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 miércoles, 08 de octubre de 2003

Infierno doméstico. Cómo ocurrió el drama de Funes
Alicia Travagliante: "Entró como un loco, llevaba la pistola en la mano y me disparó"
Lo dijo la madre de Tulio, el chico que mató a su padre y a su hermano menor. La policía investiga si se drogaba

Osvaldo Aguirre - Hernán Lascano / La Capital

"Entró como un loco, con el arma en la mano y me disparó". Así recordó Alicia Travagliante a su hijo Tulio, poco después de que el chico diera muerte a su padre y a su hermano menor. En un arrebato de furia y sangre que ahora desafía todas las explicaciones, el joven disparó a quemarropa contra su madre, hiriéndola, golpeó a su hermana y salió de la habitación con la misma rapidez con que había ingresado.

Recién ahora parecen correrse algunos velos de la historia, aunque todavía permanecen como incógnitas los sucesos que pudieron hilvanarse para que un chico de 17 años, que era un buen alumno en la escuela, que era querido por su entorno, desatara un horror. El drama de la familia Adorna comenzó alrededor de las 21.30 del sábado pasado, en su casa de San José 2432, en Funes. Leandro, el hermano mellizo de Tulio, de 17 años, salió entonces de la vivienda, para ir a un cibercafé y quedó afuera del escenario de los hechos. Alberto Adorna, el padre, de 50 años, y Germán Jesús, de 16, estaban en el living, mirando el partido de Colón e Independiente en la televisión. Alicia Travagliante, de 49, se hallaba en el lavadero y Catalina Dártoli, la madre de Adorna, de 80 años, en una dependencia aledaña. Nadia, la hermana mayor, de 19 años, se bañaba.

El doble homicidio no tuvo testigos. Según la reconstrucción policial, Tulio Adorna tomó la pistola Bersa y el cargador que su padre guardaba en la mesa de luz del dormitorio. Tras ajustar un silenciador en el cañón del arma, disparó contra su progenitor y contra su hermano, que murieron en el acto.

Ajena al terrible suceso, Alicia Travagliante terminó de planchar la remera que Nadia quería ponerse esa noche para salir. Entonces se desplazó del lavadero (ubicado en el primer piso de la vivienda) hasta uno de los dormitorios. En el camino pasó por el living, sin prestar atención a su esposo y a su hijo. Aun se ignora el momento exacto en que atravesó el cuarto, es decir, si ocurrió cuando ya se había iniciado la tragedia.

La primera en advertir el horror fue la abuela de los chicos. Cuando Travagliante plegó la remera sobre la cama escuchó, desde el living, los gritos desesperados de Catalina Dártoli. Tulio le había disparado y ahora se dirigía en busca de su madre.

El chico entró como una tromba. La pistola Bersa que empuñaba todavía tenía colocado el silenciador. Alicia Travagliante escuchó una explosión, pero tardó en asociar ese sonido con la herida de sangre que tenía: no se dio cuenta de que su hijo le había disparado.

Nadia escuchó los gritos de su madre y de su abuela y decidió salir del baño, contiguo al dormitorio. Entonces vio a Tulio con el arma en la mano. El chico avanzó hacia ella, la tomó del pelo y la golpeó.

"Ví que mi mamá discutía con mi hermano. Sin decirme nada, mi hermano vino y me golpeó en la cabeza y en el hombro", recordó Nadia, en medio de la conmoción por lo sucedido.

Tulio dejó la habitación para ir a la cocina, donde recién dejó la pistola. Luego salió al patio y se fue de la casa por el fondo. Nadia corrió en la dirección opuesta, hacia el living: horrorizada descubrió allí los cuerpos de su padre y su hermano. Luego se apoderó del arma, porque temía que su hermano continuara disparando.

A su vez, la madre y la abuela, herida de levedad en el cuello, salieron por la puerta principal, en busca de ayuda. Un vecino llamó a un dispensario y al Comando Radioeléctrico de Funes.

Después de recibir las primeras atenciones en el dispensario, Alicia Travagliante y Catalina Dártoli fueron llevadas al Hospital Centenario. La madre, herida en el tórax, se enteró allí de la muerte de su esposo y de su hijo. La abuela supo de ello cuando la policía ya buscaba a Tulio. Los vecinos dieron entonces dos pistas importantes. La primera fue de resultado inmediato: el chico, contaron, acostumbraba a caminar hasta una casa en venta de Elorza y Dorrego, en cuyas escalinatas se sentaba. En efecto, allí fue hallado.

Cuando Tulio vio a los policías se puso a llorar. "No quise matarlos", dijo. Y fueron sus primeras palabras después del horror.

El interrogante clásico de un homicidio es la identidad del autor. En el doble crimen de Funes no hay misterio alguno al respecto. Las preguntas se plantean a propósito de las circunstancias en que el suceso pudo ocurrir.

En ese sentido parece jugar ahora una segunda pista aportada por los vecinos, según los cuales Tulio dijo que consumía drogas. Por esa razón una de sus amigas y vecinas decidió distanciarse del chico, hace dos meses.

Los investigadores policiales tratan ahora de averiguar si Tulio consumió alguna droga antes de matar a su hermano y a su padre. Si bien el chico se abstuvo de declarar, aceptó someterse a exámenes de orina, sangre y a una rinoscopia. El objeto de estas pericias es encontrar algún rastro de drogas. Igual propósito perseguirá el análisis de algunos elementos hallados en la pieza del chico.

Una amiga de Tulio dijo que lo había visto fumando marihuana y pronunció una frase que se presta para esa hipótesis. "Me dijo que no iba a fumar más marihuana en su casa, porque después hacía cualquier cosa", declaró.

La familia Adorna parecía preocupada por la seguridad, pese a que se encuentra en una zona residencial de Funes y tiene como vecino al ex jefe de policía de Rosario, Francisco Previtera, dueño de la casona "El paraíso de luces".

Adorna tenía la pistola Bersa al alcance de su mano, en la mesa de luz. Además guardaba en su casa una escopeta de combate calibre 12/70, marca Beretta, unos 60 cartuchos para esa arma y otra cantidad similar de calibre 357. Y el silenciador, un elemento quizá sofisticado para la defensa personal.

Los sobrevivientes de la familia Adorna dijeron que no se explican lo que ocurrió. No hubo una discusión previa. Tulio tampoco habría dicho que tenía algún problema con su familia.

Las declaraciones de los protagonistas a la policía son básicamente idénticas. "Vivíamos una relación familiar normal. Teníamos los problemas que puede tener cualquier familia", señaló Alicia Travagliante. "Nunca fue agresivo con nosotros", dijo Nadia Adorna. "Parecía una persona excelente", destacó una vecina.

Según el comentario coincidente de familiares y vecinos, Tulio es un joven callado, retraído y tenía una buena relación con sus padres. Entre esa descripción y el acto que llevó adelante se abre un abismo. La falta de una respuesta inmediata aumenta la urgencia por encontrar una solución. Lo cierto es que algo transformó a esa familia descripta como normal en una familia atravesada por la tragedia. Explicar esa distancia por el consumo de una droga o por algún otro fantasma por el estilo parece una interpretación tan simple como dudosa.

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La casa de San José y Galindo, en Funes.

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