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 miércoles, 24 de septiembre de 2003

Reflexiones
Un lunes peronista

Víctor Cagnin / La Capital

Después de las elecciones del 7 de septiembre, los santafesinos hemos quedado navegando en este mar de la transición que terminará, si Dios quiere, el 10 de diciembre, con el traspaso del mando del ex gobernador, gobernador saliente y senador electo, Carlos Reutemann, hacia el ex gobernador, diputado nacional mandato cumplido y gobernador electo por ley de lemas, Jorge Obeid. Terminado el recuento de votos y sin mayores diferencias con el provisorio, el debate político se trasladó entonces a las internas, esto es: memoria y balance y pase de facturas para los que pifiaron, erraron o fueron a sumar a otro lugar.

Precisamente, este lunes, la conducción provincial del Partido Justicialista salió a cuestionar a las "líneas medias" del gobierno nacional por el apoyo dado a candidatos de otros partidos, como el caso del subsecretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, hacia el candidato a intendente de Santa Fe por el Partido Socialista, Erwin Zwiener. En rigor, lo que se está cuestionando es la política de "transversalidad" implementada por el presidente Néstor Kirchner por sobre la política partidaria. Y el reclamo resulta coherente, en principio, con la encubierta y prolija disputa entre el primer mandatario y Eduardo Duhalde, el político más poderoso a la luz de las recientes elecciones.

La discusión resulta interesante, porque lo que está en juego es el perfil que debe tener la gestión de Kirchner, qué actitud deben tomar él y todo su equipo ante cada elección, ¿tiene un significado hoy ser peronista?, cómo se manifiesta esto en cada provincia, qué actitud debe tomar el futuro gobernador de Santa Fe y, fundamentalmente, qué piensa la gente de todo esto. Y es que el ciudadano del cacerolazo y las movilizaciones de diciembre de 2001 -aquel que pidió que se vayan todos y luego entendió que se debía caminar por una transición para que el caos y la anarquía no destruyera la vida institucional- tiene algunas preguntas que no se deben soslayar; hay que escucharlas, porque pueden resultar útiles para el debate:

¿Cuál es el consenso que posee la actual cúpula del PJ santafesino para cuestionar a los cuadros medios del gobierno? ¿Su representación, por qué mecanismos está dada? ¿Son ellos los adecuados? ¿En la vida interna del partido se ha promovido alguna iniciativa de renovación frente a la profunda crisis que vivió el país y de la que formó parte por acción u omisión? ¿Por qué los afiliados no participan activamente? ¿Cuáles son las diferencias que tienen con el presidente, quien posee el 80 por ciento de consenso en la población? ¿Santa Fe no participa de esa gran mayoría que ha recuperado la esperanza? ¿Angel Baltuzzi, aun con toda su trayectoria y lealtad, puede seguir saliendo como un buen soldado a plantear argumentos tan alejados del sentido común? ¿Víctor Reviglio -tras su fantasmagórica aparición en el gabinete de Rodríguez Saá- puede continuar presidiendo el tribunal de disciplina partidaria? Claro que sí, ya se ve. Pues bien, ¿este es el cuadro dirigencial capaz de renovar la política en la provincia y acompañar el nuevo destino de la República? Claro que no.

Ocurre que ese sector dirigencial sigue pensando la representación bajo una lógica partidaria que si bien puede tener algún punto de contacto con la gente, son más los que parecen distanciarla. Mientras que el gran consenso de Kirchner está dado por acciones y palabras que conjugan con los reclamos y los sentimientos del pueblo. Un pueblo que no pone en primer lugar a los partidos políticos -estos lo defraudaron- sino a aquellos hombres y mujeres que puestos en un cargo público son capaces de entregar más de lo que deben, actuar con el mejor criterio, la mayor ecuanimidad y denunciar cualquier acto de corrupción que perciban desde las esferas del Estado, sea nacional, provincial o municipal.

Ese pueblo aún no logró encontrar las organizaciones que lo representen, pese a que votó sus candidatos. Y en Santa Fe se demostró con la diferencia de votos que tuvieron Reutemann o Binner con el resto de la boleta sábana. Ni Reutemann era el peronismo para la ciudadanía ni Binner el socialismo. En este sentido, resulta saludable la iniciativa de Kirchner de comenzar a trabajar con las ONGs en una reforma al actual sistema de gobierno presidencialista. Ya que otra crisis institucional como la del 2001 puede poner al país en un proceso de desintegración sin retorno. En tanto, los partidos deberían revisar autocríticamente el sentido de sus estructuras si pretenden jugar un papel en la reconstrucción del país.

Por lo pronto, habrá que seguir de cerca cómo continúa esta sutil disputa entre Duhalde y Kirchner, donde nuestra provincia no parece ser indiferente. Duhalde le ofrece que presida el Partido Justicialista buscando que quede sujeto a la interna partidaria. Kirchner rechaza la jugosa oferta porque sabe que la base social que lo sustenta es mucho más vasta que eso y se llama transversalidad.

La semana pasada, en la ex Jefatura de Policía de Rosario, como un cuadro de Velásquez -Las Meninas, por caso- estaban allí el presidente flanqueado por Reutemann y Binner; más atrás, desde un espejo, se reflejaba un rostro difuso, para unos era Obeid para otros Duhalde. Se trata nada menos que de la identidad del futuro gobernador. Como se sugiere en el Museo del Prado, para registrar a todos los componentes del cuadro hay que ubicarse en el centro y a cierta distancia. Tal vez sea la distancia que nos queda hasta el traspaso de mandato.

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