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 domingo, 07 de septiembre de 2003

Educación: La gran deuda humana

Marcela Isaías / La Capital

Desde 1967, cada 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización. La fecha fue instituida por la Unesco para recordar los progresos realizados en favor de este derecho y tener presente todo lo que aún falta revertir, ya que según advierte "la alfabetización universal -es decir aquella que involucra a niños, jóvenes y adultos- es una meta todavía lejana". Semejante tarea requiere no sólo de esfuerzos compartidos sino también de mucha voluntad política para encararla, por eso es lógico pensar que la escuela sola no alcanza, es necesario el compromiso de la sociedad civil, de las organizaciones no gubernamentales y principalmente -por su mayor responsabilidad- de los gobiernos.

Según explicaba el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en una de las fechas en que se celebra este día, "no puede haber ninguna duda sobre el valor de invertir en la alfabetización. Las ganancias son notables no sólo en términos económicos sino también en términos sociales y culturales. La cultura es una de las bases de la ciudadanía. Una persona alfabetizada es aquella que puede derribar de una manera más efectiva las barreras del oscurantismo y el prejuicio. Los padres instruidos tienen hijos más sanos, proclives a permanecer más tiempo en la escuela y a aprender más efectivamente. De este modo, la alfabetización es un requisito previo para el éxito de nuestros esfuerzos en todos los frentes".

De acuerdo con esta proclama, el organismo internacional que preside Annan puso en marcha desde el 1º de enero de este año el "Decenio de la Alfabetización de las Naciones Unidas". En tal período (2003-2012) y bajo el lema "La alfabetización, fuente de libertad" se pretenden renovar esfuerzos para reducir los índices de analfabetismo.

Vale la pena recordar que según cifras de la Unesco hay en el mundo unos 861 millones de personas (el 20% de los adultos del planeta) que no saben leer ni escribir, y desde ya tampoco pueden participar plenamente de la sociedad de la que forman parte; y se agrega otro dato revelador: dos tercios de esas personas son mujeres. Además, 113 millones de niños -señalan las estadísticas- están sin escolarizar y en consecuencia no acceden a la más elemental de las enseñanzas. El 70 por ciento de esos analfabetos se concentra en Asia, Africa y los Estados Arabes; el 11% se corresponden con adultos de América latina y el Caribe.

Los números alarman, pero para el organismo internacional así y todo "representan un progreso considerable". Y los datos le dan la razón a esta afirmación de la ONU: en la década del 50, el 44% de los adultos del mundo era analfabeto.

A propósito de este decenio, la Unesco se dio su propio Plan Internacional de Acción, una especie de guía basada en seis ejes que considera centrales: cambiar las políticas; elaborar programas flexibles adaptados a las distintas necesidades de las personas, crear capacidades para reforzar el cuerpo de profesionales dedicados a la alfabetización, realizar trabajos de investigación para entender mejor los problemas y la manera de tratarlos, hacer participar a las comunidades y realizar actividades de seguimiento y evaluación para calibrar los progresos.

Estar alfabetizado hoy en día escapa a la definición de ser una persona con competencias básicas de lectura y escritura. Tal como acuerdan distintos especialistas, es una marca de ciudadanía. La línea que separa a quienes gozan de este derecho de quienes no lo pueden aplicar es la misma que excluye a millones, multiplica la pobreza, las diferencias de género y niega las posibilidad de vivir en un mundo en paz.

Es cierto que cada vez que se habla de analfabetismo el número de propuestas y proyectos en todos los niveles se multiplica en proporción al ámbito donde el tema se mencione. Al parecer, en la mayoría de los casos y de los países la voluntad política para hacerle frente sigue siendo el gran desafío y la deuda pendiente.

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Todos los niños tienen derecho a la educación.

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