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 domingo, 09 de noviembre de 2003

Reportaje
Hiroshi Matsushita: "Los dirigentes siempre tienen miedo de perder el liderazgo"
El autor de "Movimiento Obrero Argentino" sostiene que el gobierno de Kirchner significa la continuación de los gobiernos populistas

Su libro "Movimiento obrero argentino" es un manual. Nadie que estudie los históricos factores de poder en la Argentina moderna puede obviar su obra. Hiroshi Matsushita llegó a Rosario invitado por el VI Congreso Nacional de Ciencia Política para hablar de la relación entre Estado, trabajo y sindicatos y si bien dice que desde Japón no es fácil obtener informaciones del polo sur, Internet lo pone al tanto de las cuestiones que le interesan. Es profesor del programa de doctorado de Estudios de Cooperación Internacional de la Universidad de Kobe, en Japón, y su relación con esta parte del mundo también es sentimental. Casado con una argentina y apasionado por las contingencias de un país en constante transformación, dice que la estrategia laboral de Menem se basó en la negociación con los dirigentes sindicales escindidos de la base la obrera y que la figura de Kirchner es estimulante aunque juega sus cartas no en las legalidad sino en su legitimidad.

-¿Por qué afirma que en Argentina hay una continuación de gobiernos populistas?

-El populismo se basó en la posibilidad de hacer una redistribución de la renta, cuando los recursos eran abundantes y la política laboral no se basaba sólo en la promoción de los derechos. Es el caso de Perón. Ya en la primera presidencia de Menem los recursos escaseaban por la limitación financiera impuesta por Fondo Monetario Internacional. Lo llamativo es que Menem carece de recursos sin embargo mantiene cierto apoyo popular y sindical.

-¿Cómo explica esa dicotomía?

-La táctica de Menem es incorporarse al imaginario de la gente con actitudes populares como jugar al fútbol con Diego Maradona y jugar el tenis con Guillermo Vilas, entre otras posibilidades. Esas prácticas documentan la identificación de su personalidad con el pueblo. Esa situación se acentúa en sus políticas que perjudicaban los intereses obreros, sin embargo logra mantener el apoyo de los compañeros, especialmente en las elecciones de 1995.

-Pero la habilidad política no garantiza apoyo popular...

-Es verdad, pero en este caso hay un elemento fundamental: Menem es peronista y el grueso de los trabajadores son peronistas. Esta es una coincidencia lapidaria entre el dirigente Menem y los dirigentes obreros y la base. Esa combinación puede explicar una parte del apoyo que Menem ha tenido a pesar de su política laboral contraria a los intereses de los obreros.

-¿Cómo cree usted que se construye ese apoyo?

-Por ejemplo, la ley de obras sociales fue la que más oposición suscitó entre los sindicatos. Menem negociaba esas leyes a cambio de una determinada porción de poder, como el aterrizaje de (Luis) Barrionuevo en el Pami. Allí está el secreto de su política, en reproducir esa práctica.

-¿Esa negociación habla de una escisión entre los dirigentes y las bases obreras?

-Por supuesto, hay una clara disociación entre la clase dirigente y la base. Los dirigentes forman parte de una clase que siempre tiene miedo de perder el liderazgo. Síntoma de una política contraria a los intereses obreros. El problema era satisfacer las demandas laborales y satisfacer los pedidos políticos de Menem. En esa relación, a los dirigentes sindicales no les convenía enfrentar violentamente al gobierno, porque perdían sus privilegios. Por eso, la CGT se divide en dos.

-¿Eso quiere decir además que adherían a las políticas neoliberales?

-En abril de 1990 me entrevisté con el dirigente de la CGT justicialista Guerino Andreoni. Le pregunté por qué apoyaba a Menem. Me dijo que el viejo esquema del Estado basado en la sustitución de importaciones que beneficiaba a las grandes masas ya no existía, que había entrado en un estancamiento hacía casi un lustro. Me impactó mucho su respuesta porque era una visión nueva del protagonismo obrero y muy a favor de la política neoliberal que lanzaba Menem. Ahora bien, si el movimiento obrero se reúne bajo esta bandera neoliberal en la Argentina, entonces no existía el problema político. Luego, en marzo de 1992 me entrevisté con los disidentes que luego de la reelección de Menem manifestaron abiertamente su disconformidad con las políticas menemistas. Esa protesta fue aumentando en forma de piqueteros u otras manifestaciones similares de resistencia.

-¿El Menem de la primera presidencia es el mismo de la segunda?

-Al contrario de lo que piensan todos, Menem fracasó en su segundo período en su política de acelerar los cambios tendientes a una mayor flexibilización laboral. Al final de su mandato, Menem no pudo resolver esos problemas y los dejó en manos de De la Rúa. Debido a la preocupación de éste por satisfacer al FMI, aceleró la sanción de leyes laborales, con los conocidos escándalos de las coimas en el Senado. (El entonces vicepresidente) Chacho (Alvarez) quiso hacer una política severa contra esos procedimientos de corrupción, pero no pudo. Allí comenzó el derrumbe.

-Usted habla también de otros actores políticos en ese período. ¿Cuáles son?

-Hay una relación muy estrecha entre la masa obrera y la iglesia católica. Cuando se discutían los proyectos laborales, la iglesia católica intervino a favor de la clase obrera. Esta relación me llamo mucho la atención. Había algunos sectores de la iglesia católica que siempre apoyaron a los obreros, pero ahora era la jerarquía eclesiástica la que ayudaba al movimiento obrero para que las leyes laborales no sean tan perjudiciales.

-¿Los movimientos de resistencia han reemplazado a los sindicatos?

-Eso todavía está en discusión. Creo que son nuevas corrientes del movimiento obrero en el sentido global. Hoy eso movimientos están bien organizados pero tienen escaso apoyo de los sindicatos. En realidad son asociaciones que intentan actuar en forma diferente a como actuaron los sindicatos. Lo que no sabemos es que si ese fenómeno puede terminar pronto o es una nueva tendencia en consolidación dentro del movimiento obrero argentino y latinoamericano.

-¿Cuál es la base de esa promoción?

-El distanciamiento de diferentes sectores obreros del Partido Peronista y del sindicalismo obrero organizado.

-¿Cómo se entiende la construcción identitaria de esos movimientos basada en el no-trabajo, porque se denominan a sí mismos trabajadores desocupados?

-Ya hay movimientos parecidos en Francia y China. Si se identifican de esa manera, no hay futuro para ellos. Si un miembro de esa organización consigue trabajo, ¿deja de formar parte de la organización?

-La identificación va más allá de un trabajo para un miembro de la organización...

-Esta bien, pero, ¿hasta dónde llega la identificación? ¿Hasta que todo el mundo consiga trabajo? Si es así, el futuro del movimiento se circunscribe al objetivo final: conseguir trabajo.

O. V.

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