoy de 10 mil millones de pesos para prestar, cuando en enero se pensaba solamente en qué hacer con los depósitos reprogramados y las compensaciones por la pesificación asimétrica.

Sí era más previsible el incremento de la recaudación, que se debió en buena medida al impacto de la suba de precios del año pasado (vía impuesto al cheque e IVA) y al impulso extraordinario que tuvo el precio de la soja en el mercado internacional, que reforzó los ingresos por retenciones a la exportación.

Así, el fisco cerrará el año con unos ingresos del orden de los 71 mil millones de pesos, por encima de lo comprometido ante el Fondo Monetario, y espera para el año que viene una recaudación superior a los 80 mil millones.


Un dólar sostenido
El mercado cambiario fue flexibilizándose a lo largo del año en función de la voluntad oficial de mantener un dólar alto, y cayó así la mayoría de los controles al movimiento de capitales en moneda dura, mientras la divisa se estabilizaba en un valor cercano a los tres pesos, por debajo de los 3,39 que costaba en enero.

La inflación, que se estimaba en el 22 por ciento en el presupuesto, terminó por debajo del 4 por ciento, en buena medida por el éxito del joven presidente del Banco Central, Alfonso Prat Gay, y la aplicación del método de inflation targeting, que vincula la emisión monetaria al crecimiento de la economía.


La deuda social
Pero es sabido que las variables sociales reaccionan mucho más lentamente que las fiscales, las financieras y las reales, y por eso el desempleo sigue afectando a más de dos millones de personas sin contar a los beneficiarios de planes sociales, al tiempo que más de la mitad de la población continúa sumida en la pobreza.

El ministro de Economía, Roberto Lavagna, alineó tras de sí a todo el arco empresarial. Y aunque recibe críticas por derecha e izquierda -las primeras por la supuesta ausencia de plan económico y las otras por su escasa disposición a intervenir sobre la distribución del ingreso- se mantiene como el político con mejor imagen pública después del presidente Néstor Kirchner y su esposa.

Su mayor desafío en 2003 fue la dura negociación con el FMI, luego de haber pagado el año pasado más de 4 mil millones de dólares en intereses a los organismos, y tras el vencimiento del miniacuerdo que rigió entre enero y septiembre de este año.

"Si uno le debe mil dólares al banco, está en problemas, pero si uno le debe un millón, es el banco el que está en problemas", dijo el economista británico John M. Keynes, en una frase que parece haber guiado a los negociadores de Lavagna ante el FMI, cuando la entidad exigía un mayor superávit, pero a conciencia de que no se podía permitir el rojo que le habría generado en su propio balance un default total del país.

El gobierno logró superar en los primeros siete meses de gestión la presión de las empresas de servicios públicos privatizadas y, en lugar de otorgar los aumentos tarifarios que reclamaban las compañías bajo la amenaza de colapso del sistema, impuso su postura de renegociar íntegramente los contratos de concesión.

Sin duda, este, junto con la negociación con los organismos internacionales y la restructuración de la deuda en default, fue uno de los temas económicos más controvertidos que le tocó en suerte afrontar al gobierno de Néstor Kirchner desde el primer día de su gestión, en mayo último.

La que sigue abierta es la negociación con los acreedores privados por cerca de 90 mil millones de dólares, a quienes no se paga desde diciembre de 2001, y a los que Economía ya presentó una oferta inicial con un menú de opciones y una quita de capital promedio del 75 por ciento.

Esa negociación, junto con el debate de las tarifas de los servicios públicos privatizados, marcará en buena medida la agenda económica del gobierno para el año próximo, en el que ya todos descartan que la economía mantendrá su ritmo ascendente.

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El campo llegó a Plaza de Mayo en reclamo por la presión impositiva.

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