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 sábado, 20 de septiembre de 2003

OMC: el escenario después de Cancún
La crisis del multilateralismo llegó al comercio. Rescatan la unidad con los países en desarrollo

Marco Cicchirillo / La Capital

La nueva falta de acuerdo para establecer el marco general de las negociaciones comerciales a nivel global en la V conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que culminó abruptamente el domingo pasado en Cancún, parecen reforzar la hipótesis de que se produjo un punto de inflexión a partir de Seattle (Ronda del Milenio) -más que un nuevo fracaso- en las relaciones de poder entre países ricos y en desarrollo.

A primera vista parecería sorprender que las negociaciones se vuelvan romper por un tema distinto al considerado más "sensible": agricultura, casi el único bastión de guerra de los países del Tercer Mundo, incluida Argentina, en pos del libre mercado. En este caso la ruptura se produjo debido al intento de la Unión Europea y Estados Unidos de imponer en la agenda los denominados "Temas de Singapur" (compras gubernamentales, inversiones, facilitación de negocios y competencia). En Seattle el rechazo de los "pobres" había sido al intento por instaurar estándares laborales y medioambientales por parte del hemisferio Norte; y en Doha el año pasado ocurrió algo similar.

Sin embargo existe un factor común en las tres rondas de negociaciones: una creciente oposición cada vez más homogénea de los principales países en desarrollo (India, China, Brasil, Egipto, Sudáfrica, México, entre otros) a la postura de los socios fundadores de la OMC (Unión Europea, Estados Unidos y Japón); que en esta ocasión terminó por institucionalizarse a través del G-22, y del cual Argentina participa desde su fundación.

Es con este contrapeso que los representantes de la Unión Europea y Estados Unidos, dejando de lado el lenguaje diplomático, fueron quienes más insistieron en calificar de "fracaso" el encuentro en las paradisíacas playas mexicanas y de "medievales" los mecanismos actuales del organismo, por lo que habría que "buscar reglas para que la OMC funcione de manera más efectiva", advirtió el titular de la Comisión Europea, Romano Prodi.

Al igual que lo sucedido en los demás organismos multilaterales, como es el caso de las Naciones Unidas (ONU) y el Consejo de Seguridad por los conflictos de Afganistán o Irak; o las diferencias en torno al desempeño de Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en el default argentino, la OMC entró en la crisis de las instituciones multinacionales.

Los negociadores argentinos reconocen en este punto que el aspecto más negativo fue la falta de un acuerdo en Cancún, ya que abre las puertas al bilateralismo propiciado por las grandes potencias. Allí Argentina aparece debilitada debido a la cantidad de flancos que tiene abiertos (deuda, privatizadas, patentes, etcétera), que esmerilarán las posibles ventajas a las que se podrían arribar en materia agrícola en una negociación multilateral.

De todas formas, negociadores de varios países reconocieron que la cumbre de Cancún se hubiera roto de todos modos, muy probablemente, por la agricultura, ya que hasta el final de las discusiones permanecieron en pie grandes divergencias sobre los puntos a ser incluido en el documento final.

Lo cierto es que ahora el cierre de las negociaciones previstas para fines de 2004, para establecer un cronograma de liberalización del comercio a partir de enero de 2005 y hasta el 2015, volvió a postergarse y no existe por el momento una nueva fecha como punto de partida.

Sin embargo, Ernesto Liboreiro, titular del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (Inai), quien formó parte de la delegación argentina por parte del sector privado, recordó que antes del viaje estaba consensuado en la comitiva local que se prefería una postergación de los plazos a un mal acuerdo. Así quedó expresada en la carta enviada al presidente Néstor Kirchner.

El directivo remarcó que de la cumbre en tierras aztecas también pueden sacarse algunos puntos positivos para la Argentina:

u La preparación del gobierno argentino y convergencia del sector privado para negociar con otros países.

u Aunque de forma lenta, la construcción de un nuevo equilibrio de fuerzas a nivel mundial, donde los países en desarrollo están nivelando la pulseado contra los principales bloques económicos en las negociaciones multilaterales.

u La participación de Argentina en la conformación de un grupo (el G-22) más homogéneo respecto de lo que fue el Grupo Cairns, tanto por sus intereses en juego (aunque reconoció que algunos de sus miembros son fuertemente proteccionistas como China o India), como por su estructura económica. Con el valor agregado de que estos países son también los que poseen mayores perspectivas de crecimiento económico en los próximos años; y los más atractivos a la hora de colocar productos alimenticios debido a los altos índices de población que tienen la mayoría de ellos.


En este sentido, Liboreiro resaltó que, gracias al acercamiento de posiciones con estos países, "Argentina debería aprovechar ahora estas buenas relaciones para obtener una mejor posición de cara al ingreso de productos locales a esos mercados".
Por ello, consideró indispensable una profundización del trabajo de la Cancillería y la Sagpya en el corto y mediano plazo con países como China, India, Brasil, México o Egipto, dentro de una estrategia Mercosur.

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