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 domingo, 24 de agosto de 2003

[Nota de tapa] Conversación con Landrú
Cincuenta años de historia y política argentina contados desde el humor
Juan Carlos Colombres hizo su carrera de humorista a través de diarios y revistas riéndose de la política y de la tilinguería y sin pretender formar opinión

Marcelo Menichetti / La Capital

Juan Carlos Colombres, popularmente conocido por su seudónimo Landrú, fue un testigo privilegiado de los 50 años más turbulentos de la historia argentina. Escudado tras el oficio de humorista, el dibujante que nació en 1923 se asomó al mundo artístico en 1945 colaborando con la revista Don Fulgencio. De allí en más su carrera transcurrió por distintas publicaciones como Cascabel, Aquí Está, Leoplán, El Hogar, El Gráfico, Mundo Argentino, Patoruzú, Rico Tipo, Avivato y Vea y Lea.

Sin embargo su máximo logro fue Tía Vicenta, revista que creó en 1957 y que clausuró el dictador Juan Carlos Onganía en 1966. A los 80 años Landrú sigue haciendo humor desde las páginas del diario Clarín luego de haber pasado por La Nación, en un país que se debate por encontrar su rumbo. Con un premio Moors Cabot bajo el brazo junto al pergamino que lo declara ciudadano ilustre de Buenos Aires, y de paso en Rosario por una invitación de la Comisión de Cultura de la Bolsa de Comercio, el humorista dialogó con La Capital, narró anécdotas de su extensa y prolífica vida profesional y contó entretelones de sus relaciones con los distintos presidentes que vio pasar a lo largo de cinco décadas de trabajo ininterrumpido.

-¿Usted es Juan Carlos Colombres o Landrú?

-Antes era Juan Carlos Colombres, ahora mi seudónimo es Colombres y mi nombre es Landrú.

-¿Se considera una especie de conciencia de Barrio Norte?

-No. Yo soy de origen tucumano. Mi tío tatarabuelo era el obispo Colombres que en 1816 redactó la Declaración de la Independencia. Nací en la calle Cangallo de Buenos Aires, y cuando tenía tres o cuatro años nos mudamos a donde hoy se levanta el hotel Claridge, en la calle Tucumán. Me acuerdo que a los cinco años yo andaba en triciclo y pisé una lombriz opulenta y una parte se fue para un lado y la otra para el otro: ese día me enteré que había una izquierda y una derecha.

-Eso le permitió poner al barrio bajo la lupa para observar a sus habitantes.

-Sí. Después de la época de Perón, edité "Tía Vicenta" e hice mucho humor político. Luego de cierto tiempo la gente se cansó del tema, entonces empecé a hacer humor social. Pensé en hacerles una cachada a las chicas de Barrio Norte y a los que no son de Barrio Norte, que venían a ser los mersas.

-Era la época en que algunas actitudes se catalogaban como "in" o como "out".

-Claro, lo que se debía hacer, cómo se debía decir una cosa y como no se debía decir. Escuchaba hablar a las amigas de mi hija, que por entonces tenía 15 años, entonces oía que decían: "A esa fiesta no vamos porque es muy mersa", y yo copiaba. Salía todas las noches, recorría los barrios y oía cómo hablaban en otra parte. Conocí a una artista que todavía vive y no la voy a nombrar porque es muy conocida, que era muy mersa y hablaba de una manera especial: en lugar de decir "Me voy al Uruguay" decía: "Me voy a la vecina orilla"; en lugar de decir "hace calor" decía "ascendió la columna mercurial"; en lugar de decir "me voy a dormir" decía "me entrego a los brazos de Morfeo" y en lugar de decir "huevo pasado por agua" decía "agente de proliferación de la gallina semi coagulado". Agarré eso y lo puse en boca de Mirna Delma, que era la prima mersa de María Belén y Alejandra. Después apareció el novio que se llamaba Aldo Rúben (no Rubén), que era el prototipo mersa.

-Usted jugó mucho con el personaje que popularmente se denomina el piojo resucitado, el nuevo rico. ¿Cómo vivió el menemismo?

