Año CXXXVII Nº 48240
La Ciudad
Política
Economía
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Salud
Autos
Escenario


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 14/12
Mujer 14/12
Economía 14/12
Señales 14/12
Educación 13/12
Campo 13/12


contacto

servicios

Institucional

 miércoles, 17 de diciembre de 2003

Las muertes de 2001. El joven cartonero de Empalme Graneros (quinta nota)
En la mirilla de un francotirador
Walter Campos, de 16 años, fue muerto de un tiro en la cabeza tras una persecución y un supuesto enfrentamiento

María Laura Cicerchia / La Capital

Las sangrientas jornadas del diciembre negro de 2001 tuvieron en Rosario un día más. El viernes 21, cuando parecía aquietarse el ciclo de violencia que en sólo 48 horas había apagado seis vidas y dejado un tendal de lesionados con plomo en la ciudad, la secuencia de revuelta y represión policial tuvo un rebote en un barrio donde 1.300 personas esperaban el reparto de alimentos. Un muchacho acusado de molestar a los beneficiarios que hacían la cola y una estruendosa persecución policial terminaron con un resultado conocido: Walter Campos, de 16 años, baleado por un experto francotirador de la policía de elite de la provincia, se convirtió en el séptimo muerto de aquellos tres días trágicos.

Aunque en los próximos días se evocarán con actos en todo el país las jornadas del 19 y 20 diciembre de 2001, que concentraron la protesta contra el gobierno de Fernando de La Rúa, en Rosario el recuerdo deberá extenderse un día más. La mañana del 21 de diciembre de ese año, durante un reparto de raciones alimentarias en un sector marginal de Empalme Graneros, un joven cartonero quedó inmovilizado de un certero balazo en la cabeza.

"Vamos a ver si están repartiendo la caja", le había propuesto esa mañana Walter Campos, un chico que cargaba con varios antecedentes, a un amigo menor de edad que lo acompañó hasta la esquina de Olivé y Cabal. En ese lugar miles de vecinos esperaban desde temprano la entrega de raciones. Era el día después de los saqueos que habían forzado la renuncia de De la Rúa.

Allí estaba la madre de Walter, con sus otros seis hijos. Cuando pasadas las 11 de la mañana mataron a su hijo, no pudo dejar de asociarlo con la conflictiva historia que ligaba al muchacho con la policía: "Cuando lo encontraban en la calle con la bolsita (aspirando pegamento) siempre lo seguían y por eso tenía la costumbre de rajar", dijo entonces Gregoria Luna. Y contó que otras veces "cuando estaba cirujeando a la noche lo llevaban a la seccional 20ª para que limpie".

La persecución del chico comenzó después de que una mujer alertara a los policías que custodiaban la entrega sobre la presencia del muchacho. Los agentes de la comisaría 20ª, que vigilaban una medida que en otras circunstancias no hubiera requerido de su presencia, salieron a la caza de Campos cuando el chico comenzó a correr, seguido por su amigo, en dirección al arroyo Ludueña. La versión policial sostiene que hubo un tiroteo a lo largo de dos cuadras, hasta el otro lado del arroyo, donde Olivé se cruza con la calle 45. Allí, cerca de unos arbustos, la policía dijo haber perdido de vista a Campos.

"Tiré a la cabeza porque no tenía otra opción". Quien asumió en estos términos haber matado al muchacho es uno de los tres especialistas en tiro de las Tropas de Operaciones Especiales, el sargento Omar Iglesias, quien había presenciado el enfrentamiento desde la mirilla telescópica de un subfusil 9 milímetros en cuyo manejo era experto. El oficial sostuvo que por eso pudo ver que a escasos 5 metros de los arbustos merodeaba el policía de la comisaría 20ª Sandro Ojeda, quien no se había percatado de la presencia de Campos, acostado "cuerpo a tierra".

Walter Campos -siguió Iglesias- llevaba en su mano derecha un revólver calibre 22 largo. El sargento supuso que el chico estaba a punto de dispararlo para ejecutar a un colega indefenso. Y tiró. Sin más remedio, dijo, que hacerlo primero al aire y luego a la cabeza: "No me quedó otra opción que disparar hacia el bulto más visible, que era su cabeza". La alternativa de herirlo en otra parte del cuerpo, justificó Iglesias, hubiera causado una reacción refleja en los músculos del joven por la que, irremediablemente, hubiera disparado contra el uniformado.


Un fiscal con muchas dudas
La explicación técnica convenció al juez de Instrucción Nº 13, Osvaldo Barbero, quien sobreseyó a Iglesias. Pero el ciclo judicial no se cerró con ese dictamen. Los pedidos de revisión que promovieron los actores civiles Carmen Maidagan y Federico Garat llevaron el expediente hasta la Cámara Penal, al punto que el caso no está del todo cerrado: el fiscal de Cámaras José María Peña intercedió ante la Corte Suprema porque entiende que se violó el debido proceso, algo sobre lo que el máximo tribunal aún no se expidió.

Tras revisar el expediente, los tres jueces de la Sala IV de la Cámara obtuvieron una certeza: "Campos tenía el claro propósito de asesinar al policía". Para ellos, no hay dudas de que el tirador mató para evitar otra muerte y por eso mantuvieron el sobreseimiento. Antes de resolver, ordenaron algunas medidas para representarse mejor el terreno: un croquis más fiel y algunas mediciones con la participación del propio imputado. Sin embargo, no accedieron al pedido de la parte civil para que se hiciera la reconstrucción del crimen. "Con esa medida se hubiera comprobado si la versión de Iglesias tenía asidero o no", cuestionó la abogada Carmen Maidagan.

Esta omisión llevó al fiscal a adquirir una certeza bien distinta en torno al caso Campos: la de que no se investigó lo suficiente. "No hay evidencia de que haya sido necesario quitarle la vida a Campos", piensa Peña, quien considera que hoy la sociedad no puede saber si "la muerte de un menor por un experto tirador fue realmente justificada".

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Walter Campos murió al recibir un disparo.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados