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 domingo, 28 de septiembre de 2003

Cocina: la fruta de la tentación

Quique Andreini / La Capital

Por lo menos para los hombres. Quién no siente "cosas" al ver entre sus labios a la mujer amada, y o deseada, con una exuberante frutilla roja y carnosa entre los labios. Tal vez a usted, mi querida amiga, le suceda lo mismo si quien la tienta con el fruto tentador es un hombre. Yo en ese caso paso.

El gran Shakespeare supo decir que: "Son el alimento de las hadas y con tantas buenas recomendaciones crece el deseo por ellas y desde el bosque son llevadas a los huertos y jardines de los hombres". También San Francisco de Sales tuvo unas palabras para ellas: "Admiramos la fresca inocencia de las frutillas, porque aunque vive en terrenos habitados por alimañas, se mantiene pura y no se contagia". Frase que bien podríamos emplear en otros aspectos de la vida ¿no le parece mi amable lectora?

En las zonas montañosas y lacustres de la Europa centro occidental, existen testimonios de que nuestros antepasados preparaban diversas bebidas exprimiendo grandes cantidades de frutillas.

Destierre de su cocina para siempre las enormes frutillas que suelen aparecer por la fruterías actualmente, grandes por fuera pero sin nada que decir por dentro (ya sé, igual que muchas personas que usted conoce) y opte por las pequeñas o medianas, paradójicamente tienen mucho más secretos que ofrecer a nuestro paladar.

Polifacética (aunque condenada por los tristes restaurantes a la aburrida, pero deliciosa frutilla con crema), es merecedora de otros exquisitos destinos como por ejemplo estas seductoras al jerez.

Necesitará (para cuatro porciones):

u 500 gramos de frutillas

u 125 centímetros cúbicos de un buen jerez dulce

u 2 cucharadas panzonas de azúcar

u Pimienta negra recién molida (sí, leyó bien, la pimienta combina de maravilla con la frutillas, haga la prueba y después me cuenta).


Preparación
Lave las frutillas con el cabito para evitar que el agua entre por allí y diluya el sabor. Déjelas escurrir. Quíteles ahora el cabito y córtelas por la mitad. Colóquelas en un bol junto con el azúcar, unas vueltas del molinillo de pimienta y el vino jerez. Déjelas macerar unas cuantas horas para que los aromas y perfumes vayan impregnando la fruta. Antes de servirlas déle un ligero golpe de calor para entibiarlas, nada más que entibiarlas.

Otra opción un poco más elaborada consistiría en armar el postre de la siguiente manera: prepare unas tostadas dulces con una base de bizcochuelo cortado en cuadraditos y llevados a horno para secarlos y darle crocantez (palabra que no existe pero con la cual usted me comprenderá bien). Déjelas enfriar. Si no tiene muchas ganas de trabajar, compre bay biscuit, esas galletitas que usábamos para mojar con el café con leche en nuestra infancia. También puede usar unos brownies (ya le dí varias recetas) los que llevará a horno para secarlos por completo, necesitamos una base crocante para jugar con las texturas. Para montar el postre ponga la crujiente tostada dulce en la base del plato, sobre ella una buena cucharada de untuoso helado de crema americana y contorneando todo, coloque las tibias frutillas con su líquido de maceración. Sírvalas y espere confiada el resultado.

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