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 domingo, 21 de septiembre de 2003

Para beber: Burbujas en la nariz

Gabriela Gasparini

Habíamos empezado a hablar sobre la degustación del champagne. Como siempre lo mejor es poder comparar, tener como mínimo dos opciones para apreciar las diferencias que se dan si la elección nos llevó a tener botellas cuyas etiquetas declaran métodos de elaboración distintos, o en el caso de que éstos fueran los mismos, las características que ofrecen a partir de pertenecer a una u otra bodega.

Igual que en todas las catas es importante que las botellas hayan estado guardadas en las mejores condiciones posibles y que el noble líquido se sirva a la temperatura adecuada para valorar sus dotes. Digamos a grandes rasgos que sería preferible que se alcanzara un rango de entre 6 y 9º C, ya que una vez en la copa se perderá un poco de frío y seguramente terminará siendo de entre 8 y 13 º C.

La copa, como ya hemos dicho anteriormente será tulip, se llenará preferiblemente hasta la mitad, y en todo caso nunca más de las dos terceras partes.

Entre las cosas que deben llamarnos la atención al observar el champagne nos detendremos en su limpidez, ese aspecto cristalino que tanto nos atrae. Trataremos también de captar los colores que variarán desde un amarillo verdoso a uno dorado, pasando por unos casi imperceptibles reflejos rosadillos. No estoy hablando del famoso rosé, sino que este sutil, apenas perceptible tono suele ser aportado por la Pinot Meunier. Como siempre todo depende de las cepas, los assemblages, la añada, la guarda, en fin, todo depende.

No hice ninguna referencia a las uvas con las que más comúnmente se elabora el champagne porque ya lo habíamos comentado en otra ocasión pero por las dudas son: Pinot Noir, Chardonnay y Pinot Meunier, aunque esta última es fácilmente obviada en nuestro país.

Lo mismo que con el color pasa con los aromas, que serán más o menos afrutados según la cepa predominante, y que variarán con el paso del tiempo. Claro que las percepciones son tan subjetivas que la última vez que degustamos un champagne en grupo yo no podía soportar el aroma a limón ni la acidez, este es otro punto a tener muy en cuenta a la hora de la degustación porque en su justo punto da esa increíble sensación de frescura. Alguien al lado mío dijo "me mata el intenso olor a almendras", y a otros un poco más lejos les pareció que hacía rato no probaban un espumoso tan maravilloso.

Si bien el método de cata es similar al de los demás vinos, a muchos no les resulta sencillo apreciar las cualidades con burbujas mediante. Les molestan para distinguir aromas y para ver al trasluz la brillantez y la tonalidad. Sin embargo, las burbujas pueden utilizarse como parámetro para medir la calidad de un champagne, con los reparos del caso. Cuanto más pequeñas sean, más ordenadamente realicen su ascenso (si se encolumnan casi por el centro de la copa), y cuanto más tiempo permanezcan jugueteando mejor será la bebida a tomar. Pero, como siempre hay un pero que hace que nada sea tan sencillo, pasa que a veces el cristal tiene imperfecciones o simplemente quedaron restos de detergente que hacen que las sutiles pompas salgan disparadas para cualquier parte. Pero en principio cuanto más sutiles mejor, y si además se forma esa maravillosa corona blanca en el borde, entonces mejor todavía, porque supimos elegir al comprar y estamos de parabienes.

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