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 domingo, 17 de agosto de 2003

El nuevo Concejo, la lucha que se viene
El próximo intendente de Rosario tiene pocas chances de contar con mayoría propia en el Palacio Vasallo

Daniel Leñini / La Capital

Quien resulte electo intendente de Rosario el 7 de septiembre tiene pocas probabilidades de contar con mayoría propia en el Concejo y se vería obligado a consensuar con la oposición los proyectos de gobierno. En la nueva etapa del cuerpo que se abre con una reducción de diez representantes (se van 21 y entran 11), cualquiera sea el ganador tendrá bloque minoritario, sin fuerza para que las normas salgan por propia inercia, de acuerdo a un cálculo efectuado por La Capital en base a las candidaturas en juego y simples proyecciones.

Una simple cuenta: si gana Miguel Lifschitz, el oficialismo podría sumar cuatro concejales (cinco, con mucha suerte), pero de su bancada se van seis. Por lo tanto, y atendiendo a que permanecen tres ediles por dos años más, contaría con un bloque de siete concejales sobre un total de 31 representantes. ¿Cómo hará para gobernar?

Si triunfa el justicialismo la situación podría resultar más favorable ya que contaría con la posibilidad de quedar al borde de la mayoría, siempre y cuando luego logre sumar las distintas corrientes y haya comunión con el PPS de Héctor Cavallero. Nada simple.

Suponiendo que Norberto Nicotra, Marcelo Muniagurria, Analía Carrió y los restantes del PJ sumen el 35 por ciento de los votos, entre todos podrían sumar cuatro concejales. Así, la bancada justicialista tendría catorce ediles (con los ocho que permanecen en el Concejo y dos cavalleristas), sólo a dos de la mayoría.

Si gana Horacio Usandizaga también podría sumar cuatro representantes, que sumados al único radical de Convergencia que seguirá dos años más (Jorge Boasso) acumularía cinco bancas en un océano de 31. ¿Se le terminará pronto la paciencia al Vasco cuando no le aprueben rápido las normas? Siempre fue de pocas pulgas, como cuando calificó de "cascotes" a los concejales que se le oponían en la década del 80. Quizás los años le hayan servido para adquirir prudencia.

Rosario se enfrenta a un panorama electoral inédito desde que se instauró la democracia, en 1983. Primero, debido a la cantidad de candidatos a intendente que se presentan (más de treinta). Segundo, porque al ingresar once representantes (siempre fueron cerca de veinte), los votos necesarios para consagrar un concejal se elevan al doble: tomando como cálculo 520.000 votantes, se necesitan 45.000 sufragios para ubicar un edil en el Concejo. Tercero, la fragmentación existente en los últimos años hizo añicos el esquema de la década del 80, donde existían dos partidos mayoritarios (peronista y radical) totalmente amalgamados y el resto se repartía entre socialistas y demócratas progresistas.

Ahora hay radicales celestes, de Convergencia, del bloque Mirasol y unipersonales, cada uno por su lado. Los socialistas de antaño se reparten hoy entre binneristas de tinte progresista y cavalleristas aliados al peronismo. Los justicialistas son kirchneristas, menemistas y de algún otro color.

El concejal Oscar Urruty recordó que cuando su jefe Héctor Cavallero resultó electo intendente en 1989 contaba nada más que con cuatro concejales "y sin embargo gobernó bien".

"El secreto está en la capacidad de generar consenso y puntos de acuerdo para llevar las cosas adelante. No es tan complicado. Lo que es cierto es que el estilo de confrontación no va más, no hay más mayorías absolutas".

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