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 domingo, 09 de noviembre de 2003

Desde cubierta. La Capital recorrió el río desde San Lorenzo hasta el Saladillo
La aventura de navegar frente a Rosario en un buque carguero
El puente y el gran tránsito deportivo fluvial son algunos obstáculos a sortear. El papel crucial de los prácticos

Pablo R. Procopio / La Capital

El práctico de puerto habla con el capitán y casi en el mismo instante pide permiso a la estación costera de Prefectura para comenzar las maniobras de desamarre. "Todo a babor (izquierda), muy despacio adelante", ordena al timonel en inglés, idioma omnipresente. El carguero Aristidis D sale de San Lorenzo rumbo a Polonia. Su peso ha aumentado ostensiblemente; está repleto de harina de soja. No es fácil partir desde la terminal de cargas, menos aún al estar emplazada en la costa del Paraná, un río cambiante, impredecible y sólo apto para baqueanos. El buque irá aguas abajo y deberá enfrentar varios obstáculos, como la intensa navegación por la zona y el mismo puente Rosario-Victoria. Hace 20 días, en una situación similar, una embarcación casi idéntica estuvo a punto de chocar con la conexión vial y, quizás, provocar un desastre. El paso de los navíos de gran porte entre las aguas del río marrón no permite que ningún detalle quede librado al azar. La Capital abordó una de las tantas embarcaciones de cargas que se ven ir y venir desde cualquier sitio ribereño de Rosario. Una experiencia única.

El carguero es modelo 1983, "cumplió 20 años como la (vuelta de la) democracia argentina", bromean los prácticos (ver aparte) que tienen la responsabilidad del mando de la nave. En total son tres: el de puerto, Horacio Pintos, que se encargará de moverla de la costa hasta ubicarla en posición de salida hacia el sur, y dos más, Sergio Zauci y Luis Lons, quienes asesorarán al capitán sobre cómo y por dónde transitar durante la navegación por el Paraná. Los prácticos se pondrán al frente de la conducción del barco, aunque se encargarán de dejar en claro que, si bien sus sueldos suelen ser abultados, la profesión que desempeñan es "tan estresante y desgastante como la de los controladores aéreos".

Las dimensiones del Aristidis D evidencian su magnitud. Es un "pulk carrier", para cargas a granel. Aunque tiene una fisonomía distinta a la de los que portan tanques o containers (ver página 4), no hay dudas de que se presenta como Gulliver ante los veleros, botes, lanchas particulares y de pasajeros, piraguas, kayacs, optimists y hasta los cruceros que surcan el Paraná. Con bandera (de conveniencia) chipriota, tiene 183,50 metros de eslora (largo), una manga (ancho) de 26,60 y su puntal (alto) llega a 15 metros con un calado de 10,776. En el interior todo aparenta estar ordenado y limpio. Los pasillos fueron decorados con carteles sobre determinadas reglamentaciones marítimas y pósters de paradisíacas playas internacionales. El buque lleva 26 mil toneladas de harina de soja, muchas más que su propio peso, que supera las 20 mil. Esta carga fue recibida en dos terminales de San Lorenzo, de las firmas Quebracho y Vicentín.

Hace casi un día y medio que amarró en la última planta. Pero recién después de ese lapso pudo emprender la salida. A las 14.10, las tapas de las bodegas ya fueron cerradas, aunque hay polvillo (de soja) por todos lados: vuela, se huele, se palpa. Antes de que el Aristidis llegue al mar, la cubierta será manguereada. El agua dulce no arruina el buque.

Después de 1 hora y 20 minutos, el práctico Pintos recién logra retirar el barco del sector de la terminal. Si bien lleva sobre sus espaldas 21.160 maniobras, la tarea no fue fácil. El buque comenzó a moverse a 4 kilómetros por hora hacia el norte. Es que, aunque debe dirigirse en sentido contrario, hay que "subir" hasta encontrar el lugar ideal para girar. Cada movimiento que ordena el práctico es supervisado por el capitán, un griego que parece afable y no opone demasiada resistencia ante sus decisiones. De todos modos, el jefe del barco está visiblemente nervioso; camina, se mueve de un lado al otro, observa y recién respira cuando el Aristidis ya enfila aguas abajo.

El momento de tensión se terminó, el barco ya está sobre el canal principal. Y un dato resume todo: de repente, el capitán se fue a dormir.

El práctico de puerto finalizó su tarea y abandona su sitio a bordo de una lancha. Ahora es el turno de los otros dos, quienes tendrán que seguir tripulando por el Paraná. El próximo obstáculo previsto será pasar debajo del puente.

Sin embargo, empiezan a aparecer situaciones que no figuran en las cartas de navegación. El bote de un pescador se cruza en el camino y comienzan a verse lanchas por todos lados. Es que el clima del sábado a la tarde es inmejorable para disfrutar del río.

"Parece que lo hacen a propósito", se queja Lons al ver que algunos navegantes cruzan casi pegados al carguero. En eso, recuerda una anécdota: "Una vez un pescador me dijo que tenía que maniobrar más adelante, y que no lo molestara; no podía creer que él me estuviera dando indicaciones". Generalmente, al notar que muchos ni se mueven ante la sirena del barco, los prácticos directamente suelen advertirlos a los gritos desde cubierta. En ciertas posiciones, se pierde la visión y las pequeñas embarcaciones pueden ser aplastadas.

El Aristidis ya va a 14 kilómetros por hora y toma velocidad hasta llegar a 18. Así, frente al parador Puerto Pirata, Lons recuerda su peripecia cuando salvó a otro buque de que se estrellara contra el puente. Precisamente, en ese lugar el Red Azalea había producido un black out, es decir, se quedó sin marcha y parecía que indefectiblemente chocaría contra la estructura.

Esta vez, para el Aristidis la circunstancia será diferente. Al comando de la nave, Zauci comenta: "Empecé a cambiar la dirección y estoy girando a estribor (derecha)". Luego argumenta: "Es necesario pasar por el centro del Rosario-Victoria". Según el experto, la conexión vial "es una valla más a sortear en el trayecto, pero menos problemática que una vuelta muy pronunciada con un barco grande; sin embargo, todo puede llegar a tornarse peligroso si hay problemas en la navegación". Pero esta no es la ocasión.

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El Aristidis se acerca al puente Rosario-Victoria.

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