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 domingo, 28 de septiembre de 2003

Jujuy: Regateo en La Puna
El mes próximo en La Quiaca se celebrará la Manca Fiesta con el intercambio de alimentos y pieles

Cuando llega octubre la gente de La Quiaca se olvida de los rigores del invierno y de a poquito, como tocados por la magia de los soles templados, comienza a preparar el espíritu para vivir la Manca Fiesta, su máxima reunión popular en el paisaje despojado de la puna jujeña.

A 3.442 metros el río La Quiaca se muestra atravesado por dos puentes, uno carretero y otro ferroviario. Este último, desactivado y herrumbrado, une la ciudad fronteriza con Villazón, pueblo boliviano del departamento Potosí.

A este encuentro milenario que se festeja el tercero y cuarto domingo del mes próximo, los quechuas lo llamaron Manca Fiesta y los españoles la Fiesta de las Ollas (vasijas de barro de muchos tamaños donde los puneños, de ambos lados de la frontera, traían las comidas que iban a trocar).

Porque la Manca Fiesta es el intercambio de alimentos, bebidas, pieles y adornos que pierden su valor material para adoptar el precio de lo que cada uno necesita. En el medio, como una manera de aventar los meses de soledad, en el despojado paisaje de la tierra seca aparece el regateo.

Los sociólogos concluyeron que tras el mutismo del invierno, muchos de los puneños que deambularon con sus rebaños en la soledad de los cerros sienten la necesidad de escuchar al otro, de ofrecerle lo que han elaborado y de hacerse, tal vez, de un poncho nuevo. O, sencillamente, de estar acompañados.

El regateo, ese dar y ofrecer, contestar y esperar, es la manera que encuentran para comunicarse en estos dos últimos domingos de octubre, cuando el mercado a cielo abierto de la ciudad los convoca con música, cantos y bailes.

El baile es precisamente la excusa que ese día, y sólo ese, les permite a las mujeres elegir compañero, tomar la iniciativa amorosa. De esa forma se inician muchos "serviñakuy" (concubinatos aborígenes legalizados por la cultura quechua).

La estudiosa Olga Latour, en su libro "Folklore y poesía", define a esta voz quechua como "amañamiento, matrimonio a prueba". Una vez que ella elige el hombre sólo tiene que decir "probemos", para que le respondan "probemos". Así de simple es esta unión.

Los concubinos saben que el cura los retará cada vez que pueda, pero no se dejan impresionar por sermones ni por las leyes de los hombres blancos. Y se mantienen aún más firmes tras lo que contó el pintor José Armanini, quien trabajó en Tilcara y cuyas obras están en museos de Uruguay y los Estados Unidos.

Armanini contó que asistió a un casamiento comunitario de "amañados", en Roquedal del Cerro Negro, poblado cercano a Tilcara, donde luego de casados como Dios manda a todos los atrapó la discordia. Hubo tantos golpes y gritos que el cura, el comisario, y la directora de la escuela buscaron los motivos. Los hombres, unánimemente, dijeron que "ellas eran buenitas y ahora nos gritan; y a nosotros, a veces, se nos van las manos". Esta experiencia devino en mayor cantidad de parejas "amañadas".

El poeta, autor de "La quebrada enigmática", admite que de tanto en tanto una duda asoma en sus pensamientos ante las estadísticas que muestran la baja de matrimonios convencionales. La duda es si los "serviñakuy" de la Puna, se han extendido a todo el país.

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