Año CXXXVI Nº 49964
Política
La Ciudad
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Turismo
Mujer
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 10/09
Autos 10/09


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 14 de septiembre de 2003

Interiores: La felicidad del ser

Jorge Besso

El sueño de felicidad es un sueño eterno que con toda probabilidad incluye dentro de los sueños del mundo a la propia eternidad, esto es el propio sueño de ser eterno. Quizás como los entrañables personajes de las historietas que son perfectamente atemporales. O también está el caso de Drácula, que si bien no es atemporal, tiene alrededor de 600 años. Esto sin olvidar la abulia de Drácula, pues el vampiro paradigmático no deja pasar ocasión para expresar su cansancio de ser una larga vida.

No recuerdo si Disney sigue congelado a la espera de la inmortalidad, pero es posible que un poco antes del fin de sus días haya empezado a sentir una mezcla de rabia y envidia con respecto a la eternidad del ratón Mickey. Con lo que en su omnipotencia decidió transformarse en un personaje como todos los que creó. Si sigue congelado en cierto sentido lo logró, pues si está en el freezer, no está muerto. Más aún si no lo afectó el último gran apagón. Tampoco está vivo, simplemente está detenido en el tiempo.

Un grupo de investigadores californianos llegó al sorprendente resultado de que "la plata no tiene nada que ver con la felicidad". California somnolienta despierta para despertar al mundo de su sueño monetario y monetarista. El saber popular, claro está que sin investigar, enarboló esa conclusión mucho antes y, también es cierto, con un resultado bastante más modesto, pues la vieja sentencia dice que "la plata no hace a la felicidad", que no es lo mismo que decir que la plata "no tiene nada que ver con la felicidad".

Pero es posible que estos investigadores sean más profundos que el resto de los mortales que se juegan una modesta quiniela, o lo que toque, soñando con unos pesitos más que mejoren las magras cuentas. Es que la conclusión siguiente va mucho más lejos y nos aseguran que los deseos materiales también aumentan con los ingresos.

No hay salida de esa trampa existencial, ya que los deseos materiales son más rápidos que los ingresos, y a más ingresos más deseos, con lo que la trampa toma la forma de un laberinto, y lo único que queda es el deseo de no desear, para de esta forma poner al dinero en el lugar de lo ridículo. Pero en ese caso quedarás incrustado en un aburrimiento como el de don Disney.

No podía faltar una encuesta para semejantes conclusiones, interviniendo en este caso un economista, de cuyo nombre no quiero acordarme, y que se basó en la Encuesta Social General que se realiza anualmente en los EEUU y desde hace 28 años formula siempre la misma pregunta. Considerando todo, usted diría que:

1) Es muy feliz.

2) Simplemente feliz.

3) No demasiado feliz.

Como sucede con muchas encuestas la pregunta decide la respuesta, ya que como se puede ver todos son felices, lo único que varía es en qué segmento se encuentra, si en el más, o, en el menos feliz. Esto es que allá en el norte todos son felices, incluyendo, y muy especialmente, a los "sin techo", que viven debajo de los puentes, porque esos no tienen ingresos, razón por la cual tampoco tienen deseos materiales que se les aumenten.

Ahora bien, se podría pensar que la plata es una condición necesaria, en la medida de cada cual, pero no suficiente, para ser feliz. Y en lo que pareciera haber un consenso implícito es en que la aspiración máxima de todo caminante es eso de ser feliz. Este es el momento preciso en que aparece la burocrática pregunta: depende de lo que se entienda por ser feliz. Respuesta posible: simplemente feliz.

Los señores de la Real Academia, que no sé si saben de felicidad pero sí de lengua, no nos ayudan demasiado en este caso, pues dicen que es feliz quien goza de felicidad, lo que no sorprende para nada pues les encanta la práctica de la redundancia y la tautología, para luego entender por felicidad la posesión de un bien, no quedando claro si el bien es material o espiritual. En este caso hay que reconocer que la falta de claridad de los académicos respecto de si la llave de la felicidad está en lo material o en lo espiritual es, de algún modo, la duda que tiene todo el mundo. No podemos olvidar que seguramente hay muchas voces que dirán que las dos cosas son importantes, todo en su medida y armoniosamente, como decía el legendario general, que por cierto, tenía sus desmesuras.

Pero dicha posición no hace más que eludir la polémica, y más que nada el interrogante que cada cual tiene en algún rincón, o bien en el centro de su existencia. En suma, la polémica puede reducirse a dos posiciones:

* Los que apuestan al dinero, son los que sentencian que todo es comprable, y en ese caso la moneda es la llave de un cofre con dos joyas preciosas: felicidad + seguridad, lo que da como resultado un humano top.

* Los que apuestan más directamente a la felicidad, generalmente vía el amor, no quieren comprarla, ya que sería trucha. No quieren comprar al otro, sino poseerlo de verdad.

Visto más de cerca, ambos bandos apuestan a la posesión como garantía de felicidad. A su vez, a los poseedores de un signo u otro, se les opone un discurso más de tipo oriental, que por lo general vienen con certificado de pureza, y que pregona una existencia más allá del dinero y del amor. Por lo menos del amor comunardo.

Las tres posiciones tienen algo en común: aspiran a tener todo. Los más enfermos lo hacen de un modo más directo: aspiran drogas. Los que ya fueron aspirados, se la inyectan. Quizás haya que cuidarse de todos los todos y de las certezas al uso que pretendan, felicidad + seguridad + garantías, pues podemos quedar atrapados en el laberinto de la neurosis, o en el delirio megalómano. En cambio, la incertidumbre es más modesta, en ella, además de haber espacio para el otro, es posible cambiar la felicidad del ser, por la alegría de ser. Mientras dure.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados