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 miércoles, 12 de noviembre de 2003

Aprender a ser padres
Una asociación internacional con sede en Rosario propone herramientas para mejorar la relación con los adolescentes

María Laura Favarel / La Capital

Leer y escribir son materias básicas de la enseñanza, sin embargo ¿cuándo se enseña a escuchar? Tal vez alguno deje de leer estas líneas por considerar que ya lo sabe. Sin embargo, las falencias en la comunicación desatan malos entendidos, discusiones y hasta divisiones familiares, pérdidas laborales y aislamiento social. La Asociación Internacional para la Educación Familiar (ver recuadro), con sede en Rosario, propone "enseñar a ser padres" y tomar a la familia como "la principal empresa" donde prime la comunicación y el proyecto común.

"Si le dijera a alguien que en poco tiempo puede solucionar su situación familiar, tal vez crea que es imposible. Sin embargo a partir de la comunicación, mejorada desde una escucha empática, se pueden disolver tensiones y lograr una convivencia cordial", explicó María Claudia Natalí de Alban, consultora familiar de la asociación, docente y madre.

"Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Así como nos preparamos durante años para ejercer una carrera o entrenamos para un deporte, también se hace necesario aprender a ser padres", explicó la especialista.

Como madre optó por capacitarse para afrontar mejor la educación de sus hijos. "Los padres nos damos cuenta de que educar hoy no es lo mismo que ayer. Antes no existía Internet, ni la influencia de los medios de comunicación; había más tiempo, no cabía la inseguridad y la brecha entre padres e hijos no era tan profunda", dice María Claudia.


Niveles de escucha
La mirada, los gestos y hasta la indiferencia comunican, pero lo más poderoso y directo es el lenguaje escrito u oral. En la comunicación se pueden dar distintos niveles:

* "Papá firmame la nota del cuaderno de comunicaciones", pero el niño vuelve a la escuela sin la firma. Esta es una escucha ignorada, porque el padre no prestó atención a la solicitud del niño.

* "Mamá cuando vengas de la oficina necesitaría que me traigas hojas para la carpeta", "bueno, como no" responde su madre, pero las hojas nunca llegan. Su mamá, apabullada por las obligaciones no pudo escuchar.

* Otra manera de escuchar es seleccionar la información que interesa y anteponer los prejuicios. "Llegué tarde porque había paro de colectivo". La mamá le contesta "vos siempre llegás tarde". En este caso poco importó lo que estaba transmitiendo el hijo, y la madre centró la escucha en su prejuicio. Lo mismo sucede cuando el adolescente plantea que desea abandonar los estudios. Los padres pueden responder "a tu edad nunca se me hubiera ocurrido cosa semejante", evaluando la situación desde su postura.

Estas actitudes son rápidamente percibidas por los adolescentes, quienes se cierran al diálogo con sus padres, y optan por buscarlo en quienes los escuchan con atención.

* La escucha empática es la que logra la comunicación efectiva. Se trata de escuchar con la intención de comprender al otro. "Los padres tenemos que entender qué nos dice nuestro hijo, por qué piensa así y cómo cree que puede solucionar la situación que se le presenta". De esta manera se logra abrir el diálogo e intercambiar opiniones.

"No significa que siempre vamos a estar de acuerdo", aclaró Alban, "porque no es lo mismo empatía que simpatía. Sin embargo, esta escucha no prejuzga, no interpreta a quien habla, sino que trata de concentrar la atención en lo que otra persona comunica desde su interior".


Tiempo para hablar
Los padres necesitan esforzarse por comprender a las nuevas generaciones a quienes les tocan vivir situaciones alejadas de la realidad vivida por sus progenitores. "Es importante empezar de a poco, incluso, desde el embarazo podemos aprender a escuchar a nuestro bebé que con sus movimientos se comunica", comentó Alban. "Si el niño crece siendo escuchado las dificultades en la adolescencia serán mucho menores", recomendó.

Si bien no se trata de practicar la empatía todo el tiempo, la consultora familiar sugirió sentarse a hablar y "negociar". "No es lo mismo escucharlos mientras revuelvo la cacerola que dedicar un tiempo para charlar con ellos, sabiendo que aquello que me cuentan les significa una verdadera preocupación". También recomendó pedirles opinión sobre distintos temas.

En cuanto a la actitud de los padres, Alban mostró tres opciones diferentes: autoritarismo, permisivismo y escucha empática. La primera se da cuando, por ejemplo, el joven plantea una salida con amigos y el padre le responde: "No salís porque yo soy tu padre y te digo que no". En el segundo ejemplo, sería así: "bueno, si a vos te parece, si todos tus amigos van, andá. Te espero hasta la hora que llegues, no importa cuál". Mientras que en el último caso, sería practicar la escucha empática a través de preguntas abiertas tales como "¿por qué querés ir?, ¿por qué te gusta estar con esa gente?, ¿en qué considerás que te vas a enriquecer?, ¿creés conveniente volver a esa hora?" u otras.

Esto último invita al adolescente a hablar y a fundamentar lo que hace. "De esta forma se abre el camino para que conozcamos a los hijos, para que aprendan a tomar decisiones y a responsabilizarse de sus acciones", explicó Alban. "Responsabilidad es la habilidad para responder. En cuanto el niño tenga habilidad para responder a lo que se espera de él los estamos educando para ser responsables", agregó.

Cuando resulta imposible lograr el diálogo fluido, Alban aconsejó tener mucha paciencia y reiterar la conversación pausada, explicándoles cuánto los beneficia cumplir con su palabra.

"En la familia lo más importante es tener un proyecto común. Para ello es fundamental el tiempo que le dedico a mis hijos, sentándome, escuchándolos y mirándolos a los ojos", concluyó María Claudia.

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"Es fundamental escuchar a los hijos", dijo Alban.

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