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 domingo, 07 de septiembre de 2003

Sabores del mundo
Arte al plato en los Pirineos

Enrique Andreini / La Capital

¡Ah, si cada hombre amara con todo el corazón su tierra, sus tradiciones, su lengua! Cada uno su lugar, cómo en una orquesta... ¡Qué acordes se obtendrían!

Sólo la sensibilidad de un artista como Pau Casals, el famoso compositor y violonchelista español, pudo describir con tan pocas palabras el amor a su tierra.

Este texto está escrito en la que hoy se denomina La Casa Pairal, Museo Catalán de las Artes y Tradiciones Populares, en Perpignan, una antigua ciudad ubicada en la frontera de Francia y España. Pero la historia siempre recordará este lugar como "el Castillet", enclavado en el centro de la ciudad con sus siete siglos de existencia, como símbolo de una urbe que padeció la humillación de no poder mantener su identidad nacional. Lugar de encierro, castigo y muerte de presos que soñaban con un país libre.


Villa romana
Los orígenes de Perpignan se remontan en el tiempo, primero como una villa romana llamada Villa Perpinianum. Fue transferida a la corona de Aragón en 1172, en virtud del testamento del conde Gerardo II. Tras la muerte del rey de Aragón, Jaime I el Conquistador, en 1276, se convirtió en capital del reino de Mallorca, situación que se prolongó hasta 1344, cuando Pedro el Ceremonioso, la devolvió, con el uso de la fuerza, a Aragón. Durante la baja Edad Media, la ciudad y su territorio circundante pasaron de manos francesas a catalanas de forma alternativa. El tratado de los Pirineos, en 1660, terminó con una larga lucha por el nacionalismo de Perpignan.

Hoy, ha puesto su mirada en el futuro. La gentileza de sus habitantes, de costumbres amables y sencillas, ofrece al visitante una ciudad moderna y cosmopolita.


Catedral de Saint Jean
Un recorrido por la ciudad nos puede llevar a la catedral de Saint Jean, construida en el año 1324, o hacia el Ayuntamiento, edificio que data del siglo XIII. Nuestro recorrido puede seguir por la Logia del Mar, la antigua Bolsa de Comercio de la ciudad, y continuar por la Rue de Marchands, típica calle donde se encontraban los mercaderes allá por el 1509.

Cercano a la ciudad existen encantadores poblados como Sant Vicens, con su casa museo de cerámica, y la Cìte Vermeille, con sus cincuenta kilómetros de playas de arena fina. Mientras que los amantes de la nieve encontrarán en Font Romeo una excelente infraestructura hotelera.

De regreso, Perpignan, nos espera con una amplia y variada oferta gastronómica típica de regiones fronterizas. Allí convive la sofisticada cocina francesa junto a los platos de puro sabor catalán. Pescados y carnes son tratados con delicadeza extrema por esta cocina franco-catalana, que junto a la atmósfera del lugar hará inolvidable la estadía.

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