-A Menem lo conocí en Taconeando, el local donde cantaba Beba Bidart. Estaba con ella, en una noche en que hacía como cinco grados bajo cero y vemos entrar al local a un hombre todo vestido de blanco, con zapatos blancos y una patillas así. Era Menem. Me sentí incómodo, no me gustó. Hace unos años fui a una ceremonia a una embajada y cuando entro veo a un amigo que me saluda y junto a el había un hombre de espaldas y cuando se da vuelta era Menem. "Hola, cómo te va", me dice. "Señor presidente -le dije- ¿usted me conoce?", "Como no te voy a conocer, con la cantidad de dibujitos que me has hecho con las patillas". "Bueno discúlpeme señor presidente". "Dejate de tratarme de usted, tratame de vos...", me retó. "Bueno, desde hoy te voy a bostear..." le dije. Menem tenía el concepto de que podían hacer cualquier chiste sobre él. Lo contrario de Perón, que prohibía todo chiste: hacías un chiste sobre él e ibas preso.

-¿Por qué se puso como seudónimo Landrú, que era el nombre de un asesino?

-A Landrú le cortaron al cabeza en el año 23, justo cuando yo nací. Había matado a 12 mujeres; hasta ahora yo maté a 11 nomás... Dibujaba en la revista Don Fulgencio, de Lino Palacio, y al mismo tiempo me llamaron de Cascabel que era muy antiperonista y me pidieron que dibujara un chiste político. Yo era empleado público, trabajaba en Tribunales y pensé: "Si me descubren me echan". Entonces Faruk, el hijo de Lino Palacio, me dijo: "Vos con barba sos muy parecido al asesino Landrú". Tomé el nombre Landrú, que superó a Colombres.

-¿Como fue hacer humor con los distintos presidentes que hubo del 50 para acá?

-Empecé con la Revolución Libertadora. En el segundo número de Tía Vicenta hice un teorema militar que decía: "El cuadrado de un general es igual a la suma de los cuadrados de los coroneles". Entonces Aramburu me invitó a mí y a mi mujer a comer a Olivos. Fui con un susto bárbaro. Aramburu me presentó a toda su familia. Terminamos de comer y me dijo: "Me han hecho un planteo varios coroneles de la Side para cerrar Tía Vicenta por el tema militar, pero yo soy partidario de la libertad de prensa, así que siga dibujando". Con Frondizi me fue muy bien, era gran amigo de él, era un estadista, pero los militares todos los días le hacían un planteo. También me hice muy amigo de su sucesor, Guido, quien había nacido en Río Negro y tomaba mucho vino. Nos invitó a la quinta de Olivos y fuimos César Bruto (Carlos Warnes), Tato Bores, Dringue Farías, y varios humoristas más y le decíamos: "¡Salud Guido!" y nos tomamos como tres damajuanas de vino,. Después en Tía Vicenta lo hice a Guido con una nariz coloradita y decía: "Al gran pueblo argentino, salud", levantando una botella de vino (risas). Después le dije a un periodista que iba a Mar del Plata y se llamaba Bernardo Neustadt: "El defecto que tiene Guido, como muchos políticos, cuando hablan de la Argentina, es que en lugar de decir nuestro país dicen este país". Neustadt le escribía los discursos a Guido así que un día enciendo la televisión y escucho a Guido diciendo lo mismo que yo le había dicho a Neustadt.

-Usted fue muy amigo de Neustadt.

-Sí, pero después tuve un encontronazo con él, porque me dio un golpe bajo y lo contesté. Estaba invitado a su programa de TV con Natalio Botana, el historiador, (Alejandro) Orfila, que estuvo en la OEA y yo. Entonces me dice. "¿Landrú, usted es populista?". Yo le digo: "¿qué quiere decir populista?" Y me dice: "Quiere decir que uno se codea con el pueblo, que le gusta el fútbol, que le gusta el box". "Sí, cómo no", le digo, "soy hincha de Boca y mi mujer es de River, así que voy un domingo a cada cancha; también voy al Luna Park a ver todas las peleas". Entonces me retruca: "¿Si usted es populista porqué tiene un toldo en Playa Grande en el Yatch Club donde va la gente copetuda?". Empecé a tartamudear y le pregunté: "¿Usted Neustadt es populista?". "Como no -me dice- soy director de la revista Racing..." Le respondí: "Entonces si usted es tan populista por qué cada vez que va a Mar del Plata se mete en mi toldo con su mujer y se queda los 15 días allí?". "Dejémoslo ahí", dijo él.

