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 domingo, 28 de septiembre de 2003

Interiores: Primavera, amor y sexo

Jorge Besso

Es esta una cadena asociativa de todos los años, y con toda probabilidad de toda la vida, pues cuando flores, plantas y árboles estacionales y no estacionales se brotan, también suelen brotarse los humanos, en entusiasmo, alegría y excitación. Es cierto, y no muy grato, que también puede brotar la locura, pero por definición y por experiencia es algo que se sabe, pero aún así es una previsión más bien inútil, porque la locura igual se puede desencadenar si algún eslabón de la cadena de la sensatez se salta en el momento menos esperado o más temido. En este sentido es más que ilustrativa una expresión que se escucha por estos días para referirse a alguien que tiene una respuesta fuera de lugar, o cuando alguien entra en crisis, entonces se dice: "Se le salió la cadena".

La expresión es más que interesante para ver el lugar que ocupa la cadena, al menos en el imaginario argentino, y en esa reserva prodigiosa de saber, en ese baúl interminable y sin fondo que es el habla de un pueblo:

a) Cadena aquí es lo que transmite el movimiento del sujeto hacia afuera a partir del impulso interior en dirección a un estímulo, a un objetivo a conquistar o lograr. Esa cadena es más que vital, si se me permite, como en los autos, con la gran diferencia que en el caso de los humanos se trata de una cadena invisible, sobre la que no se puede hacer un service de mantenimiento.

b) Pero cadena, clásicamente, es también lo que nos ata, y en plural las ataduras que todo sujeto tiene por definición. Nuestro ser nunca se suelta del todo en la vida, de forma tal que realiza su juego siempre un poco contenido (o muy), de algún modo soñando con que el despliegue de todo su ser coincida con lo que quiere realizar.

Así las cosas nos llega la primavera, y también habría que decir, si acaso somos nosotros los que llegamos o nos metemos en la primavera, más que nada para que el tiempo no nos sorprenda tanto y no quedar en un rincón de la existencia envuelto en el lamento tan típico del tipo de "otra vez ya estamos en primavera", con la sensación más que inquietante de que no sólo lo que pasa es el tiempo. Más aún, el tiempo más que pasar sigue, lo que se pasa es la vida, en una suerte de trámite más o menos burocrático de la existencia.

Metidos, entonces, en la primavera con nuestras dos cadenas. Es verdad que, estrictamente hablando, el amor y el sexo no tienen estaciones, ni horario ya que la ebullición de Eros siempre está de algún modo agazapada o bien ocupando el centro de la escena, pero también es cierto que la primavera cambia el escenario en la medida que los cuerpos toman el protagonismo que les sacó el invierno y que con la proximidad de la primavera se disponen a su revancha erótica.

En varios sentidos la primavera es la estación top de las cuatro, porque en tandem con el verano son las estaciones asociadas con la vida, en oposición al otro tandem, que son otoño e invierno, que más bien son asociados con la muerte, todo, por supuesto, muy discutido, no sólo porque hay veranos que matan como el último en Europa, sino porque las opiniones son más que variadas y hay personas que no soportan el verano. Así las cosas las encuestas espontáneas dan como resultado que los humanos se dividen en dos grandes grupos: los que aman el verano y odian el invierno. Y los que prefieren el invierno y odian el verano.

La llegada de la primavera altera la relación interior exterior, en el humano, ya que durante el invierno no sólo el cuerpo está más tapado, también la psiquis, si bien es intapable, en cambio es replegable. Es que en cierto sentido la psiquis tiene hasta más capacidad para el repliegue, que para el despliegue, fundamentalmente porque en sus repliegues todas las luces mentales se dirigen a iluminar el escenario interior donde el sujeto es capaz de ganar todas las batallas y todas las causas perdidas. Capaz también de encontrar las llaves para los paraísos que se necesiten, con lo que el invierno da la ocasión para el viaje interior, ya sea este un viaje para la reflexión o para los regodeos fantasiosos, tanto de amor, como de odio.

Pero la primavera y su camino directo hacia el verano cambian todo el escenario con una tendencia que, años tras año, se repite y también se renueva: más sexo que seso. Lo que no quiere decir que siempre sea sexo realizado, sino que Eros ocupa el centro de la escena, para bien o para mal. Pero menos que menos la primavera puede disimular la naturaleza dual del humano, ser básicamente binorma, o más bien multinorma. De modo que podríamos imaginar cómo sería el informe de un visitante marciano, que de regreso en su ovni iría "redactando" sus dichos en los sistemas de comunicación correspondientes a esa cultura: en la tierra hay dos sexos, los llamados masculinos y los llamados femeninos. Los masculinos copulan con los femeninos y los femeninos con los masculinos. Pero hay masculinos que tienen sexo con los masculinos, y femeninos que lo tienen con los femeninos. También hay masculinos que lo hacen con ambos sexos, y femeninos con la misma amplitud. También están los que no lo hacen nunca, y todos también lo hacen solos. Además hay quienes tienen sexo con prendas, e incluso con animales, claro está que estos, entre otros, son considerados enfermos. Aun así, para todos, de un modo u otro, las prendas forman parte del erotismo. Son raros y muy atractivos. En suma no son uniformes. Pero me han informado que siempre hay uniformes y uniformistas que tratan de uniformar. Pero en definitiva nunca lo logran. Finalmente, he encontrado humanos que me recibieron bien y que hicieron posible este informe.

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