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 sábado, 06 de septiembre de 2003

Liliana Sanjurjo: "Hay que volver a las formas básicas de la enseñanza"
La educadora propone recuperar lo mejor de las "viejas" clases

Marcela Isaías / La Capital

Los verbos definir, explicar, preguntar son tan obvios cuando se piensa en una clase que a nadie se le ocurriría olvidarlos. Sin embargo, por esa misma obviedad y en medio de tantos cambios que se dieron en materia educativa en los últimos años, han sido descuidados. La doctora en ciencias de la educación Liliana Sanjurjo toma y desarrolla esta idea en su nuevo libro "Volver a pensar la clase" (Homo Sapiens), junto al pedagogo español Xulio Rodríguez.

Según Sanjurjo -una reconocida especialista en formación docente y supervisora del nivel superior de la provincia de Santa Fe-, "los buenos maestros impactan mucho". Por eso propone recuperar las formas básicas de la enseñanza, valorando la rigurosidad de los contenidos y la capacidad de transmisión que los adultos tienen sobre las nuevas generaciones.

-¿En qué momento se dejó de pensar la clase?

-Mucho tuvo que ver en esto una crítica saludable a una concepción de clase muy monolítica, cerrada y tradicional; pero sucedió un efecto de "curvatura de la vara", de irse al otro extremo, descuidando aspectos didácticos. Por otro lado, también tuvo que ver el gran auge que se dio en el siglo XX con los desarrollos teóricos alrededor del currículum, que promovió desarrollos teóricos interesantes pero relegó el accionar en la clase, la intervención pedagógica. Además, todas las teorías acerca de lo grupal tuvieron un buen impacto, pero también generaron cierto prejuicio antipositivista a ser conductista. Todo esto hizo descuidar cuestiones como dar clases bien, atender a la comprensión, a la participación de los chicos o saber explicar, todo aquello que en la buena escuela normal nos enseñaban y que fueron perdiendo valor, pero que son tan importantes.

-Explicar, enseñar, preguntar son todas cuestiones bastante obvias para una clase. ¿Eso se ha descuidado?

-Creo que un poco por eso, porque son tan obvias, se han descuidado cuestiones como distinguir una definición de una explicación, una narración de una argumentación. En el profesorado damos por obvio que en el secundario lo vieron; aun así en este nivel es necesario retomarlas con fines pedagógicos.

-¿En los últimos tiempos la clase no se vio -y se ve- tentada de convertirse en un espectáculo, donde más que enseñar hay que entretener, pasar el rato y pasarla bien?

-El pedido de que la escuela tiene que ser divertida puede haber surgido de una crítica comprensible y valiosa, pero ha producido efectos no deseados. Mientras nosotros estamos preocupados por entretener a los chicos, ellos prefieren al docente que les explica, que los ayuda a comprender contenidos complejos, porque para entretenerse hay otros lugares. Un poco lo que se ha producido es el abandono del oficio de enseñar, por eso el libro plantea volver a pensar la clase.

-¿No se ha confundido en este caso hacer del aprendizaje algo significativo, buscar el interés del alumno o motivarlo con el entretenimiento?

-Sí, para explicar esto en el libro adopto el concepto de "corrupción de ideas en el aula", tomado de un viejo artículo de Risieri Frondizi, que habla de la corrupción de las ideas en la escuela nueva en el aula, confundiendo, por ejemplo, actividad con movimiento. Esto ocurre por la mediación que hace el docente con las nuevas teorías pedagógicas. Es decir, se dan deformaciones no deseadas. Aquí el gran desafío de los docentes es hacer comprensible el contenido y mantener rigurosidad. Hay que volver a algunas cuestiones clásicas -no por eso antiguas-, que son las que no pierden vigencia, como tomar el pizarrón, hacer buenos esquemas, explicar, saber preguntar, y para nada descartar el trabajo en grupo, ni las nuevas tecnologías.

-Quienes se están formando como docentes ¿aprenden esas formas básicas?

-El tema se trabaja poco, a pesar de que ahora existe un cambio interesante que es el trayecto de la práctica desde el primer año. Las falencias existen porque el lugar de la didáctica se redujo mucho en los últimos años, en esto tuvo que ver el crecimiento de los estudios sobre el currículum -muy rico y variado- y los estudios enfocados en el conocimiento. Además del temor a ser normalistas o conductistas. Sin temor hay que articular las cosas buenas de la vieja escuela con los nuevos aportes.

-¿Por eso siempre se vuelve a los ejemplos de las hermanas Cossettini o de Dolores Dabat, donde había rigurosidad de contenidos y manejo de la didáctica?

-Como esos hubo miles de buenos ejemplos de la escuela nueva y del buen normalismo, donde se articularon contenidos-métodos y rigurosidad-comprensión. Esas experiencias no descuidaron los contenidos y pusieron en práctica principios didácticos como la participación activa o la democracia en la escuela. Creo que hay que recuperar la utopía, que fue el motor de esas experiencias, además de la capacidad de influencia de las generaciones adultas sobre las jóvenes.

-¿No cree que a esa categoría de transmisión a la que hace referencia no siempre se la valora como una herramienta en quien enseña?

-Sí, y no tanto porque los jóvenes no crean en nosotros sino porque nosotros no confiamos en nuestra capacidad de transmisión. Esto es grave, porque si no hay transmisión cultural de generación en generación no hay tejido social.

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"Los chicos quieren a los docentes que explican".

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