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 domingo, 07 de septiembre de 2003

Perú
Tren de lujo al Machu Picchu
Un moderno convoy une la ciudad de Cusco con Aguas Calientes, estación próximaa la ciudadela incaica. Tiene capacidad para 84 pasajeros y un elegante coche-bar

Corina Canale

Un tren de lujo, el Hiram Bingham, una formación de cuatro coches construidos en Singapur y reciclados en Perú con ingeniosos toques locales, comenzó hace pocos días a unir el apeadero ferroviario de Poroy, cercano a Cusco, con Aguas Calientes, la estación desde la que se inicia el camino hacia la ciudadela de Machu Picchu.

El convoy lleva el nombre de un explorador inglés que en julio de 1911, en una de sus incursiones andinas, se enfrentó con lo que hasta entonces había sido el secreto mejor guardado de los incas.

Con este descubrimiento Bingham le otorgó a Perú la categoría de "corazón de las grandes civilizaciones sudamericanas" y para los peruanos el hombre se convirtió en el primer turista que recorrió Machu Picchu.

La suspensión por tiempo indeterminado del servicio de helicópteros deja al tren como único medio de transporte para llegar desde Cusco a Machu Picchu. Ese trayecto tiene cinco "switchbacks", comúnmente llamados "zig-zag", que permite que el convoy trepe por una empinada cuesta y luego comience a descender por el Valle Sagrado.

Decorado con tapicería de tonos cálidos, el tren tiene capacidad para 84 pasajeros, 42 en cada coche, además de un elegantísimo coche-bar y otro donde funciona la cocina. Su estilo tiene cierta semejanza con el Andean Explorer, el tren que PeruRail opera entre Cusco y el lago Titicaca, en el sur peruano, que refleja el esplendor ferroviario de 1920.

El ferrocarril está considerado una de las rutas ferroviarias de pasajeros más altas del planeta, que en su punto culminante, el paraje La Raya, transita a 4.313 metros de altura.


A solas en la ciudadela
El Hiram Bingham sale de Poroy a las 9 de la mañana, es decir, tres horas después que los otros servicios. La llegada a la ciudadela a las 12.30 del mediodía le permite a sus pasajeros entrar a las ruinas cuando la mayoría de los visitantes están emprendiendo el regreso.

Esta excursión ofrece la ventaja de experimentar en relativa soledad las sensaciones que causan los imponentes restos arqueológicos, más allá de que se puede permanecer más tiempo recorriendo el principal legado de la civilización incaica.

La gastronomía, a bordo del convoy, no es un dato menor, si se tiene en cuenta que Perú tiene una de las cocinas nativas más variadas de la América del Sur, y que la selección de los platos es minuciosa y teniendo en cuenta lo que esperan, en ese sentido, los exigentes turistas europeos.

Para el "brunch" que se sirve en ambos trayectos -cada uno de tres horas y media- se eligió una copa de champagne con jugo de naranjas frescas. Para la tarde té helado con scones y entre los platos fuertes quiche de jamón de alpaca ahumado, con alcachofas.

Durante el viaje conviene ir preparando el espíritu para conocer Machu Picchu, la maravillosa ciudadela de los incas, que es tan hermosa y fascinante como única y secreta.


El gran imperio
Pero no menos interesante es Cusco, o Qosco en la grafía quechua, centro político y administrativo, con el misterio de las ciudades europeas amuralladas, no muy frecuentes en estas latitudes.

Su casco histórico es bellísimo y debe ser recorrido morosamente, escuchando las anécdotas que relatan los nativos sobre la época en que Cusco fue la capital del Tahuantinsuyu, el enorme imperio que abarcó desde Ecuador, en el norte, hasta Argentina en el sur.

En Cusco hay que visitar el museo de Qorikancha, también llamado Templo del Sol, donde estaba el jardín sagrado de los incas. Sobre ese lugar se construyó la iglesia y el convento de Santo Domingo, que en un salón del subsuelo conserva vestigios de las piedras originales, negras y lisas.

Y para reponer fuerzas nada mejor que detenerse en uno de los muchos puestos callejeros que venden jugo de naranjas exprimidas a la vista, endulzadas con jarabe de algarroba.

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La fortaleza de los incas, Machu Picchu.

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