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 domingo, 07 de septiembre de 2003

Está en la torre de los ingleses y es el emblema de la ex estación Rosario Central
El reloj público más viejo de la ciudad recuperó su luz después de 40 años
Alcides Cornier cuenta la historia de la máquina desde su interior

Carla Rizzotto / La Capital

-¿Me dice la hora?

-Yo lo hago, pero le cuento que hay un reloj enorme justo frente a sus ojos.

Frecuentemente Alcides Cornier, de 68 años, tiene ese breve diálogo con algún vecino de Wheelwright y Paraguay. No es que el relojero no sea gentil, es que cuando alguien le pide la hora él se pregunta para qué dedicó tanto esfuerzo en dejar a punto la máquina de la ex estación Rosario Central. Gracias a la dedicación del experto, el reloj de la torre de los ingleses quedó nuevamente iluminada después de 40 años. Esto significa que el reloj público más viejo de la ciudad -puesto en funcionamiento en 1871- no está a oscuras desde anteayer; por lo tanto, ya no quedan excusas al momento de consultarlo.

Cornier no pudo precisar si el nuevo sistema de iluminación del reloj forma parte del proceso de reconversión de la ex estación ferroviaria y su zona. Lo cierto es que el municipio autorizó al relojero a poner la máquina a punto, tal como estaba en la época en que señalaba la hora oficial de la ciudad. "A veces el rosarino no valora su patrimonio. Es increíble que esta pieza histórica haya estado descuidada durante años", se lamentó ayer el especialista desde el interior de la vieja torre, donde se ve detalladamente el mecanismo del reloj.

Es que La Capital no sólo recordó junto al experto la historia del primer reloj público de la ciudad, sino que además conoció por dentro su mecanismo. Para eso tuvo que ingresar primero a la ex estación Rosario Central, edificio construido en 1865 que se caracteriza por un estilo que responde a la arquitectura tradicional inglesa de esa época: ladrillos vistos y techos de tejas.

Es necesario subir una empinada escalera de madera para observar de cerca la maquinaria de un metro de largo por 1,50 de ancho y escuchar el típico tic-tac que a veces altera a más de uno. Allí es donde Cornier le tiene dar cuerda cada quince días. La máquina funciona a base de tres pesas, sistema que posibilita el desplazamiento de las dos agujas que posee: la horaria y el minutero.


En lo más alto
Hay que subir otras dos escaleras angostas para observar los cuatro cuadrantes del reloj, esos mismos que se aprecian tanto desde Wheelwright como desde la avenida Arturo Illia, pero del lado de adentro. Desde allí se distinguen todos los detalles del reloj: los vidrios de las cuatro circunferencias, los números romanos y el sistema de transmisión por el cual funciona cada uno de los cuadrantes.

Este diario también logró escuchar el sonido de las campanas que suenan cuando la aguja avanza cada cuarto de hora. "Lo que aún queda por ajustar son las campanadas que indican la hora justa; es decir, cuando la aguja marca las 21 no siempre se escuchan las nueve campanadas correspondientes", admitió Cornier.

Otro detalle que todavía queda por poner a punto es el encendido automático de la luz. En realidad, el sistema de iluminación está compuesto por dos lámparas de 300 vatios; sólo eso es necesario para no dejar la torre a oscuras. Sin embargo, el experto adelantó que mañana colocarán un fotocensor para encender la luz en forma automática, y no tener que hacerlo manualmente, tal como sucede ahora.

Es notorio el orgullo que siente Cornier cuando se refiere a la recuperación del reloj. Es que fue el propio relojero -que se dedica a este oficio desde que tiene 11 años- quien golpeó las puertas del despacho del intendente Hermes Binner para que se ocupara del mantenimiento de los relojes públicos de la ciudad.

En concreto, el relojero recibió el okey del intendente en el 96, por lo que Cornier dedicó siete meses ininterrumpidos de ese año para dejar como nueva la histórica máquina. Una vez concluido ese trabajo, el experto quiso más. El martes a la noche terminó de cerrar su trabajo: iluminó no sólo el reloj, sino también la torre. Ahora le quedan algunos detalles.

"La gente tiene que darle utilidad a los relojes públicos porque creo que todavía no se perdió del todo la costumbre de consultar la hora en las grandes máquinas", expresó Cornier.

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De noche, el reloj ya es visible para cualquiera.

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