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 domingo, 12 de octubre de 2003

Un notable cambio en la declaración de Tulio

Hay una diferencia sobresaliente entre lo que dijo Tulio a doce horas de los crímenes, cuando fue detenido en una casa semiabandonada de Funes, y lo que comentó ayer en su primera declaración en Tribunales. El acta de detención describe que, al ser detenido, el chico explotó en sollozos. "No lo quise hacer... no lo quise hacer...", dijo. Esa actitud el viernes ante el juez se modificó. "No me acuerdo de nada de lo que pasó en ese momento", afirmó.

La distancia entre una y otra declaración es la que va desde admitir a no admitir la responsabilidad en lo ocurrido. En la primera frase "no lo quise hacer" se desliza conciencia de que algo ocurrió en lo que se asume protagonismo. La segunda afirmación "no me acuerdo" implica ausencia de conciencia del acto. Aquí ya había un abogado y una estrategia de por medio.

Esta distinción implica un cambio de planteo. Incluso el chico el viernes trató de explicar por qué al ser detenido dijo que no había querido hacer lo que hizo. "Tenía el sentimiento de que había pasado algo malo", confesó.

Un detonante no se activa sobre el vacío, sino sobre un relieve de conflicto que lo permite. No por nada, especialmente en psicoanálisis, las profundidades de las angustias empiezan a indagarse a partir de lo que Sigmund Freud llamó "la novela familiar". En la historia familiar de los Adorna tiene que haber claves de las motivaciones para llevar a actuar a este chico de 17 años, adorado por sus amigos, considerado un buen alumno en el Instituto Nazareth y sin ningún antecedente conflictivo.

* La familia y la plata. ¿Qué dijo Tulio de su familia anteayer? Señaló apenas que lo mortificaban los conflictos de pareja entre sus padres. Destacó que Alberto era muy mujeriego y autoritario. También que sabía que existía un problema de dinero en el matrimonio que concernía a su hermana. En Funes ya se habló de eso hasta en cifras: 40 mil pesos. Se dijo incluso que Tulio se los llevó a la casa abandonada. La policía, consultada por La Capital, negó tal cosa. "No requisamos la casa, hubo una vecina en el lugar. No había dinero allí".

* La extraña broma. El chico sostuvo que el sábado a la tarde su padre empezó a hacer los bolsos y le dijo que se iba de su casa. Que se angustió por eso y que cuando partía en su Porsche él se interpuso delante del portón. Entonces su padre, según su relato, se bajó, le dio un abrazo y le dijo: "Era una joda, quería ver hasta dónde me querías". Después comieron un pescado asado por su madre. Que la pasaron bien en la cena y que él se angustió pensando que ese clima no habría sido posible si su padre, como anunció, se iba a la tarde. Y que ese pensamiento lo llenó de ira. Esa fue su última sensación. Luego tiene flashes de su madre y abuela gritando. Tulio dice que se recuerda con algo en la mano que, supone, es un arma.

* La droga. El chico admite que consumía marihuana y otras sustancias. Su defensa pidió que se lo destinara a un centro de rehabilitación para adictos. Si fuera adicto en lugar de un consumidor ocasional, puede conjeturarse, ya podría haber hecho un síndrome de abstinencia en su lugar de detención. Hasta ahora no hay noticia de tal cosa.

* Las armas. Ya había trascendido que Tulio decía que sabía usar las armas de la casa. El viernes dijo que con su padre hacían puntería en el patio con esa pistola con el silenciador.

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