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 domingo, 21 de septiembre de 2003

Ocho años a una mujer por un crimen en Arequito
"Actuó con miedo y dolor más que con astucia y traición", es el veredicto del juez sobre una mujer que mató al concubino. Descartó alevosía y también que sea inimputable

La vida de Ana Elizabeth Brizuela junto a su pareja se había convertido en un infierno. Sus familiares y amigos intuían que la relación terminaría mal, aunque nunca imaginaron un final tan dramático. "Todos pensaban que sería al revés, que él la mataría a ella", contó tiempo después una de las personas que atestiguó en el juicio contra la mujer por el crimen de su compañero. Por el homicidio la condenaron a 8 años de prisión, de los cuales ya cumplió más de 2.

El homicidio ocurrió después del último acto de humillación de Julio Zenón Vedanza a Brizuela. El hombre se enfureció porque ella no quiso mantener relaciones sexuales y la obligó a hacerlo apuntándole con un revólver en la cabeza. Si bien ese tramo de la historia sólo se conoce por el relato de la acusada, en el juicio se reunieron indicios claros para creer en su versión: Vedanza estaba desnudo, sobre su vientre había semen y al lado de la cama descansaba un Smith&Wesson calibre 38.

Así, todo lo que dijo la mujer resultó verosímil. Lo mismo sucedió con la penosa historia de maltrato psíquico y físico a la que fue sometida desde que se unió a Vedanza tras separarse de su marido. Muchas personas lo atestiguaron, y entre elos destaca una hermana del muerto. "Un día vi cómo la maltrataba, ella estaba acurrucada en un rincón", dijo. También un ex comisario del pueblo contó que se trataba de un sujeto violento. "Era un matón", resumió.

Brizuela intentó varias veces dejar a Vidanza y en cada ocasión él la presionó para que regresara. Incluso lo denunció judicialmente por lo menos dos veces por los castigos que recibía. Una de las cosas que más la hacía sufrir es que el concubino no la dejaba ver a sus hijos. Siempre sucedía lo mismo: él decía que si no cumplía su voluntad la mataría.

La historia de sometimiento y maltrato acabaría el 20 de julio de 2001 en la casa donde vivían, en la localidad de Arequito. A las 10 de la mañana Vidanza tomó su revólver y lo mantuvo sobre su cabeza mientras la obligaba a realizar prácticas sexuales contra su voluntad. Fue lo último que hizo antes de recostarse en la cama.

Brizuela tomó una herramienta, lo golpeó cuatro veces en la cabeza y después salió al patio. Allí la encontró una vecina, llorando. "Cometí el error de mi vida. Llamá a mi mamá", pidió. Al rato llegó la policía, contó lo que había pasado y se entregó sin ofrecer resistencia. Vidanza, de 51 años, murió por múltiples fracturas de cráneo y la mujer fue acusada de homicidio con alevosía.

Ahora el juez Julio César García la condenó por homicidio simple y la sentenció a 8 años. Tuvo en cuenta lo que dijeron los testigos acerca de Vidanza y los informes de una junta médica. "De su relato se desprende una historia de sometimiento y maltrato físico y sicológico cotidiano", coincidieron los forenses.

Para García, el crimen fue la fase final de un proceso en el que Brizuela, de 35 años se sintió despreciada, humillada, golpeada y marginada de sus afectos. "Actuó más al calor de la indignación, el dolor y el miedo que con astucia, engaño, traición y ánimo de aprovecharse de la indefensión de la víctima", dijo el magistrado en el fallo.



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