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 miércoles, 17 de diciembre de 2003

Legisladores mafiosos SA

Dicen que el miedo es el mejor aliado del poder. Pero al parecer, con la confesión del ex secretario parlamentario del Senado, Mario Pontaquarto, hubo un quiebre en los códigos mafiosos que maneja la clase política. Pontaquarto confesó que fue el encargado de pagarle casi 5 millones de pesos (en ese tiempo equivalían a 5 millones de dólares) en sobornos a los senadores, en abril del año 2000, para que aprobaran la ley de reforma laboral. Este escándalo reafirma lo que es vox populi, que los políticos sólo están en el poder para delinquir. Seguramente hubo y hay coimas en diputados, hay coimas en cada provincia, en cada municipio, y por lo que ahora se ha descubierto, ésta es una práctica parlamentaria profusamente utilizada pero que había permanecido celosamente oculta a la vista del público. Necesitamos muchos más pontaquartos arrepentidos para sanear el Congreso y la Argentina. Queremos saber cuánto cobraron para votar la ley de quiebras, la ley de patentes, para aprobar y luego suspender la ley de intangibilidad de los depósitos, para votar la ley tapón, para derogar la ley de subversión económica, para regalarle 15.000 millones de dólares a los banqueros corruptos que robaron a sus pequeños clientes y tantas centenares de leyes, sancionadas previa entrega del sobre con la coima correspondiente. La confesión del arrepentido sirve para ver cómo los dos partidos mayoritarios están comprometidos en la compra y venta de leyes. Pese a la gravedad de la denuncia, están las sospechas generalizadas de que "nada pasará" ya que entre bueyes no hay cornadas, o en el mejor de los casos, todo terminará con un "accidente" o "suicidio" para el atrevido Pontaquarto, quien sabiendo los códigos mafiosos de los legisladores, tomó la precaución de hacer salir del país a toda su familia. Las declaraciones del ex secretario son apenas la punta del iceberg de un Congreso nacional que trabaja como una asociación ilícita y son además la mejor prueba del profundo abismo que existe entre la casta política y la sociedad. Ya lo dijo San Agustín en el siglo V: "Si el Estado cae en manos de gente sin conciencia, que actúa usando el poder y las leyes en beneficio propio sin importarles el bien común, o si manipulan la justicia para defender intereses particulares en lugar de proteger principios éticos universales, entonces se convierten en una banda de ladrones".

Alberto Seoane



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