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 miércoles, 20 de agosto de 2003

La Justicia Federal y la policía investigan un secuestro extorsivo
Un joven de Fisherton denunció haber estado 60 horas retenido. Y que pagaron 346 pesos para su liberación

Diego S. tiene 31 años y, de acuerdo a la historia que desgranó de igual manera ante la policía y La Capital, se convirtió en la primera víctima reciente de un secuestro extorsivo en Rosario por el cual se pagó un rescate. El muchacho estuvo en manos de sus captores unas 60 horas, tiempo en el cual -según su denuncia- fue tratado "muy bien". Por su liberación, producida en cercanías de los galpones del Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), se pagó la irrisoria suma de 346 pesos, todo lo que una amiga personal contactada por teléfono por los secuestradores pudo juntar para verlo nuevamente en libertad. La Unidad Regional II intervino en el caso y lo giró a la Justicia Federal. Los investigadores manifestaron perplejidad ante la denuncia.

La historia que Diego denunció en la Jefatura de Rosario se inicia durante las primeras horas del martes 12 de agosto, pero se filtró recién ayer en los pasillos de los Tribunales Federales, donde se instruye la causa. Aquella madrugada, poco después de las 2, este muchacho desocupado, separado y padre de 3 hijas, salió del departamento de una amiga en calle Entre Ríos al 600, tras participar en el festejo de un cumpleaños.

"Estaba bien vestido, con saco, y caminé por Rioja hacia Mitre para tomar el colectivo y volver a mi casa", recordó Diego a una semana de su cautiverio y con mucho temor de que su identidad sea difundida "por las consecuencias que esto puede tener para mi familia y mis hijas", dice.

Pero no pudo llegar a la esquina. "Dos muchachos me apretaron y con algo que podría haber sido un arma me obligaron a subir a un Fiat 128 blanco, viejo y con un abollón en el guardabarros trasero del lado del acompañante", graficó Diego. En el asiento trasero del vehículo fue obligado a tirarse boca abajo y, amenazado, le pusieron un cuello polar que le tapó la visión.

"No sé cuánto tiempo anduvimos y por dónde. Lo único que me preguntaban era dónde vivía, a qué me dedicaba, si tenía plata y si algún teléfono para llamar a algún familiar", contó este muchacho que hasta hace dos meses trabajaba en una distribuidora de diarios y que ahora es mantenido por su abuela, que cobra una pensión escasa. "Creo que, a partir de lo que me preguntaban, me levantaron al voleo. Me vieron bien vestido, caminando por el centro y pensaron que era un tipo de guita. Pero se equivocaron", sostiene Diego.

Asegura que, después de andar un tiempo que no sabe precisar, lo bajaron "en un galpón, con apariencia de taller mecánico" en el cual estuvo encerrado hasta la tarde del jueves 14. "Me trataron bien. Sólo pude reconocer las tres mismas voces que escuché arriba del Fiat 128 al que me subieron. Nunca me maltrataron, ni me pegaron. Durante todo ese tiempo lo único que me dieron para comer fueron galletitas y cerveza en lata. No me amordazaron ni me ataron. Estaba mucho tiempo sentado y había una especie de catre en el que podía dormir", recordó el secuestrado que sólo "pensaba en mis hijas y mi familia".

Cuando a Diego le pidieron un teléfono para contactarse con sus familiares, él optó por dar el de la amiga con la que había estado antes de su captura. "Es que mi abuela podía infartarse ante algo así y mi vieja es asmática crónica y no quería asustarla. Por eso les di el número de esta chica". Fue esa joven la que dos días más tarde, con todo el dinero que pudo juntar, cumplió con el pedido de los captores.

"Yo tengo presente uno o dos llamados que le hicieron, o al menos que yo haya escuchado", recuerda Diego, quien fue liberado a las 2 de la tarde del jueves 14 detrás del galpón del CEC. "Me llevaron en un Fiat Duna rojo, con la cara tapada y cuando bajé me obligaron a caminar sin mirar atrás. Me dijeron que ya me iba a encontrar con mi amiga", recordó. Después, a través de quien pagó el rescate, supo que "tras pedirle todo el dinero que pudiera juntar para ver vivo a su amigo, la orden fue dejar la plata en una bolsita de nailon en el extremo sur del galpón del CEC. A ella también le anunciaron que tras hacer el pago, que fue de 346 pesos, caminara sin mirar atrás y que de esa forma me encontraría".

Horas más tarde Diego hizo la denuncia en la Jefatura de la Unidad Regional II y ayer, los investigadores tenían varias dudas sobre el hecho. "No es que no le creamos la historia. Pero nos llama la atención que no se trate de una persona adinerada, que es un desocupado, que no tiene familia con dinero. Todo suena raro, el hecho, la persona, la cifra del recate", confió un pesquisa que dejó abierta la posibilidad de que "los tipos se hayan equivocado de víctima o estemos ante una mentira de patas cortas".

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Denunció que lo secuestraron en Rioja y Mitre.

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