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 domingo, 17 de agosto de 2003

Un genocida a semejanza de Hitler
El ejército colonial inglésfue el trampolín del régimen de terror de Idi Amín, un semianalfabeto boxeador

Mike Crawley

Kampala. - El ex dictador ugandés Idi Amín Dadá, fallecido ayer en Arabia Saudita, encabezó desde 1971 a 1979 uno de los regímenes más sanguinarios que recuerde Africa, al frente del cual se dio a todo tipo de extravagancias y crueldades, frutos de un temperamento megalómano, vengativo y violento. La propensión de Amín a los discursos exagerados y a otorgarse medallas y títulos lo hacían aparecer como un bufón entre los dictadores africanos, pero el modo en el que mantuvo su poder no fue para nada gracioso.

Amín fue un genocida a imagen y semejanza de Adolf Hitler, uno de sus ídolos reconocidos. Por ejemplo, en 1972, expulsó del país a 70.000 asiáticos. Al año siguiente, mientras colaboraba con el ataque árabe contra Israel en la guerra del Yom Kippur, decretó diversas medidas de carácter antisemita y al menos 400.000 ugandeses fueron asesinados desde su llegada al poder por medio de un golpe de Estado en 1971 hasta su expulsión por una fuerza combinada del ejército de Tanzania y exiliados de Uganda en 1979. Sus propias esposas experimentaron sufrimientos reales.

Amín nació dentro de la etnia kakwa en el poblado de Koboko alrededor de 1925. En 1946 se unió como cocinero al regimiento King's African Rifles de las fuerzas coloniales británicas. Su físico inmenso -pesaba 110 kilos y medía un metro noventa- lo ayudó a escalar posiciones en el ejército y, un lustro más tarde, en 1951, a convertirse en campeón de boxeo de peso pesado de Uganda, un título que mantuvo por nueve años.

En ese tiempo cometió sus primeras atrocidades mientras combatía en defensa de los británicos contra los rebeldes Mau Mau en la vecina Kenia con el grado de cabo, cuando, según reportes, ordenó torturar y asesinar civiles y vio1ó a mujeres. Sus superiores británicos estuvieron a punto de llevarle ante un consejo de guerra por las atrocidades que había cometido. Acostumbraba a introducir pañuelos en las gargantas de los detenidos o a amenazarles con la amputación del pene, aunque el proceso de descolonización lo impidió. Los británicos lo promovieron a teniente, convirtiéndolo en uno de los primeros ugandeses en alcanzar ese rango.

Cuando Gran Bretaña dio la Independencia a Uganda en 1962, el gobernador saliente Walter Couts presuntamente le dijo sobre Amín al nuevo primer ministro ugandés Milton Obote: "Le advierto que este oficial puede causarle problemas en el futuro". Al principio Obote confió en Amín y lo designó para asistir a la oposición rebelde en el vecino Congo, donde éste se benefició con el tráfico ilícito de oro y marfil.

En 1966, Amín se convirtió en jefe del ejército y la fuerza aérea y lideró un ataque al palacio del kabaka (rey tradicional) de la etnia Buganda, que había denunciado corrupción en el régimen de Obote. Pero la relación entre Amín y el Obote, presidente desde 1966, se deterioró en una atmósfera de mutuas sospechas.

El 25 de enero de 1971, mientras Obote se hallaba fuera del país en un encuentro del Commonwealth británico, Amín y unos pocos de sus colegas militares de confianza tomaron el poder. Así comenzó un reino del terror como no se había visto en Africa desde el fin de la era colonial. Amín ordenó rápidamente la ejecución de cientos de soldados de las etnias en las que no confiaba. La mayoría fue asesinada en masa por escuadrones de fusilamiento. Sus enemigos más violentos fueron decapitados, y sus cabezas guardadas en un congelador.

Mientras, Amín dirigía a Uganda hacia la ruina, con promesas grandilocuentes que habrían dejado al país en bancarrota incluso si hubiera habido algún dinero en las arcas del tesoro. "Amín no tenía idea de cómo gobernar. Era casi analfabeto, su inglés era pobre, leía muy mal y sólo firmar documentos ya preparados le resultaba difícil", dijo alguna vez su secretario privado Henry Kyemba.

Entretanto, Amín se autoproclamó mariscal de campo, presidente vitalicio, conquistador del imperio británico y rey de Escocia, y se condecoró a sí mismo con la Cruz de la Victoria, la Cruz Militar y la Orden al Servicio Distinguido. Sus medallas eran tantas que llenaban su uniforme hasta cubrir su generosa barriga. En 1972 aseguró que Dios le dijo en un sueño que debía expulsar del país a todos los descendientes de indios y paquistaníes, cosa que hizo, para luego traspasar los negocios de los expulsados a sus amigos.

Para 1978, la economía de Uganda se había reducido a casi nada, y Amín lanzó una invasión a Tanzania como una maniobra distractiva. Pero Tanzania devolvió el golpe y sus tropas entraron en la capital, Kampala, el 11 de abril de 1979. Amín huyó junto a sus mujeres y 33 hijos a Libia, uno de los escasos países con los que mantuvo relaciones diplomáticas durante su gobierno, pero se vio obligado a partir otra vez en menos de un año. Aceptó una oferta de asilo en Arabia Saudita, donde murió ayer. (DPA)

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Los periódicos anunciaron la muerte.

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