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 domingo, 05 de octubre de 2003

Desaparecidos. El caso Gorosito, la masacre de Ibarlucea y la Quinta de Funes
Los territorios de la Causa Feced
El voluminoso expediente contiene historias paradigmáticas del accionar represivo en Rosario

Walter Palena / La Capital

La posibilidad de que la Justicia federal rosarina retome el "proceso penal pleno" de los crímenes de lesa humanidad permitirá llevar al banquillo de los acusados a casi un centenar de represores que actuaron en jurisdicción del II Cuerpo de Ejército. Por caso, será la primera vez que policías involucrados -algunos ya dados de baja de la fuerza- deberán recorrer tribunales para responder por varios casos contenidos en la voluminosa Causa Feced.

La denominada "causa madre" de los Juicios por la Verdad compila en sus 49 cuerpos -con más de 10.000 fojas- testimonios elocuentes sobre la represión en Rosario y el trabajo coordinado entre la policía y el Ejército para llevar a cabo el plan de exterminio de militantes políticos.

Aun a riesgo de caer en arbitrariedades, La Capital eligió tres hechos testigo para graficar la sistematización de la tortura, la ejecución y desaparición forzada de personas: el caso de Daniel Gorosito, la masacre de Ibarlucea y la historia ominosa de la Quinta de Funes.


"Blanqueo" y desaparición
En la mañana del 18 de enero de 1976, casi dos meses antes del golpe de Estado, Daniel Gorosito fue secuestrado cuando concurría al Hospital Provincial junto con su mujer (que estaba embarazada) y su pequeña hija Paula. Lo interceptaron tres hombres jóvenes vestidos de civil, quienes exhibieron credenciales de la Policía Federal y lo detuvieron. Ese mismo día un grupo de personas provistos con armas largas intentaron allanar la casa de los padres de Gorosito, en la zona sur de Rosario. La familia, entonces, presentó un recurso de hábeas corpus en la Justicia federal. Un mes después del arresto, se les informó que el militante del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) se encontraba en la Unidad 3, la cárcel de Riccheri y Zeballos.

Pero antes de ser blanqueado dentro de esa cárcel, es decir a disposición del Poder Ejecutivo nacional (PEN), Gorosito fue confinado en distintas dependencias policiales. Esto se llegó a comprobar porque ingresó a la Unidad 3 presentando graves signos de tortura en su cuerpo.

A partir de allí Gorosito es objeto de constante traslados y sometido a todo tipo de vejaciones. La condición de blanqueado no le otorgaba ninguna garantía, y él lo sabía, al punto que varios testigos le escuchaban decir que no iba a salir vivo de la cárcel. El propio jefe de policía de Rosario, Agustín Feced, le había anunciado que lo mataría.

Ya en plena dictadura, el 11 de mayo de 1976, Gorosito fue trasladado al penal de Coronda junto a otros 15 detenidos. En agosto regresó a la Unidad 3, donde permaneció hasta el 9 de septiembre, cuando vuelve a ser conducido a Coronda integrando un contingente de 170 presos políticos.

Un mes y medio después fue enviado nuevamente a Rosario. El episodio, según el relato de varios testigos, provocó protestas de los presos y diálogos con el subdirector del penal, Adolfo Kusidonshi, quien les dijo que Gorosito era requerido por los jerarcas del II Cuerpo y de la policía local.

Fue visto con vida por última vez el 28 de octubre de 1976 en La Favela, el centro de tortura que funcionó en el entrepiso del Servicio de Informaciones de la ex Jefatura. Al momento de su desaparición tenía 21 años.

Las pruebas y testimonios sobre los tormentos sufridos por Gorosito son abundantes y representa un paradigma de la impunidad del aparato represivo. En esta causa ya declararon ante el juez federal Omar Digerónimo varias personas que lo vieron con vida en los distintos penales o aquellos que compartieron una celda con él: Héctor Medina, Carlos Pérez Rizzo, Osvaldo Turco, Rubén Dunda y Roberto Rosúa.


La "valentía" de combatir
El ya fallecido Agustín Feced se ufanaba mostrando un álbum con fotos de personas muertas y contabilizaba a sus víctimas con marcas en la culata de su pistola. Le gustaba torturar a personas indefensas, perversidad que llevó al extremo cuando consumó uno de los hechos más siniestros: la ejecución a sangre fría de seis militantes en la llamada masacre de Ibarlucea. A principios del 2000, los periodistas de La Capital Osvaldo Aguirre y Gabriela Zinna relataron con minuciosidad la historia de esos homicidios.

La masacre ocurrió el 18 de diciembre de 1976. Seis jóvenes militantes políticos fueron asesinados en Ibarlucea por un grupo de policías rosarinos, a las órdenes directas de Feced. Las víctimas fueron Nora Elma Larrosa, Rodolfo Raúl Segarra, Horacio Humberto Melelli, Alberto Cristián Azam, Segundo Severino Núñez y Carlos Maximiliano Aguirre.

La ejecución fue encubierta como un tiroteo en esa localidad cercana a Rosario, según el informe de prensa que distribuyó el II Cuerpo. No obstante, dos días después otro comunicado del Ejército aseguró que las víctimas habían intentado copar la subcomisaría de Ibarlucea. Los seis militantes habían sido secuestrados en los días anteriores en diferentes operativos y llevados al centro clandestino de la ex Jefatura.

El asesinato múltiple, disfrazado de enfrentamiento, también fue constatado por el agente de la policía Carlos Pedro Dawydowycz, quien trabajaba en el mantenimientos de los vehículos que utilizaba el Servicio de Informaciones.

Según la declaración del policía, los seis militantes fueron sacados de la ex Jefatura con el pretexto de que serían trasladados a Coronda. Pero al llegar a Ibarlucea los hacen descender a unos 150 metros de la comisaría y los acribillan a balazos. El propio Feced ametralló el frente del edificio para hacer creer que se trató de un intento de copamiento de la seccional.

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