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 miércoles, 01 de octubre de 2003

Reflexiones
En la ruta insegura

Víctor Cagnin / La Capital

La ruta hacia el traspaso de mando en la provincia -tal como se caracteriza la vialidad santafesina- no es una carpeta azul, de sólido asfalto, perfectamente señalizada, regular, previsible y de acceso libre para todos. No. Es un camino arduo, con algunos trechos aparentemente llanos pero plagados de artilugios o espejismos, donde cualquier improvisado podría terminar en un accidente a poco de transitarlo. Es un sendero riesgoso, donde a menudo se paga peaje y llegar hasta el empalme puede resultar una eternidad.

No interesa por ahora saber los nombres del nuevo gabinete que conformará Jorge Obeid; de qué serviría entusiasmarse con todo el empuje, la creatividad y la inteligencia que le pueda imponer una figura impecable -sea en materia de seguridad, educación o salud- si aún faltan dos meses para que se haga cargo de la función. Sí resulta de sumo interés para todos saber con qué criterio, iniciativa, sentido del deber y convicción lo siguen haciendo quienes hoy se mantienen en los cargos. Porque la responsabilidad de lo que se resuelve o se deja de resolver en cada una de las carteras sigue siendo de quienes las conducen.

Se sabía que realizar las elecciones tres meses antes de la fecha de traspaso podía resultar un tiempo demasiado extenso para una realidad que exige otro ritmo de las instituciones del Estado. Pero las fechas electorales no tienen un equinoccio natural -como el sol de octubre que despierta hasta los metales- sino que responden a la arbitrariedad de las estrategias políticas de unos pactadas con las conveniencias partidarias de otros. En consecuencia, no puede sorprender que todas las acciones de gobierno que se procuren en ese interregno se perciban como escasas, se tiñan de sospechas, nunca parezcan atinadas y desaten un mar de rumores.

El tema de la seguridad de la población es, desde hace años, prioritario en la agenda de cualquier Ejecutivo, sea nacional, provincial o municipal. Se ha escrito profusamente sobre ella e implementado sucesivas iniciativas para garantizarla. Los resultados nunca pudieron cotejarse fehacientemente, porque cuando había pasado un período prudencial para realizar una medición consistente, era otro el jefe de la cartera de Gobierno, y otros los jefes de las distintas unidades regionales de policía.

La situación preocupa bastante y con razón. Son demasiadas las vidas que se pagan por la desesperación de los psicópatas sueltos en la sociedad, que no logran ser contenidos y mucho menos diagnosticados en toda su dimensión. Se sabe que el fenómeno tiene que ver con la exclusión, con una errática política de promoción social, con la desidia en materia de previsión y con un sistema carcelario que da más señales de colapso volcánico que de centros de reclusión y readaptación social. Desde luego, este panorama no es nuevo. Sucede que poco a poco la sociedad se ha ido resignando a vivir en un nivel de inseguridad del cual en otro momento hubiera jaqueado la estabilidad del propio gobierno.

Preocupan también los rumores sobre supuestas cajas que se disputan entre distintos grupos internos que habitan los organismos del Estado provincial. Se dice con mucha soltura que en más de un lugar están tratando de hacer buenas diferencias en el poco tiempo que les queda. Inclusive, hay quienes arriesgan más sosteniendo que algunas de esas cajas forman parte de la negociación entre lo que se va y lo que vendrá. Es decir la distribución de esos yacimientos imprescindibles para la futura combustión político-partidaria. Si así fuera, nada más despreciable.

La gente ha manifestado su repudio a los aparatos. No a los instrumentos del Estado, sino a los aparatos que se apropian de esos instrumentos concebidos constitucionalmente para servir a la comunidad. Se dirá: para controlar el desempeño de los distintos organismos del Estado están los Tribunales de Cuentas, tanto para la provincia como para el municipio. ¿Se conoce quiénes los integran? El de la provincia -recuerdan- no arrojó un fallo en ocho años. Aunque, vale reconocer, Santa Fe fue una de las provincias más prolijas en el manejo de la cartera de Hacienda.

La relación entre los aparatos partidarios, grupos económicos y funcionarios del Estado está llegando a su fin. Al menos, bajo la forma tradicional conocida en la Argentina. Quedó demostrado en Misiones con el abrumador triunfo de Rovira sobre Puerta. En Capital Federal, con Ibarra sobre Macri, quien contaba con punteros justicialistas. Y en nuestra propia provincia, donde la ciudadanía, hasta donde pudo con la boleta, discriminó a las figuras reconocidas de los desconocidos impuestos.

No obstante, para que el ejercicio de gobierno recupere la transparencia, regenere su credibilidad y abra paso a toda la potencialidad de recursos humanos desaprovechada aún faltan condiciones. Sería un gran aporte para ello, un buen ejemplo para los que vienen que, tanto el gobernador como el intendente de la ciudad, con los suyos, pusieran toda su energía en revertir las falencias de su gestión durante este interregno hasta el 10 de diciembre. Cortando lo que haya que cortar, reconociendo sus errores y dando curso a aquello que siempre pensaron y nunca se animaron a decir, realizar o denunciar. Nada mejor para la memoria colectiva que un gesto sublime, reivindicatorio, antes de partir.

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