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 domingo, 21 de septiembre de 2003

Comunicación: El difícil arte de trabajar con otros

A la hora de trabajar junto a otras personas, ya sea en la oficina, la escuela o la empresa aparece la palabra "equipo", y dado que somos seres sociales, que vivimos conformando organizaciones varias, el equipo es la manera normal de hacer las cosas.

Concebimos al equipo como un conjunto de personas que hacen algo juntas, entendiendo que lo que lo forma no es lo que se hace, sino el hecho de que se lo haga en forma conjunta.

Habitualmente aceptamos que es necesario trabajar en equipo ya que lo reconocemos como un modo de aprovechar mejor los recursos de cada uno, y de aumentar la eficiencia y la creatividad para resolver cuestiones diversas. Pero, a pesar de que se nos plantee como una necesidad, con mucha frecuencia estamos reunidos a la hora de trabajar juntos y el equipo no aparece.


Equipos eficaces
¿Qué puede llegar a dificultar que conformemos verdaderos equipos? Si partimos de considerar que la premisa básica del trabajo en equipo es contribuir cada uno a incrementar la capacidad del conjunto para alcanzar el fin propuesto, el personalismo, esto es, el hacer prevalecer nuestras prioridades por sobre el trabajo mancomunado, puede ser un factor entorpecedor. Lo observamos claramente en un equipo de fútbol, cuando funciona el "primero yo", y uno de los jugadores no hace los pases correspondientes, puede llegar a destacarse en lo individual pero generalmente el equipo no logra un buen resultado.

Es una cuestión de objetivos yuxtapuestos. El equipo se funda con un "para qué" y con frecuencia no nos detenemos a reflexionar sobre este para qué que da sentido al hecho que estemos juntos trabajando, y puede resultar que cada uno priorice sus propios objetivos personales por sobre el objetivo general.

Es real que en lo particular actuamos con otros, fundamentalmente para satisfacer nuestros proyectos personales. En este sentido se hace necesario un equilibrio entre los objetivos individuales y los del conjunto, ya que estos objetivos personales pueden funcionar, según Robbins y Finley, como una "agenda oculta" que socave el trabajo en común.

Es imprescindible detenerse y abordar los "para qué" individuales, y en la medida que el equipo pueda reconocerlos explícitamente tendrá mayores posibilidades de lograr un equilibrio al momento de concretar en hechos.

Además de establecer el propósito en común del trabajo en equipo, es necesario también plantearnos de qué manera vamos a llevarlo a cabo. Acordar el cómo lo haremos. Esto es: organizar las diversas tareas, disponer el orden de las acciones (que no implica que todos debamos hacer lo mismo) sino que cada uno, a partir de sus propias capacidades, aporte a la acción común.

Dilucidar explícitamente y poder acordar el "para qué" y el "cómo" trabajaremos juntos, son puntos fundamentales para que la acción resulte oportuna.

Al respecto Robbins y Finley sostienen que "trabajar mancomunados y en equipo no es un recurso, es mucho más que eso: es una cuestión humana sorprendente, extraordinaria, tragicómica y generadora de valores. Es una manera de vivir y por ende, de ver el mundo".

Como manera de vivir todo el tiempo estamos conformando equipos, incluida nuestra convivencia a diario en la familia. Esta idea plantea aspectos interesantes a tener en cuenta a la hora de sentir que las cosas en casa no funcionan del todo bien.

¿Acordamos la distribución de las tareas habituales? ¿Solemos conversar acerca de nuestras necesidades personales? ¿Permitimos que cada uno se haga cargo del compromiso que asumió? El reconocernos cotidianamente como personas que contribuimos a constituir este equipo humano básico, nos facilita poder reflexionar sobre el "para qué" y el "cómo" vivimos juntos, buscando el equilibrio entre los proyectos personales de cada uno, disponiéndonos a evitar interferirnos, propiciando el potenciarnos.

Pompeya Ré

Especialista en comunicación humana

www.ich.com.ar

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Seis compañeros de trabajo en plena tarea.

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