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 domingo, 05 de octubre de 2003

"Hay que hacer de los museos espacios de reencuentro y no circos muertos"
El enfoque pertenece a la especialista norteamericana Elaine Heumann Gurian

Laura Vilche / La Capital

Para la estadounidense Elaine Heumann Gurian los museos son prácticamente su vida. Son motivo de trabajo y la excusa para compartir con sus seres más queridos. Le contó a La Capital que un día desafió a sus siete nietos a que pensaran los temas que más les gustaría conocer y les ofreció buscar las respuestas en los museos. El más grande, de 8 años, propuso "los indios", otros pensaron en "los castillos medievales" y en "cómo se construye una casa", y la nieta de 4 años planteó saber detalles del "patinaje sobre hielo". A Gurian le faltó encontrar un museo para este último tema, pero pensó en una alternativa: llevó a todos sus nietos a patinar. La experiencia es reflejo de la labor que realiza Heumann Gurian para importantes museos de todo el mundo, y en ese marco estuvo en Rosario para dar un seminario en el Museo Castagnino. Se dedica a pensar ideas para atraer a los públicos más heterogéneos, evitando que perduren los museos como "circos muertos". Sus propuestas ya se pueden ver en el Museo de Indios Americanos del Smithsonian Institute, en el del Holocausto y el de Chicos -todos de Washington-; en el Leeds, de Inglaterra; en el del Transporte, de Canadá; y en el Centro de Ciencia, de Israel.

-¿Por qué hay que ir a los museos?

-Porque son lugares que albergan las historias de nuestra memoria. Sus materiales tridimensionales generan espacios de comunicación. La gente deja de ser sólo espectadora para meterse dentro del lugar donde ocurren los hechos. Dan la posibilidad de aprender a partir de objetos y son espacios cívicos, de encuentro.

-No siempre la propuesta es tan dinámica...

-Es cierto, pero la idea es cambiar esa lógica que algunos bautizaron en los años 30 como la de "circos muertos". Ustedes en Rosario tienen un buen ejemplo de lo que hay que hacer: el Jardín de los Niños, un espacio para nada pasivo. Hay que apuntar a eso, a recuperar la vida de los museos, a que le den la bienvenida a la gente.

-¿Cómo es eso?

-Es pensar que la función conduce a la forma. Se debe entrenar al personal de los museos en este sentido. Deben ponerse en el lugar del visitante en cuestiones importantes como que los baños funcionen y haya propuestas para sus distintas audiencias y formas de aprender: chicos, adultos, alguien que no puede caminar, un daltónico, gente que habla en otros idiomas y hasta aquellos que no leen. No deben ocuparse sólo de que el público no toque los objetos, porque esto implica ver al visitante como un invasor. Los museos deben ser de todos, no sólo de los especialistas.

-¿Son los museos como el de la Memoria de Rosario o el del Holocausto de Washington, lugares para los chicos?

-Suelo referirme a este tipo de museos como los de las malas noticias, y no siempre los pienso como los mejores lugares para los más chicos. En el de Washington se sugiere la visita a partir de los 12 años, aunque no está restringido, por el contrario, está abierto para todo el mundo. Sí nos aseguramos que los padres que llevan a sus niños sepan qué van a ver (al entrar un visitante allí se le entrega el pasaporte de una víctima del Holocausto con su número real de ingreso al campo de concentración y en el tercer piso hay una pila de zapatos de quienes murieron en las cámaras de gas). Es cierto que los chicos están expuestos a malas noticias, pero los más pequeños no pueden hacer algo al respecto, son víctimas emocionales, por eso no soy partícipe de exponerlos a informaciones que no pueden procesar.

-¿Es importante que los museos de las malas noticias se instalen donde realmente sucedieron los hechos?

-Hay poder en los sitios históricos, poder real o metafórico; un poder particular. Y cuando los museos de las malas noticias se levantan allí, la gente reflexiona sobre su propio comportamiento de una forma especial. No hablo de hacer sentir culpa o malestar consigo mismo porque a nadie le agrada ir a un lugar donde se siente mal, hablo de reflexionar. Pero no necesariamente estos museos se deben instalar en esos lugares, de hecho el del Holocausto funciona en Washington, y no en Europa.

-Usted sostiene que los museos deben crear múltiples espacios. ¿A qué refiere?

-A los cafés, los restaurantes, las tiendas de regalos y otros tantos ejemplos interesantes. La pirámide vidriada que se construyó como entrada en el Louvre (París) permitió que uno encuentre debajo un espacio múltiple y concurrido, parece una estación de subte, de hecho está conectada con una línea. Simula a una calle y la gente está rodeada de arte y de personas que dan la bienvenida en distintos idiomas. Otro buen ejemplo es Washington. En una zona hay unos nueve museos, y en uno de ellos funciona hasta un jardín de infantes.

-¿Por qué mucha gente visita los museos sólo cuando está de viaje?

-Porque la motivación de un turista está ligada al descanso y el esparcimiento. Pero tenemos que generar nuevas políticas, más abiertas, para que los museos funcionen en las propias ciudades como un club social, un lugar para el reencuentro, y sean visitados.

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Heumann Gurian, asesora de museos.

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