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 domingo, 30 de noviembre de 2003

Lecturas
El teatro que reinventa el mundo
Las variaciones GoldbergGeorge Tabori. Adriana Hidalgo, editora.Buenos Aires 2003. 120 páginas.

Leonel Giacometto

La escritura dramática es muy diversa en su forma de abordarla, en su forma de escribirla y en su forma de leerla. Existen tantas formas de escribir teatro que se pueden encontrar textos que, si bien fueron escritos para ser montados en una supuesta puesta, pueden ser abordados por el lector sin la necesidad de que éste sea un entendido en la materia, y sólo por el placer de la lectura misma. Pero la génesis del texto teatral, entendámonos, es una parte de un todo. Uno abre un libro de teatro y, seguramente, adoptará dos posturas: puede ver (leer) un texto mal o bien escrito o, justamente, sentir que se halla ante una parte de un todo, importante pero no suficiente. Es que el hecho teatral es el resultado de la reconstrucción de hechos, acciones, conceptos, relecturas y fantasías de un -pequeño o no- grupo de personas especializadas en distintas áreas bajo un único fin: el espectáculo teatral. El autor -el dramaturgo-, las más de las veces, no deja de ser uno más (según la técnica de escritura dramática que emplea o ha empleado), o se entremezcla con el director bajo un mismo nombre, una misma función.

Ahora bien, "Las variaciones Goldberg", de George Tabori (Budapest, 1914), se publicó en nuestro país a raíz (y siguiendo el curso) del éxito que resultó la puesta de esa obra durante el transcurso de 2003, en el Teatro General San Martín de la ciudad de Buenos Aires, bajo la dirección de Roberto Villanueva, y con las actuaciones principales de Alfredo Alcón y Fabián Vena. Si bien el texto se encuentra muy por debajo de otras obras de este autor ("Mi madre coraje", 1979; "Jubileo", 1983; "Los caníbales", 1986; y la impresionante "Mein Kampf, farsa", 1987 -estrenada en nuestro país en 2001, bajo la dirección de Jorge Lavelli-), la puesta (y la relectura) que de esta obra hizo Villanueva demuestra, por un lado, el talento de este director; y, por otro, que Tabori escribe para los devenires escénicos; o sea, que escribe para ser leído y releído una y otra vez.

Como casi todas las obras de este autor, "Las variaciones Goldberg" está estructurada en base a un interesantísimo juego entre ficción y realidad. La narración (dramática) es un relato múltiple que funciona en distintos niveles, realidades o dimensiones donde se entremezclan diversos géneros (teatrales). En principio, cuanta los sucesos de un ensayo teatral en Jerusalén ("metateatro" o, siendo más claro, "teatro dentro del teatro"). El (insoportable) director Mr. Jay (Alfredo Alcón, en la versión porteña) quiere poner en escena un espectáculo basado en la Biblia) desde el Génesis hasta el instante mismo de la crucifixión de Jesús). Está secundado por su asistente, Goldberg (Fabián Vena), sarcástico, humillado y finalmente sacrificado (y crucificado). Entre el ensayo propiamente dicho y las relecturas de la Biblia se entrecruzan las dos dimensiones, las dos realidades escénicas. Entre las microhistorias de vida de los personajes (actores, asistente y técnicos) y las escenas bíblicas, Tabori reestructura una (nueva) visión judeocristiana de la existencia, burlándose constantemente de todas las convenciones religiosas.

Una de las virtudes del texto, que por momentos resulta algo obvio y vanamente irreverente, es, justamente, la firma, la naturaleza misma de la escritura de Tabori. Si no hubiera sido por los terribles acontecimientos de su vida (campos de concentración, padre asesinado en un horno, entre otros), George Tabori, quizás, nunca hubiera alcanzado a producir el escalofrío y la mueca de risa que su teatro produce. Aprovecha la idiosincrasia del humor judío, que no se ríe del (ni con) otro sino de sí mismo para hallar, de algún modo, una reafirmación de cultura e identidad propia.

Otra de las relecturas que se desprenden de "Las variaciones Goldberg", y que se suma y se funde al cruce de los tiempos bíblicos con los actuales, es una especie de homenaje al teatro mismo. Hay una sensación que recorre toda la obra (sobre todo en la puesta de Roberto Villanueva): es la idea de que el teatro, con sus ensayos y funciones, recrea, reinventa el mundo, dándole siempre a todo un nuevo o diverso significado. En el teatro, según las variaciones de Tabori, se inventa el amor, el odio, la piedad, el prójimo; todo lo contemporáneo tiene su proyección hacia el pasado, y hasta deja entrever que el antisemitismo no es un invento exclusivo de los nazis. Una y otra vez, en sus variaciones, el hombre se enfrenta a la expulsión del Paraíso o a la crucifixión de Jesús. Una y otra vez, como al final de la obra: "Bueno, otra vez desde el principio. ¡Telón!".

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