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 domingo, 12 de octubre de 2003

en voz baja
La llama de la metáfora se encendió luminosa
Si usted tiene alguna propuesta para enviarle al futuro gobernador santafesino, lo podrá hacer en la dirección web sumandoideas.com.ar, la nueva página de Internet donde Jorge Obeid lo recibirá a toda foto y, tras un largo mensaje de bienvenida, lo exhortará con un sorprendente mensaje final. Aquí va: "Porque no queremos ser un fuego bobo que no alumbra ni quema. Porque queremos arder la vida con ganas. Nos hemos preparado para el desafío de gobernar esta provincia y los convocamos a acompañarnos". Harán falta muchos bomberos para apagar tanto fuego. Pero ¿qué fuego querrá ser el ingeniero? Una pista se encuentra en una precedente cita de Galeano, en la que se distinguen fuegos grandes y chicos, de todos los colores, serenos y locos. Bobos serían "los que no alumbran ni queman". Parece que ha llegado el realismo mágico a la Provincia Invencible. Cabe esperar que no sea para incendiarla. Y menos mal que Obeid no quiere ser el bobo. Ojalá lo logre.


El mozo que se quedó con la silla de Serrat
Emilio, uno de los mozos más reconocidos del ex bar El Cairo reveló ayer el malestar y la melancolía de quienes trabajaban y concurrían a ese tradicional espacio rosarino, hoy cerrado y con demorados proyectos. Mientras el lugar permanece con sus ventanas cubiertas y sillas apiladas, todo abandonado como desde el día en que cerró, el mozo contó que uno de los recuerdos tangibles que guarda del lugar es la silla en la que estuvo sentado Joan Manuel Serrat el 27 de enero de 1993 cuando vino a cantar a Rosario y tomó un café en el bar. ¿Se viene el museo de los recuerdos?


Qué será de ellos fuera de casa
Aunque la noche rosarina no tiene el relumbrante brillo de otras latitudes, no deja de atraer con algunas de sus tentaciones a los viajeros ocasionales. Los habituales "orejas" que reportan para esta sección aseguran haber visto en un sexi bar de la zona de la Terminal de Omnibus a un abigarrado grupo de visitantes porteños, algunos bastante conocidos, cuya presencia en la ciudad obedecía a estrictas razones profesionales. Aunque el oficio sea exigente, casi se diría de tiempo completo, ya se sabe que no se puede estar siempre trabajando. La necesaria expansión parece que no pasaba del consumo de algunas copas alrededor de una mesa, mientras la vista se halagaba con las observaciones de las delicias de la casa. Hasta que el entusiasmo de algunos los llevó a pasar al terreno de la acción y, quizá realizando antiguas fantasías tribales, brindaron su propio espectáculo de danza sobre el escenario. Eso sí, con escaso abrigo. Se explica: esa noche hacía bastante calor.


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