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 domingo, 09 de noviembre de 2003

Lecturas. Edición bilingue de Amelia Rosselli
Los fondos de las formas poéticas
Poesía. Variaciones bélicas / Espacios métricos

Leonel Giacometto

Amelia Rosselli (París, 1930-Roma, 1993) fue (es) una de las más importantes poetas italianas del siglo pasado. Buceó, principalmente, en el trabajo de la lengua para resignificar los duros trances de su vida, la cual, como un designio quizás inconsciente para sí, puso al servicio (si esa es la palabra) de la poesía. Hija de Marion Cave y Carlo Rosselli -asesinado en 1937 junto con su hermano en un atentado organizado por los servicios secretos fascistas-, en 1940 se trasladó con su madre y sus hermanos a Londres y luego a los Estados Unidos. "Nacida en París atormentada por la epopeya de nuestra generación / engañosa. Recostada en América entre los ricos campos de los pudientes / y del estado público. Habiendo vivido en Italia, país bárbaro. Fugada a Inglaterra país de gente sofisticada...", escribió.

Rosselli viajó a Italia a los 16 años y vivió varios meses en Florencia, donde tomó conocimiento de la muerte de su madre, que estaba en Londres. Triste, adjetivo que surcaría su existencia, consiguió trabajo como traductora y se mudó a Roma, donde estudió literatura, filosofía, matemáticas y musicología. Allí comenzó a escribir poesía y fue Pier Paolo Pasolini quien la descubrió y la elevó a la luz pública presentando en la revista "Menanbò 6" algunos poemas de "Variaciones bélicas".

De esta manera, ingresó al ambiente de los artistas neovanguardistas (quienes practicaban, como procedimiento poético, el "lapsus"), de los cuales, con el tiempo tomaría distancia. "El tema de los lapsus -decía Pasolini sobre los poemas de Amelia- es un pequeño tema secundario con respecto a los grandes temas de la neurosis y del misterio que recorren el cuerpo de estos poemas". Ella estuvo largo tiempo internada en un hospital neuropsiquiátrico. Este elemento vivencial fue, quizás, la clave de su devenir poético.

Pero, sin lugar a dudas, el argumento principal, la base motora de la poesía de Amelia Rosselli es (fue) la lengua; entendida ésta en el sentido general de lenguaje como facultad humana, como instrumento de exploración, de experimentación, y, obviamente, de creación. Hablaba italiano, francés e inglés y esta triple unión de conciencia lingüística, social, cultural y literaria es (fue) el marco referencial de su innovadora poesía.

Sin embargo, Rosselli escribía en italiano y con ello, de alguna manera, había un intento de vuelta al origen, de una "vuelta a uno mismo" desde una lengua que luego las complejidades del vivir cotidiano hicieron, para ella, una lengua extranjera. Verse adentro desde un afuera forzado.

"Tal es la brutalidad que se desmayan los santos viendo caer la fealdad / de la sangre por los agujeros. / Son las palabras las que nos engañan. Son los cobardes los que nos tienden / los hilos del desengaño", escribió en "Variaciones bélicas".

Esta última obra fue publicada por primera vez en 1964. Le seguirían "Serie hospitalaria" ("Il Saggiatore", 1969) y "Documento" ("Garzanti", 1976), entre otros. La edición de la editorial marplatense Melusina viene acompañada de "Espacios métricos", un pequeño pero potente ensayo que la autora dejó como testimonio y en el que, por ejemplo, se sugiere a los poetas el uso de la máquina de escribir (o de la computadora, para hablar de nuestros tiempos) en lugar de la escritura a mano. "Tipeando, puedo por un instante perseguir una idea quizás más rápida que la luz", dice.

Pero lo más significativo de Amelia Rosselli en "Espacios métricos", que puso fin a su vida en 1993, es cuando habla de la forma de entender el momento exacto en que esa sucesión de palabras caprichosamente acomodadas en un papel y que lleva el nombre de poema, cobra vida y significado/significante (sobre todo para quien lo escribe): "... era necesario, buscando los fondos de la forma poética, hablar... de la sílaba, entendida de manera no tradicional, sino como una partícula rítmica. Subiendo por esta materia todavía insignificante, yo daba con la palabra entera, entendida como definición y sentido, idea, pozo de la comunicación. Generalmente, la palabra se considera como definición de una realidad determinada, pero suele vérsela más como un «objeto» a clasificar y subclasificar, que como idea. Yo, en cambio (...) consideraba hasta el «el» y el «la» y el «como» como «ideas», no tan sólo como nexos o precisiones de un discurso referido a una idea. Yo me basaba en el concepto de que el discurso entero indica el pensamiento, o sea de que la oración (con todos sus colores funcionales) vendría a ser una idea un poco más compleja y manejable, y de que la oración sería la exposición lógica de una idea no estática como la que se materializó en la palabra, sino dinámica y «en evolución» y a menudo también inconsciente...".

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