El fracaso de los políticos

Ni la robusta señorita que cambió la cruz colgada del cuello por los lentes, ni los representantes que según ellos acreditan gestión, pasando por los más de 30 candidatos a intendente, los centenares a concejal y los miles a diputado, mencionan en sus discursos por qué fracasó la representatividad y la transparencia de los políticos en funciones públicas. Nadie menciona que lo que falló es el sistema de representatividad actual. Sistema que sostenido por todos ellos, con la excusa de defender a las minorías, termina defendiendo únicamente a la minoría ciudadana que tomó la política como un medio de vida. Este es el momento en que la verdad debe trasparentarse. La famosa ley de lemas se implementó para limitar el poder de las cúpulas partidarias en la conformación de la lista de candidatos. Los resultados están a la vista. No podemos volver al sistema anterior, ya que oportunamente por sus falencias se decidió modificar. La verdad que ellos ocultan, con una complicidad que a todos mancha, es la necesidad de cambiar el sistema proporcional, con todo su burdo engaño a la población, por el sistema uninominal, para que a través de éste el ciudadano elija y conozca a su representante. Obligando a los políticos a dejar de lado toda esa arquitectura de defensa de las minorías, la gobernabilidad y las ideologías. Mensaje que utilizan los que pueden presentar como gestión el cobrar patente a las bicicletas o legitimar el impuesto municipal al consumo (Gas/EPE). Sin contar el extraño enroque por el cual se paga dentro de la tasa de servicio municipal el alumbrado público y luego se vuelve a pagar en la boleta individual de la EPE (CAP). Este último con el recargo del 21% de IVA, sobre algo que es un servicio comunitario. Sin contar la recategorización de los autos, o pretender seguir cobrando multas de tránsito de varios años de antigüedad. En un país que como pronóstico tiene 30 años por delante de endeudamiento, no es lógica la existencia de diferencias ideológicas en el ámbito municipal, sólo debe existir una administración consciente del capital humano (10.000 empleados) y una posibilidad cierta de control ciudadano sobre el administrador y sus representantes. El resto sigue siendo una burla de los mediáticos.

Julio Ricardo Sánchez