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 domingo, 12 de octubre de 2003

Memoria
A la vera de la discriminación
El libro "Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina", de Daniel Lvovich, remonta el mito de la conspiración judía a fines del siglo XIX y lo lleva hasta la actualidad

Mario Gluck

El ataque del diputado Alberto Pierri en los 90 a un periodista de origen judío, la "conexión local" del atentado a la Amia, las recientes declaraciones del Jefe del Estado Mayor del Ejército sobre un complot para adueñarse de la Patagonia, la profanación de tumbas judías en Santa Fe, y otros acontecimientos de distinta gravedad, hacen pensar que el antisemitismo político en nuestro país está lejos de ser un problema del pasado.

Pero el origen de este tipo de antisemitismo está en la Europa del siglo XIX, y su contenido se podría sintetizar en el "Mito de la Conspiración Judía". Según esa versión, los judíos representarían a las finanzas internacionales, la revolución socialista, el liberalismo, la pornografía o varias cosas a la vez; y su pérfido propósito sería la dominación del mundo. En este sentido serían un peligro para la integridad de cualquier nación y podrían llegar a justificar la acusación de espionaje a Dreyfuss en Francia, los pogroms en la Rusia Zarista y el Holocausto nazi.

Este mito es heredero del antijudaísmo tradicional cristiano, que acusaba a los judíos del pecado de deicidio, pero la diferencia fundamental es la connotación claramente política del antisemitismo moderno.

El historiador Daniel Lvovich dedica más de 600 páginas a hacer una arqueología del mito de la conspiración judía en la Argentina, rastreando su génesis en la época del consenso liberal (fines del siglo XIX), haciendo centro en lo que el autor llama "La larga década del nacionalismo (1932-1943)", en la que el mito tiene una activación política extraordinaria.

La primera comprobación que hace es que las creencias en una conspiración judía aparecieron tanto entre católicos como liberales en una época tan temprana como 1890, año en que se publicó "La Bolsa" de Julián Martel, libro donde se sintetizaban todos los motivos del antisemitismo político, paradójicamente en un momento en que la población judía en la Argentina, era prácticamente inexistente.

La contracara de esta afirmación es hallada por el autor en uno de los aportes más originales del libro: la recepción del caso Dreyfuss en la Argentina, que confirmaría la fuerza que tenía el consenso liberal en ese período y en el del nacionalismo cultural del Centenario. La primera activación política importante del antisemitismo fue en la Semana Trágica de 1919, llamada por el autor "El Gran Miedo de 1919", retomando el concepto del historiador francés Georges Lefebvre. El "Miedo" era el de las clases dirigentes argentinas, ante la posibilidad imaginaria de una revolución social, y generó represión a los trabajadores y a los judíos, considerados como bolcheviques o "maximalistas".

La investigación de Lvovich constata entre 1932 y 1943 el momento de auge del antisemitismo político, período en el que proliferaron las publicaciones y agrupaciones nacionalistas, que tenían como uno de los ejes centrales de su discurso el "problema judío". Con frecuencia estas agrupaciones realizaban ataques físicos contra individuos e instituciones judías, sin embargo su discurso funcionó como mito movilizador al interior y no generó mayores adhesiones en el resto de la sociedad.

En el mismo período la Iglesia Católica, a través de revistas como Criterio, desarrolló un discurso antisemita que retomaba algunos elementos del viejo antijudaísmo cristiano, como el pecado de deicidio, combinándolo con el moderno mito de la conspiración judía. El autor plantea la hipótesis de que el antisemitismo católico, fue mucho más influyente en el resto de la sociedad que el de los nacionalistas, ya que tenía el prestigio clerical y religioso y la posibilidad de diseminarlo desde las más altas jerarquías, hasta las más modestas parroquias.

En cuanto a las repercusiones del antisemitismo, dentro del mismo período, el autor indaga en uno de los capítulos acerca las distintas manifestaciones que tuvo en la sociedad civil y en las instituciones del Estado. En la sociedad civil no encuentra manifestaciones perdurables, salvo en instituciones deportivas y profesionales vinculadas a las elites sociales más encumbradas.

En el Estado el antisemitismo perduraría en las fuerzas de seguridad y en el ejército. El capítulo dedicado a la recepción de "Los Protocolos de los Sabios de Sión", demuestra la confluencia de nacionalistas y católicos en las creencias conspirativas de este libro. El escritor católico y nacionalista Gustavo Martínez Zubiría (Hugo Wast), en su obra El Kahal-Oro, retoma los motivos antisemitas de los Protocolos, teniendo una excelente repercusión en medios católicos y nacionalistas. Por último Lvovich, analiza la existencia de un antisemitismo estatal entre 1943-44, durante el gobierno militar en el que participa Juan Perón. Contra el mito generado en su momento, el caudillo habría construido su poder desplazando a los sectores antisemitas del gobierno.

Desde el punto de vista historiográfico el libro arroja nueva luz sobre el tema del nacionalismo, tomando un aspecto central de su discurso, que ya había sido constatado, aunque no profundizado, por otros autores como Cristián Buchrucker, Fernando Devoto y María Inés Barbero. Daniel Lvovich aporta nueva documentación como la prensa israelita y la de las organizaciones antifascistas, y reinterpreta en otra clave las fuentes nacionalistas y católicas.

Desde el punto de vista de un lector no especializado, el libro tiene la virtud de estar escrito en un lenguaje llano y ágil, a pesar de la profusa documentación que exhibe, y al mismo tiempo ser provocativo con los prejuicios y creencias que puedan tener algunos hipotéticos lectores. Por ejemplo, nacionalistas antisemitas que piensen que su opción ideológica fue compartida por gran parte de la población argentina, católicos de buena fe que se verán sorprendidos ante el discurso de la Iglesia; e incluso lectores que crean que el antisemitismo es una parte significativa de la cultura política argentina, verán bastante relativizado este punto.

Daniel Lvovich, investigó la génesis y el desarrollo, durante su período de auge, del mito de la conspiración judía. Los resultados de la investigación desestructuran las creencias acerca del antisemitismo político en la historia argentina, poniéndolo en un lugar importante pero no omnipresente, ya que en cada capítulo encuentra la comprobación de la existencia del fenómeno, pero también su contracara, tanto en la sociedad civil como en el Estado. Siguiendo esta argumentación, se podría plantear, junto con el autor, que el atentado a la Amia fue uno de los hechos de antisemitismo político más importantes de los últimos tiempos, pero su contracara fueron los miles de manifestantes reclamando justicia, con carteles que decían "Todos somos judíos".

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La Legión Cívica desfila ante las autoridades.

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