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 domingo, 09 de noviembre de 2003

Apertura 2003
Superclásico de incógnitas
Se enfrentan en el Monumental desde las 16. Boca le lleva 6 partidos de ventaja a River en el historial

Boca va primero, sí, pero en las últimas dos semanas se cansó de recibir malas noticias: sacó un solo punto de los últimos seis y San Lorenzo le respira en la nuca; se lesionó Carlos Tevez, su as de espadas; y el miércoles su equipo de repuesto quedó eliminado de la Copa Sudamericana después de caer 4-1 ante Atlético Nacional de Medellín.

River es semifinalista de la Copa Sudamericana, sí, pero su presente dista mucho del que sus hinchas imaginaban cuando a mediados de año llegaron Salas y Gallardo: está a nueve puntos de Boca, una distancia virtualmente irremontable si se repara en que quedan dieciocho unidades en juego; el nivel futbolístico no convence ni entusiasma sino que genera dudas grandes; y la seguidilla de lesiones lo tiene a maltraer.

Así, más preocupados que tranquilos, más atribulados que felices, River y Boca saldrán a jugar hoy en el Monumental la edición 173 del superclásico. Será a partir de las 16, con arbitraje de Horacio Elizondo y televisación en directo de TyC Max.

Si el clásico representará para River la posibilidad de ofrecerle una alegría grande a sus hinchas y de paso complicarle un poco más el campeonato a su viejo rival, para Boca será uno de los dos filtros más complicados que le quedan en su búsqueda del título (el otro será San Lorenzo, el jueves 20 de este mes).

River, quedó dicho, viene un poco lejos de la punta, pero la posibilidad de ganarle a Boca es un plato que su gente daría todo por degustar, en especial porque desde 1991 a esta parte tuvo muchos más sinsabores que festejos en los superclásicos.

Acaso un poco más relajado porque en los clásicos siempre suele dar un plus extra, Boca vive la vigilia en un clima de aparente mayor confianza que su rival.

Un ejemplo: mientras los jugadores de River dicen que el de hoy es un partido que "hay que ganar" y lo definen como "una final", los de Boca se atreven a vaticinar un triunfo con precisiones y todo. Roberto Abbondanzieri dijo que ganan "2-0, con goles de Iarley y Schiavi", y Antonio Barijho, el reemplazante de Tevez, prometió un triunfo con un gol suyo.

Al margen de las cuestiones psicológicas, que en el fútbol pesan y mucho, la sensación es que Boca está más armado y compacto y que posee un oficio del que carece su rival.

Ausente Tevez, Boca seguramente perderá repentización y desequilibrio en los últimos metros y dependerá más de su rendimiento colectivo que de alguna inspiración individual.

En River ocurre todo lo contrario: como el equipo no responde como tal, sus posibilidades parecen más supeditadas a alguna genialidad de Daniel Ludueña o a algún acierto de Fernando Cavenaghi, su implacable goleador.

Las principales incógnitas de River recaen en el mediocampo, porque le cuesta tener la pelota, y en la defensa, por su fragilidad crónica.

En la práctica realizada ayer en el Monumental, Manuel Pellegrini paró como titulares a Daniel Ludueña y Darío Husaín, reemplazantes de Luis González (tiene un golpe en el tobillo e irá al banco) y Alejandro Domínguez, lesionado en la derrota 1-0 del miércoles ante Libertad de Paraguay.

Carlos Bianchi, quien como técnico nunca ganó en el Monumental, hará tres cambios en relación con el equipo que empató sin goles con Independiente: Joel Barbosa por el lesionado José María Calvo, Raúl Cascini (cumplió su fecha de suspensión) por Miguel Caneo y Barijho por Tevez.

La hora del clásico se acerca. Será con un estadio lleno y con más de mil policías en el operativo de seguridad. Que sea una fiesta, repleta de fútbol y vacía de violencia.

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Cavenaghi quiere volver a gritarle goles a Boca.

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