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 domingo, 02 de noviembre de 2003

Rosario desconocida
Pichincha de vida triste

José Mario Bonacci (*)

La Enciclopedia Espasa Calpe, señala que: "Arqueología es el estudio de monumentos y civilizaciones del pasado, hechos distantes, usos y costumbres, restos físicos, hallazgos, etcétera". La entrega anterior se continúa en la presente y deben tomarse como una unidad. Si Pichincha fue la calle de mayor movimiento prostibulario, otras vecinas integraron también ese pasado.

Calle Suipacha al 155/163 mantiene intacta la fachada del Instituto Antivenéreo o dispensario que registraba las revisaciones semanales de las pupilas en su libreta de salud. Vecino hacia el norte estaba un Café Cantante donde continúa su fachada art decó. Enfrente, al 150, sobrevive el Royal con fachada irreconocible y nombre cambiado. El hotel conserva el ingreso con mayólicas y detalles naturalistas con garzas y flores propias de la estética prostibularia.

Jujuy, también con casas desaparecidas, muestra hoy el España al 2980, con fachada modificada y salida por Suipacha. Más adelante frente al Casino, el Internacional, transformado en geriátrico, conserva completo su frente, incluida la escultura en su borde superior. Siguiendo hacia Ricchieri está el Moulin Rouge abandonado y con fachada tapiada.

A pesar de estas casas públicas, Jujuy desde Suipacha a Ovidio Lagos, era un poco "la calle de la diversión" que cobijó comederos y fondas brindando música y actuaciones como "La flor de Andalucía", en Jujuy y Suipacha vereda norte. A media cuadra hacia Pichincha, siempre de igual lado, estuvieron "El forastero" y "La gran siete", bodegones desaparecidos.

Sobre esta vereda y vecino al Casino estaba la "Clínica X", que cobraba la higiene a hombres que hacían uso de prostitutas en prevención de enfermedades venéreas. Se interponía luego un prostíbulo y culminaba en Pichincha con los nombrados Teatro Casino y "Varieté de doña Julia".

En la cuadra siguiente, vereda sur, estaba también El Fortín, boliche regenteado por la prostituta libre apodada "la pata sucia". Llegando a Ovidio Lagos, la ochava suroeste era el afamado restaurante concert La Carmelita y enfrente al noroeste, El Infierno. Juntos recibían a cantores, poetas y bohemios.


Fachadas reformadas
Otros restos que pueden reconocerse a medias son los boliches El Aviador y La Maravilla, ochavas sureste y noroeste respectivamente de Salta y Suipacha, con sus fachadas reformadas.

En Salta 2836, la fachada de "El Noi" remite al pasado, y al 2955, en agosto de 1932 el cine "Metropol" compartió la vida del barrio para cerrar en 1940 y reabrir como "Normandie" en 1941, cuando ya se había ejercido por decreto el cierre de prostíbulos. Como último testimonio hoy permanece en ochava suroeste de Salta y Lagos la Farmacia de la Universidad.

Antes de Pichincha-barrio, los prostíbulos eran con patio a cielo abierto y piezas enfiladas con alero. Las nuevas casas sumaron tecnología de valor: techo vidriado y corredizo sobre el patio como defensa contra agentes naturales. Facilitaron la calefacción, así como la presencia de orquestas, mesas para beber, y 24 horas funcionando con colas en turno frente a cada pieza. Hubo el caso de una pupila con 50 servicios en un día, a manera de verdadero estropajo humano.

El Mina de Oro y el Chantecler hoy mantienen el techo vidriado. El segundo convertido en cochera deja ver la pared medianera forrada en mayólicas (Ricchieri 27). Y Madame Safó, también con el techo corredizo, sumaba además una salamandra con cuerpos desnudos y pinturas de prostitutas en las piezas hechas por Munné. Esto fue desguazado y vendido en Buenos Aires. Existían en altura "cuartos de pupilas" para hacer sus "descansos" unidos a planta baja por escalera de mármol.


Casas en los prostíbulos
Al cerrarse los prostíbulos se unieron dos habitaciones y se agregan al patio la cocina y el baño externos. Otra pared separa las viviendas de una circulación y la escalera queda al fondo, integrada a la última unidad: es el caso del citado "90" en Pichincha 48, o el Petit Trianón, enfrente.

Reabre el Casino y el 10 de abril de 1959 asistimos a la puesta teatral de "Qué noche de butifarra". Lo más fiel al ambiente es lo imaginado por su autor en "Fellini-Roma". Saliendo vemos en la esquina a Alfonso Alonso Aragón, poeta y rey de los carnavales, como escena demasiado perfecta para el archivo de la nostalgia.

En Estados Unidos el día anterior moría Frank Lloyd Wright uno de los padres de la arquitectura moderna. Cayetano Silva autor de La Marcha de San Lorenzo, fue padre de Luis G. Silva. Zinni lo entrevista en "El Rosario de Satanás". Luis o "el negro Silva", nuestro tío político, nos lleva a un boliche y cancha de bochas en Callao 164/154 ya desaparecido para conocer "personajes del mundo prostibulario". De pronto estuvimos frente a un viejito indefenso, acurrucado por el frío, de pañuelo blanco al cuello y le dimos la mano: era el Paisano Díaz, que murió años después en el asilo de Necochea y Ayolas. Era la última imagen de un matón y cuchillero feroz, explotador de mujeres protegido por gobiernos de turno, y protagonista de hechos ya borrosos en la historia de Pichincha.

El barrio podría haber tenido una redención valiosa: lavar el pasado reconvirtiendo su patrimonio en lugares de cultura. Imaginar Ricchieri peatonal de 300 metros, un Casino restaurado como teatro, rincones verdes, un prostíbulo destinado al "Museo de la mala vida", otros para historia de la mafia, sedes de instituciones, atelieres de artistas, salas de exposiciones, librerías, cafés concerts, peñas variadas, mercados de pulgas y todo lo imaginable.

Pero la ciudad, siempre lenta, perdió la oportunidad por décadas y todo se esfumó en un aquelarre de intervenciones inconsultas y remiendos baratos, fiel muestrario de errores y desatinos estéticos inconciliables. Vencieron el descuido, la parálisis y el desamor por la historia y su identidad. Dolorosamente sin remedio. Turísticamente lamentable.

(*) Arquitecto

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