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 domingo, 30 de noviembre de 2003

Rosario desconocida: torres en el horizonte

José mario Bonacci (*)

Si el sendero de las cúpulas marca sugerencias en la valoración de la ciudad a través de su indagación, la presencia de torres no le va en saga. El número de estos elementos es menor respecto de aquéllas, pero valioso para la sublimación estética del lugar en que se vive. Son piezas arquitectónicas de la tradición histórica, ajustadas a deseos y necesidades locales. Con igual fervor empleado en la ubicación de cúpulas, recorramos un horizonte de torres firmes y erectas asociadas a la inmensidad del firmamento.

Respecto de los templos, las que más se destacan están en el Corazón de María, de Viamonte 1585; el Santísimo Sacramento, de bulevar Oroño 3475; el de Nuestra Señora del Carmen, de avenida Pellegrini 1561; el de San José, San Martín 1795; la iglesia catedral; María Auxiliadora, de Presidente Roca 290; y el del Perpetuo Socorro, en avenida Alberdi 580.

Entre las torres civiles, es otra vez el Monumento a la Bandera quien se destaca con sus 62 metros de piel unitaria y descarnada en travertino romano, aunque por el incremento de la construcción en la zona, se mimetice un tanto, perdiendo algo de su visión directa y clara especialmente desde el río, por haber sido superado en altura por edificios del entorno. A la altura de Rioja sobre el borde del río está la roja torre de la entrañable Estación Fluvial, contrapuesta al horizonte de islas, agua y cielo, sin lidiar con vecinos inoportunos.

En Córdoba 1452 al Palacio Minetti de espectacular remate y nervaduras que recorren su cuerpo se le agrega la pirámide escalonada, base de las esculturas superiores, dando un golpe de efecto urbano. Visto por Córdoba desde el este, el edificio habla el idioma de las torres en horas de crepúsculos, pues sus detalles se vuelven difusos, exaltando el valor de su perfil general con vigor.

La estación de FF.CC en bulevar 27 de Febrero y Juan Manuel de Rosas, presenta una escenográfica fachada divisable desde el eje de esta última calle, y remata en un modelo de cúpula único en la ciudad. Es digna de mención a pesar de su tamaño la torre de cúpula azul de la Escuela de Policía en Alem 2052. Por otro lado, tres torres se incluyen entre los edificios más viejos de la ciudad y por ello resultan entrañables. Se insertan en la memoria y emocionan a pesar de que al menos en dos casos la ciudad en crecimiento las haya "encarcelado" ocultándolas relegadas a un cierto abandono. Ubicadas en Salta 2045, bulevar Oroño 150 y el encuentro de Whellwrigth con Paraguay, fueron tratadas extensamente en esta serie con fecha 3 de agosto último.


Las verdaderas reinas
Para cerrar este horizonte, nada mejor que apelar a dos torres, verdaderas "reinas" en el tema, ambas notables y paradójicamente opuestas en todo. Sólo hay que considerar edades, proporciones, estilos, detalles y funciones, sintetizado en la afirmación de que una es "varonil" con fortaleza visual y la otra suma características deliciosamente "femeninas". Desde luego sin ignorar consideraciones sobre su verticalidad manifiesta y el simbolismo e implicancias en el campo psicológico. Las dos son eje principal de la composición, una en los antiguos tribunales de Plaza San Martín y la otra en el Palacio Fuentes, esquina de Santa Fe y Sarmiento.

El primer edificio descuidado desde siempre bajo la responsabilidad oficial y el segundo podría decirse "mimado", con tareas de restauración a través del programa de conservación del patrimonio que impulsa la Municipalidad local. Un edificio, como el más venerable entre los viejos según valoración de don Hilarión Hernández Larguía, uno de nuestros maestros, y el otro, magnífico recuerdo de un país granero del mundo y agradecido testimonio de un inmigrante que hizo florecer aquí su hogar y la fortuna de respaldo para semejante hito urbano. El primero enfermo en su desnudez agónica y como si fuera poco castigo, reciente víctima de un asesinato cultural irresponsable, descontrolado, produciendo casi la muerte de un museo y amputaciones a una facultad. Embate de ignorancia y ceguera contra cultura y memoria.

El segundo, rico y orlado por huellas de arte greco-romano entre otros, y merecedor de ser observado desde el ingreso a La Capital para ver "un coro de voces" entre la bella torre y el juego de múltiples chimeneas en su terraza. ¿Quién puede negar que descubrir esto puede llegar a ser fascinante?

La magia de Italo Calvino, eterna fuente de recurrencia, hace que Marco Polo relate a Kublai Kan una de sus "ciudades invisibles": "... y caminando tres jornadas te encuentras en Diomira, ciudad con sesenta cúpulas de plata (¿las de nuestro relato?), estatuas de bronce de todos los dioses (¿Palacio Minetti, sala Lavarden, Jockey Club, Monumento?), calles de estaño (¿el brillo en Oroño?), un teatro de cristal (¿los reflejos del Banco Nación, o de Telecom?). Es propio de Domira que quien llega una noche de mayo cuando los días se acortan y lámparas multicolores se encienden todas juntas (¿letreros luminosos?), se pone a envidiar a los que creen haber vivido ya una noche igual a ésta y haber sido felices...". Los paréntesis nos pertenecen. El relato de Calvino integra el capítulo de "las ciudades y la memoria".

¿Es posible incorporar colectivamente algo de su magia al cuerpo de piedra de la ciudad? ¿Es lícito construir ilusiones o sueños sobre la propia aldea que elegimos para vivir? ¿Podemos fortalecer día a día el sentimiento de felicidad por pertenecer a un lugar? Comprobarlo bien vale la pena, ya que alguien ignoto sentenció que "sin identidad individual y colectiva, no hay memoria".

(*)Arquitecto

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La descuidada torre de los ex Tribunales.

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