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 sábado, 23 de agosto de 2003

Votar, ¿a quiénes?

Los buenos habitantes, que somos mayoría, vemos a este Rosario actual con una mezcla de bronca e impotencia. Una ciudad sucia, maloliente, abandonada, que ha conocido otras épocas de legítimo esplendor y desarrollo continuo. Sin cargar las tintas y sin hacer un estudio pormenorizado, tenemos la visión todos los días de calles y veredas rotas, mal transporte, insalubre problema de la basura, nulo tratamiento del arbolado urbano y sigue la suma de factores adversos. Entregar el voto es un acto de fe, de confianza. Debe hacerse con mucho cuidado y responsabilidad cívica. Eliminando entre otras cosas el voto cautivo que beneficia a los malos políticos, que son como el agua, se acomodan al espacio o ambiente que ocupan y tratan de expandirse filtrándose por todos los resquicios posibles, para aumentar poder, fuerza y volumen. Muchos no tienen la menor noción de lo que significa manejar un país moderno. Infatigables clientes de bares y parrillas, donde "arreglan", charlando por supuesto, hasta altas horas de la madrugada, los más intrincados problemas ciudadanos, de nuestro campo y hasta del espacio sideral. También las conquistas personales de todo tipo. Algunos de estos son capaces, pero devotos de la "fiaca" ilustrada. La población votante debe diferenciar y reconocer a los buenos y no meterlos a todos en la misma bolsa. Respetar y apoyar a los más capaces. Que los hay. No todos son ladrones y corruptos. La clase política debe ser controlada. Debemos exigir la máxima pulcritud cívica, sin entrar en la inocencia de esperar pureza total entre quienes manejan la cosa pública. Frenar a tiempo los desvíos morales. No es tan difícil. Es cuestión de voluntad e interés comunitario. Y de paso evitamos el lloriqueo, la queja inútil y tardía de un pueblo indiferente.

Hugo Orlando Bevilacqua

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