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 domingo, 05 de octubre de 2003

Salta: Celebración de la Puna
Fiesta patronal en honor a la Virgen del Rosario y tradicional feria del trueque en Iruya

En la localidad salteña de Iruya hoy culmina la celebración de la fiesta patronal en honor a la Virgen del Rosario, con una singular ceremonia que conserva elementos tradicionales y moviliza a todo el pueblo. Perdido entre cerros y montañas, el pequeño poblado se viste de fiesta para recibir a los visitantes y venerar a su santa patrona, la Virgen del Rosario, cuya imagen permanece en la iglesia que data de 1753.

En los días previos a la celebración las mujeres trabajan para vestir a la virgen con sus mejores galas y adornan la iglesia con tules y gasas, que cuelgan desde el techo, preparando la fiesta.

A todo ello se le suma la fiesta del trueque. Para esta época las familias nativas instalan tiendas en el lecho seco del río Iruya, donde los turistas pueden ver cómo ofrecen sus productos a cambio de otros, muchos llegados desde Perú y Bolivia. Cada año cientos de pobladores puneños acuden a Iruya, que está a 317 kilómetros de la capital salteña, motivados por la fe y la necesidad de intercambiar productos y mantener viva una tradición originada en tiempos precolombinos.

Según las creencias de la gente del lugar, la Virgen del Rosario apareció en el momento de la creación del pueblo -a 2.780 metros de altura sobre el nivel del mar- en el mismo lugar en el que luego se erigió la iglesia.

Para llegar al pueblo hay que tomar la ruta nacional 9, desde Salta y 20 kilómetros después de Humahuaca, en Jujuy, subir a la provincial 133.

Desde allí se transitan otros veinte kilómetros por coloridas serranías hasta llegar al punto más alto del camino: el Abra del Cóndor, a 4.200 metros de altura, para luego descender por un zigzagueante sendero.

Al llegar a Iruya lo primero que se ve es la iglesia, ubicada a un lado del lecho del río, y detrás de ella, como escondido, está el pueblo, que parece detenido en el tiempo y donde sus pobladores viven sin prisa.

Tiene callecitas angostas y empedradas, con pronunciadas pendientes, casas blancas de adobe con techos de paja y patios con flores y árboles frutales.

El pueblo tiene una confortable hostería en la zona alta y varios residenciales para albergar a los viajeros que llegan.

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Los senderos de montaña atraen a los turistas.

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