-¿Cómo le fue con la censura?

-Empecé en el 45 como humorista. Cuando me cerró Onganía puse el slogan: "Los presidentes pasan, los humoristas quedan". Después en Tío Landrú puse: "La risa diferencia al hombre de los animales: no sea animal, ríase". Sin embargo no creo que los humoristas seamos formadores de opinión. Una vez estuve preso en la Casa Rosada cuando le escribía los libretos a Dringue Farías y hacía el profesor Garrafa, que daba sus pronósticos para la polla, que era como después fue el Prode. Un día Garrafa dijo: "Estos son mis pronósticos para la polla: el 5 de enero, polla de los banqueros; el 2 de febrero, polla de los policías; el 2 de abril, polla de los marinos..." Y el dos de abril se levantó el almirante (Isaac) Rojas y se enfrentaron azules y colorados. Me fueron a buscar a mi casa y me llevaron de una oreja a la Casa Rosada, donde había una dependencia de la policía y me tuvieron desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche preso. Los tipos querían saber de donde sabía esa información. Y era simple casualidad. Aunque siempre tuve mucha intuición sobre cómo van a pasar las cosas.

-¿Hoy trabaja en el diario o en su casa?

-Antes trabajaba en el diario pero hace seis años, una noche, entró un tipo a mi estudio donde estaba dormitando en un sillón y me tiró insecticida en los ojos. Fue al cuarto donde estaba mi mujer leyendo y ella le partió un perchero en la cabeza. Yo toqué un timbre y le dije que estaba conectado con la policía y el tipo me tiró un balazo, me resbalé y cuando me quiso rematar levanté la mano y la bala me dio en dos dedos y allí quedó, a un centímetro de mi cabeza.

-¿Nunca intentó hacer humor por radio?

-Ahora hablo, pero antes era muy tímido. Cuando fui por primera vez a la radio, en 1945 o 1946, era muy tímido y tenía que leer un libreto muy malo y me confundí, me salió pésimo. Entonces pedí disculpas, pero en lugar de decir "me salió el tiro por la culata", dije "me salió el culo por la tirata" (risas). Entonces clausuraron la radio.

-Trabajó en diarios como La Nación y Clarín. ¿Piensa que superó la natural rivalidad de esos medios?

-Yo trabajaba en La Nación y en la época en que (Oscar) Camilión era el secretario general en Clarín me llamó y me hizo una oferta de sueldo mayor. Pero me siguen llamando de La Nación, sobre todo Claudio Escribano, y cada vez que me llaman de La Nación, me aumentan el sueldo en Clarín así que esa rivalidad la voy convirtiendo en dólares. Escribano me dijo: "Si querés que te aumenten decí que yo te llamé...".

-Usted que pudo tomarle el pulso a la Argentina a lo largo de cincuenta años, ¿cómo ve el futuro de la Argentina?

-Desgraciadamente no lo veo bien. Cuando ganó Kirchner fui optimista, pensé que podía cambiar las cosas. Al mes de ser optimista fui hostil: abrió muchos frentes y no ha cerrado ninguno. No veo al país con optimismo porque no se resuelven las cosas. Están gobernando cuatro personas: Duhalde, él (Kirchner), la mujer de él y Chiche Duhalde. Entonces el temor mío es que se arme un gran desbarajuste porque todos los días hay cortes de piqueteros, sigue la inseguridad y pienso en el futuro de mis nietos y de mis bisnietos.

-¿Y por el lado de la sociedad ve algún cambio?

-Seguimos siendo los mismos argentinos de siempre.



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Creó personajes tan inolvidables como absurdos.

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