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 domingo, 30 de noviembre de 2003

Salarios. El laboralista Jorge Elías hace foco en los pobres que tienen empleo
"Hoy cualquier derecho se valora más que el de los trabajadores"
El abogado dice que la gente se sensibiliza más por los pingüinos empetrolados que por los que ganan 200 pesos

El abogado laboralista Jorge Elías brinda siempre el mismo ejemplo: "Si en este país alguien habla de los pingüinos empetrolados de la Patagonia, todo el mundo se sensibiliza. Pero la gente no se preocupa de los trabajadores que en el supermercado hacen de pasantes, trabajan 10 horas por día y ganan 200 pesos".

Para el profesional, la anécdota sobra para ilustrar que actualmente "cualquier derecho está más valorizado que el derecho de los trabajadores", lo que permite explicar en parte por qué los promedios salariales de los empleados son tan bajos. "A excepción de Capital Federal o la Patagonia, los sueldos promedio colocan al trabajador por debajo de la línea de pobreza -señaló Elías- cuando históricamente en Argentina el que tenía un empleo no era pobre, sino que era pobre el que no tenía trabajo".

Así descripta, la situación impone nuevas prioridades: "Ahora el problema no son sólo quienes no tienen trabajo, sino los que lo tienen y no pueden vivir", advirtió.

-¿Cuándo comienza este proceso que deja al trabajador en condición de pobre?

-Tiene dos etapas. El primer intento fue durante el gobierno militar, que no acusó mucha desocupación pero empobreció enormemente a la gente porque el reparto de riqueza fue muy desigual. Y lo terminó de completar la década menemista, que tuvo mucha más conciencia de lo que estaba haciendo, donde la desigualdad en el tema del ingreso fue hasta un objetivo de Estado porque se pensaba que generaría el crecimiento que no teníamos y que después, con la famosa teoría del derrame, la riqueza concentrada arriba caería sobre todos.

-Cosa que nunca pasó...

-Y creo que ya nadie piensa que podría pasar. A tal punto es así que hoy estamos en un proceso contrario. Asistimos a un fenómeno donde la sociedad se da cuenta de que se equivocó y estamos pensando totalmente al revés. Ya nadie dice que hay que bajar los sueldos ni desproteger al trabajador.

-¿Cómo se traduce esto en la práctica política?

-Esta idea de reactivar la economía a través del consumo y para ello subir los sueldos es un giro copernicano en relación con lo que se planteaba antes. Diría que hay una vocación clara de quienes conducen la economía y de la sociedad para llegar a esto. Ahora, falta hacer mucho. Hay que empezar a valorizar el trabajo. Siempre insisto con que en este país cualquier otro derecho está más valorizado que el derecho de los trabajadores. Si alguien habla de los pingüinos de la Patagonia todo el mundo se sensibiliza, se moviliza y se preocupa. Pero la gente no se preocupa de los trabajadores que en los supermercados hacen de pasantes, ganan 200 pesos y trabajan 10 horas por día. Y lo mismo pasa con los derechos de los consumidores. Ese mismo ciudadano que como consumidor está tan protegido social y políticamente es un absoluto paria cuando va a trabajar.

-Lo que complica la posibilidad de mejorar su condición...

-Por eso necesitamos que el problema del empleo, la calidad y el nivel de salario sea un problema de Estado. Que tanto empresarios como funcionarios empiecen a discutir cómo aumentar los sueldos y cómo crear un círculo virtuoso para que eso contagie al resto de los sectores productivos. Pero todavía falta mucho. Los sindicatos han perdido la gimnasia porque no se negocian sueldos desde hace años. Los empresarios no quieren ni oír hablar del tema. Y, encima, ambos tienen además serios problemas de representatividad. Esto es lo que debemos poner de pie: hay que hacer un gran pacto social, pero no como los que se hicieron en la época de Menem para legitimar el despojo, sino uno de verdad.

-Esta semana los empleados públicos de la provincia volvieron a sacar a la luz su reclamo de recomposición salarial y lo propio hicieron los bancarios. ¿Se puede pensar que el año próximo la disputa por aumentos va a estar más presente?

-Podría ser, pero los sectores sindicales aún están muy debilitados y el temor de la gente a perder el trabajo es muy grande. Hay trabajadores que tienen dificultad para decir "me voy a mi casa porque se terminó mi horario de trabajo" o "quiero estar registrado". En esto no sólo hay que generar un poder sindical más fuerte, sino una especie de coraje individual o colectivo para decir "no abrimos hasta que nos paguen". Hay pocos sectores con coraje para hacer eso. Acá la gente se queja mucho de los paros de colectivos y tiene motivos. Pero hay que reconocer una virtud: los trabajadores del transporte tienen sueldos más altos que los demás, cobran en término y no hay empleados en negro. Si la gente pudiera juntar coraje, animarse, volverse más solidaria y luchar por sí misma estaríamos dando un paso importante.

-¿Qué sector de los trabajadores está más desfavorecido en Rosario?

-Los supermercados están de moda como paradigma del mal empleador, pero en la pequeña empresa el problema es todavía más grave, porque cuanto más chica es peores son el sueldo y las condiciones de trabajo. Otro dato a tener en cuenta es que el trabajador en negro gana la mitad o menos que el registrado. Esto es un fenómeno típico de las pequeñas y medianas empresas, y no siempre ocurre porque haya problemas de rentabilidad. La pequeña y mediana empresa, que tanto se reivindica como el motor de una democracia económica, también debe poner las barbas en remojo y empezar a pensar honestamente que antes de generar tanta utilidad hay que pagar los sueldos de convenio.

-¿Qué papel juegan los controles del Estado en este tema?

-El Estado tiene mucha dificultad para poner en marcha el ejército de inspectores que necesita. Si todos cruzáramos los semáforos en rojo no alcanzarían los inspectores de tránsito, y acá estamos hablando de que la mitad de la gente está en negro. Es un problema serio y, si bien las inspecciones son indeclinables, también hay que crear otros mecanismos para combatir este tipo de situaciones.

-¿Por ejemplo?

-Alentar a que la gente se sienta protegida para efectuar un reclamo, porque habitualmente reclama una vez que la echan y sólo se ofrecen reparaciones póstumas. El trabajador no quiere que un abogado haga un juicio y gane mucha plata, quiere tener un empleo digno y no perderlo. Por otro lado, también debería haber un mayor control en todos los pasos de la cadena productiva. Es decir, que si una empresa grande terceriza trabajos exija el cumplimiento de las normas laborales a sus subcontratistas. Porque incluso se da el caso de proveedoras del Estado que no cumplen con nada. El problema de hoy no es tanto la falta de leyes protectoras, que con algunos defectos y heredando los males de la década pasada todavía sobreviven, sino que no se cumple con lo que está vigente.

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"Hay que generar un poder sindical más fuerte".

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