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 domingo, 14 de septiembre de 2003

Perfiles
Los cartoneros: laberinto con salida

Jorge Boccanera

A caballo entre el periodismo y la literatura, Eduardo Anguita ensaya en "Cartoneros" un análisis sociológico de las clases pobres en el país —desde la formación de las villas miserias hasta la crisis económica— y da cuenta del modo como se construyen en los márgenes del sistema, y sin ayuda del Estado, nuevas organizaciones laborales basadas en valores propios.

Las voces principales del libro son las de cuatro trabajadores callejeros —Carlos Núñez, Sara Villalba, Daniel Palacios y Francisco Monzón— que transitan con carros tirados a caballo los barrios de Capital Federal y Gran Buenos Aires en busca de desperdicios para ser vendidos como materia prima reciclable.

"Al principio me daba vergüenza salir con el carro —dice Monzón—, pasaba por las calles más oscuras. Veía una bolsa y me asustaba. Prefería las que estaban a la altura de la baranda del carro, cosa de ni bajarme, de pasar desapercibido".

Villalba explica: "este trabajo te lleva tiempo. Hay que parar, tocar timbre, esperar que salgan con las bolsas. El tema es hablar con la gente, que confíen en vos".

Toma la posta Núñez: "La discriminación existe siempre. En algunas fábricas hasta te hacen echar por el portero, no bien llegás. Ahora capaz que no hay tanta discriminación porque hay gente que antes te miraba como sapo de otro pozo y ahora anda juntando diarios. Se quedaron sin laburo y les tocó a ellos".

Anguita subraya que los cartoneros no sólo recuperan desechos sino "causas perdidas", como la solidaridad y la ética: "Me llamó la atención cuando comencé este trabajo que cada trabajador sabía qué era y por qué había llegado a esa situación".

Para el autor, ser parte de una clase no alcanza, "hay que tener conciencia de ella para identificarse y en las historias esto es evidente; el asunto es comprender hasta qué punto los cartoneros tienen claro cuál es su lugar en esta sociedad".

Heredero de la obra de Rodolfo Walsh, el libro de Anguita —autor de los libros "La Voluntad" y "Sano Juicio"— documenta el trabajo de los cartoneros, indaga sobre el negocio de las empresas que recolectan la basura en la provincia de Buenos Aires y polemiza con las acciones del gobierno sobre el tema.

"Al utilizar ese término como título —comentó el escritor— tuve presente libros claves como «Villa miseria también es América» de Bernardo Verbitsky, quien nos enseñó a llamar las cosas por su nombre y a dejar a un costado los eufemismos".

La palabra "Cartonero", precisa el periodista, "da cuenta del modo de vida del sector más pobre de la sociedad argentina que durante mucho tiempo estuvo silenciado".

Según dice Anguita, "en los últimos tres años los cartoneros ocuparon las páginas de los diarios, primero por la criminalización de la pobreza y, segundo, por el fenómeno del empobrecimiento de la clase media; ahora esa palabra identifica al trabajo que desde siempre vienen haciendo botelleros, cirujas o carreros".


Cultura marginal
"Creo que los cartoneros se adelantaron a la problemática de muchos argentinos, cuando relatan sus conflictos arriba y abajo del carro. Yo entiendo a este libro como una narrativa de la desesperación que, necesariamente, implica un compromiso del autor. Si no te desesperás, no podés contar la verdad. Eso mismo nos enseñó Rodolfo Walsh", dijo Anguita.

Según el autor, existe una cultura cartonera que está dada básicamente por la formación de cooperativas, unas cuarenta en Capital Federal: "Este trabajo es individual, pero con cada crisis financiera, fue adquiriendo otra dimensión, lejos de la lógica de la economía del capitalismo".

Las cooperativas, en particular, "surgen del proceso de recuperación de materias primas, pero la solidaridad es el lazo que les permite subsistir y defenderse de los problemas".

El viejo oficio de juntar cartones, hierros o vidrios se resume hoy en la ciudad de Buenos Aires "en unas 35 mil personas que noche tras noche recorren la ciudad y a veces sufren persecución".

Monzón relata que "los cartoneros eran muy perseguidos en las villas. La policía te sacaba el caballo porque estaba lastimado. A mí nunca me tocó porque lo veían gordo al chabón, siempre con buena dentadura, bien comido. Mi mujer se quejaba: «vos le das de comer más al caballo que a nosotros». Yo le decía: «lo cuido»".

El objetivo va más allá del sustento del día con día. "Estamos luchando para que el día de mañana ellos (los hijos) no tengan que vivir lo que vivimos nosotros", recalca Núñez.

"Hay dos grupos de cartoneros —explica el autor del libro— : los que conocen el trabajo y los que salen a reventar bolsas de basura, que no conocen el oficio y no respetan a los clientes. Cartoneros son los que se ganan la confianza de los vecinos, de los porteros o de los supermercados, a fuerza de pasar todas las noches y decir «yo vivo de esto»".

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"Cartoneros son los que se ganan a los vecinos".

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